La obra de Raffaele Corso ocupa una posición singular en la historiografía del conocimiento demo-etno-antropológico [1] italiano. Por un lado, se suele considerar su figura como decisiva, tanto positiva como negativamente, para el desarrollo institucional de estas disciplinas [2], mientras que, por otro lado, se suele destacar su papel periférico en la elaboración de un pensamiento original. Más allá de las diversas interpretaciones historiográficas, es innegable que Corso ha sido un protagonista fundamental de la historia de los estudios antropológicos italianos, a lo largo de por lo menos medio siglo. Sin embargo, Corso sigue siendo una figura difícil de situar, que hay que leer menos en términos de historia de las ideas que de una trayectoria sintomática de todos los límites y escollos sociológicos de una vida erudita en la península italiana de entreguerras y tras el fin del fascismo. Reconstruir su biografía junto con su trayectoria científica permite, por tanto, dar cuenta no sólo de su contribución a estas disciplinas, sino también del modo en que se han modificado las orientaciones del académico en función de los cambios históricos, científicos e intelectuales del país.
Nacido en Nicotera (1883), Calabria, Raffaele Corso se licenció en la Facultad de Derecho de la Universidad de Nápoles, donde defendió una tesis sobre los proverbios jurídicos italianos. Este trabajo fue publicado en 1907 [3] en la revista Archivio per lo studio delle tradizioni popolari [Archivo para el Estudio de las Tradiciones Populares] de Giuseppe Pitrè, con quien entró en contacto gracias a la intercesión de Benedetto Croce [4]. En su tesis, Corso intenta argumentar que el género literario del proverbio es un elemento fundamental para el análisis del derecho consuetudinario, y que la investigación etnográfica en este campo, definida como “arqueología jurídica”, debería ocuparse principalmente del estudio de las supervivencias. En referencia a este último concepto, explica :
La supervivencia, al encontrar su razón de ser en la herencia social, no es algo aislado, inorgánico, sino que tiene un fundamento y una necesidad, tiene una función social y, en nuestro caso, jurídica. Satisface o corresponde a una necesidad popular ; una necesidad que es relativa al grado de civilización, y que es cambiante de época a época, de lugar en lugar. [5]
Para explicitar su acepción particular de supervivencia, Corso recurre en parte a las teorías evolucionistas, haciendo una alusión directa a Edward B. Tylor, postulando que los documentos jurídicos populares no son meros elementos del pasado. Al contrario, sin cuestionar la validez metodológica del estudio de las supervivencias, Corso busca destacar el valor social y cultural de tales documentos. De hecho, la “metodología etnográfica” tal como la define, que pretende reconstruir la evolución histórica de las usanzas jurídicas populares, es complementaria del estudio psicológico y simbólico de las mismas, es decir, de la forma en que se adaptan y transforman en las sociedades contemporáneas. Acepta el hecho de que deben considerarse como ámbitos separados, pero hace hincapié en que tanto el estudio de las supervivencias (“etnografía”) como el de las formas psíquicas (“psicología jurídica”) serían necesarios para el conocimiento sociológico del derecho y para el buen funcionamiento de las leyes estatales. En este sentido, Corso considera útil referirse a la teoría de la imitación de Gabriel Tarde [6], ya que “para penetrar en el pasado, es necesario observar una cantidad de aspectos simbólicos y tradicionales que se encuentran en los actos de imitación” [7].
En aquella tesis, por tanto, ya se entrevén los presupuestos teóricos que utilizará posteriormente Corso en el desarrollo de sus investigaciones. Su trabajo sobre los usos jurídicos representa una de las primeras ordenaciones teórico-metodológicas de la “etnografía jurídica”, disciplina que ya podía contar con un considerable interés en la segunda mitad del siglo XIX [8]. Corso retomará su interés por este campo en varias ocasiones [9].
En 1908 empezó a colaborar con el etnógrafo Lamberto Loria en la organización de la exposición de etnografía italiana en Roma (que se celebraría en 1911), ideada para conmemorar el cincuentenario de la unificación del país (1861). Corso fue uno de los principales encargados de recoger el material etnográfico de Calabria [10]. Junto con la exposición, Loria organizó el 1er congreso de etnografía italiana, también en Roma en 1911, y Corso participó con una ponencia sobre los ritos matrimoniales [11]. En esta comunicación, retoma en parte la metodología aplicada para su tesis, subrayando esta vez las teorías de los esquemas expuestos por el etnógrafo Arnold Van Gennep en su estudio sobre los ritos de paso [12]. En dicha ponencia, Corso desea renovar el campo del estudio de las costumbres nupciales superando el enfoque simbolista (Angelo De Gubernatis) y el evolucionismo positivista. Por otra parte, considera que “no hay que hacer [...] la ‘historia de las costumbres’, sino la ‘historia de los ritos nupciales’”, ya que “¿qué es un ritual sino la explicación de una creencia a través de una serie ordenada de actos sacramentales y solemnes ? De ahí la necesidad de contemplar lo ceremonial tal y como se despliega, ver el conjunto de las escenas en su sucesión sistemática” [13]. Aunque Corso no rechaza totalmente los planteamientos evolucionistas [14], su apertura a Van Gennep es una señal de su intento de desmarcarse de las corrientes antropológicas italianas –dominadas en aquel momento por un sesgo evolucionista– que prevalecían en el congreso de Roma y defendidas en particular por Loria. Debido a su posicionamiento, la ponencia de Corso recibe numerosas críticas por parte de los congresistas que no aprecian la apertura a las teorías del erudito francés [15].
A pesar de las críticas, la participación de Corso en el congreso le permitió hacerse más conocido en la comunidad etnográfica italiana [16]. En 1914 publicó en alemán Das Geschlechtleben [¡sic !] in Sitte, Brauch, Glauben und Gewohnheitrecht [¡sic !] des Italienischen Volkes [17] [La vida sexual en los usos y costumbres, en las creencias y en el derecho consuetudinario del pueblo italiano] con una introducción del etnólogo vienés Friedrich Salomon Krauss (1859-1938). Entre 1904 y 1913 Krauss dirigió un anuario dedicado a los estudios sobre la anthropophyteia, es decir, las costumbres sexuales y eróticas populares [18], entre cuyos colaboradores figuraban Giuseppe Pitrè y Franz Boas. El texto de Corso, que permaneció inédito en italiano hasta 2001, no tuvo el éxito esperado por el autor, ya que la anthropophyteia de Krauss fue prohibida en Alemania, acusada de ser material “indecente” y sexualmente explícito ; por ello, a pesar del mérito científico de la publicación, que se encuentra entre los primeros ejemplos en este campo, La vida sexual… tuvo una difusión limitada [19]. No obstante, el libro de Corso recibió una crítica favorable en Italia por parte de Aldo Mieli en la Rassegna di studi sessuali [20] [Revista de estudios sexuales], quien elogió su carácter innovador y expresó su deseo de ver pronto una edición italiana [21]. Corso tuvo la ocasión de presentar algunos trabajos en la Rassegna [22] y colaboró como asesor en la Sociedad fundada por Mieli, participando activamente en el 2do congreso de estudios sexuales que tuvo lugar en Nápoles [23] en 1924.
En un primer momento, el campo de los saberes etnográficos italianos parecía ser el único objeto de interés de Corso. Giuseppe Pitrè lo había considerado como su sucesor directo en la “cátedra” de demopsicología que había fundado y ocupado en la Universidad de Palermo. Con demopsicología, una clara alusión a la völkerpsychologie alemana, Pitrè se refería en particular al estudio de las tradiciones populares o, más en general, a la visión etnográfica de los pueblos europeos, un campo de estudio que en aquella época en Italia se denominaba a menudo “folklore”. Sin embargo, la enseñanza de la demopsicología nunca fue formalizada por el ministerio y cesó con la muerte de Pitrè, lo que llevó a Corso a abandonar la idea de recibir un cargo institucional en este campo [24].
Más tarde comenzó a dialogar con la escuela romana de antropología de Giuseppe Sergi, con el fin de estudiar las costumbres y tradiciones de los pueblos no europeos y africanos en particular. Publicó una serie de artículos en la Rivista di antropologia [Revista de antropología], órgano de la sociedad romana de antropología, en particular en relación con los ritos nupciales, lo que hizo que se especializara en este campo [25]. Este inicio en el estudio de la etnografía extraeuropea constituye un hito importante, ya que Corso puede acceder así a la docencia universitaria, obteniendo una cátedra libre en Roma en 1914 [26]. Años después, se convierte en miembro activo de la junta directiva de la Sociedad de Antropología. Sus éxitos en el campo de la etnografía extraeuropea se ven recompensados en 1921 cuando obtiene el cargo de etnografía africana en el Instituto Oriental de Nápoles.
El viraje de Corso hacia el estudio de los pueblos extraeuropeos puso de manifiesto el momento particular de crisis que atravesaban los estudios de etnografía italiana, puesto que, tras la muerte de Loria en 1912 y de Pitrè en 1916, ya no existían figuras centrales ni proyectos de envergadura. Fue el mismo Corso quien, a principios de los años veinte, intentó llenar el vacío dejado por sus predecesores proponiendo una serie de iniciativas encaminadas a normalizar la ciencia del “folklore”, término que prefería para designar el estudio de la etnografía italiana. En primer lugar, en 1923 publicó el libro Folklore. Storia, obbietto, metodo, bibliografia [27] [Folklore. Historia, objeto, método, bibliografía], con la intención de dar una orientación teórica y metodológica a los aspirantes a convertirse en investigadores italianos. Fue el primer manual sobre el “folklore” publicado en Italia, y entre los objetivos de Corso figuraba distinguir claramente la disciplina que él definía como “etnografía” del “folklore” propiamente dicho. A su entender ambas disciplinas se ocupan del estudio de supervivencias, de acuerdo con los criterios establecidos por la antropología evolutiva de Edward Burnett Tylor. Sin embargo, frente a este elemento en común plantea que existen dos diferencias decisivas. La primera tiene que ver con un criterio geográfico : el folklore se ocuparía de todos los aspectos de la vida de lo que él define como el popolino [la gente común], es decir, las clases populares (urbanas o rurales) de las sociedades “civilizadas” ; la etnografía en cambio se centraría principalmente en los pueblos no europeos. El segundo criterio atañe a la naturaleza temporal distinta de los objetos etnográficos y folklóricos : los primero estarían definitivamente vinculados a una condición arcaica y prehistórica, es decir, constituirían simplemente supervivencias culturales de épocas remotas, incompatibles con la lógica de la sociedad moderna. Los segundos, en cambio, al estar geográficamente más próximos a la civilización moderna, estarían influidos por la evolución de ésta y, por tanto, gozarían de un nivel de compatibilidad superior al de los pueblos “primitivos”, pero inferior al de las clases altas de las sociedades modernas [28].
La propuesta teórica de Corso se redefine aún más en otro volumen publicado en 1927, titulado Reviviscenze. Studi di tradizioni popolari [29] [Reviviscencias. Estudios sobre las tradiciones populares], en el que introduce el concepto de “reviviscencia” que, según él, debería situarse junto al concepto de supervivencia. Existiría una diferencia temporal y lógica entre ambos términos. De hecho, sólo la reviviscencia sería capaz de adaptarse a la contemporaneidad, ya que, aunque vinculada a un pasado lejano, conservaría su lógica y un papel funcional en la vida de la comunidad. La supervivencia, en cambio, permanecería fundamentalmente ligada a su dimensión ancestral, sin posibilidad de compatibilizarse con los mecanismos de la sociedad contemporánea [30].
El proceso de institucionalización continuó con la fundación de la revista Il folklore italiano. Archivio trimestrale per la raccolta e lo studio delle tradizioni popolari italiane [31] [El folklore italiano. Archivo trimestral para la recopilación y el estudio de las tradiciones populares italianas], con la que pretende constituir un punto de referencia para la comunidad de investigadores italianos. La revista, dirigida por el propio Corso, ofrece estudios y ensayos sobre tradiciones populares así como artículos y reseñas sobre las últimas iniciativas en el campo de la etnografía italiana. Entre los colaboradores figuran reconocidas personalidades como Giovanni Giannini, Giuseppe Cocchiara, Giuseppe Vidossi, Carmelina Naselli y Raffaele Lombardi Satriani. Il folklore italiano cambió de nombre en 1935 como consecuencia de las imposiciones lingüísticas del régimen fascista que prohibían el uso de palabras de origen extranjero, tal como “folklore”, manteniendo únicamente el subtítulo (Archivio trimestrale...). Debemos subrayar que Corso era un lector atento y que, gracias a sus reseñas de esta y otras revistas, dio a conocer a los lectores italianos numerosas obras de etnografía internacional [32].
En la década de 1920, por tanto, Corso se posicionó como una de las figuras más importantes de la etnografía italiana. Precisamente con el objetivo de dotar a esta disciplina de una sólida base institucional, junto a Giuseppe Cocchiara tomó la iniciativa de organizar el 1er congreso nacional de tradiciones populares, que se celebró en Florencia en 1929. En la organización del congreso participaron numerosas personalidades científicas y políticas de la época, que se reunieron en el seno del Comité Nacional de Tradiciones Populares, creado para los trabajos del congreso y del cual Corso fue nombrado presidente.
Sin embargo, como ha reconstruido Alessandro D’Amato, el papel de Corso en el seno del comité pronto se vio mermado, al tal punto que a principios de 1929 dimitió de su presidencia [33]. Las razones de su dimisión son múltiples y aquí sólo mencionaremos algunas de ellas. En primer lugar, lo contrarió la participación de investigadores como Raffaele Pettazzoni. La rivalidad entre ambos había surgido años antes, durante la redacción de la Enciclopedia Italiana [34]. Corso consideraba que el nombramiento de Pettazzoni a cargo de las entradas folklóricas de la enciclopedia carecía de fundamento, ya que él era quien debería encargarse de esos temas [35]. En segundo lugar, el Comité proponía lanzar una nueva revista (Lares [36]) una vez finalizado el congreso, mientras que Corso habría preferido darle un mayor protagonismo a Il folklore italiano. Por último, el Comité eliminó algunas secciones del congreso propuestas por él, tales como aquella dedicada al “folklore erótico” [37]. Una vez abandonado el Comité, Corso integró, en carácter de director, el Instituto “Niccolò Tommaseo”, que estudiaba las tradiciones populares y la poesía dialectal [38]. Más tarde, participó en el II Congreso Internacional de Tradiciones Populares de Amberes, celebrado del 28 de agosto al 7 de septiembre de 1930, como ponente del Comité Italiano de Artes Populares [39]. Sin embargo, a partir de ese momento su influencia en el ámbito de los estudios etnográficos italianos empezó a menguar. Corso ya no tendría la centralidad que tuvo durante la década de 1920 y esto se debió también a la decisión de las autoridades fascistas de organizar todas las actividades relacionadas con el estudio de la cultura popular bajo la Opera Nazionale Dopolavoro, convirtiendo de hecho a la revista Lares en el órgano oficial de la propaganda de la etnografía italiana fascista [40]. Por otra parte, a pesar de su posición institucional, la contribución de Corso a los preparativos de la Exposición de tradiciones populares prevista en el marco de la Exposición Universal de Roma de 1942 [41] fue mínima. Digna de mención es, en cambio, su presencia en el Congreso de Tradiciones Populares celebrado en París en 1937, a pesar de que la participación italiana fue muy limitada [42].
En este mismo periodo, Corso asumió una posición más importante en el panorama italiano de la etnografía extraeuropea, sobre todo por el hecho de que en 1933 fue nombrado titular de la cátedra de etnografía del Instituto Oriental de Nápoles [43]. Su función académica se vio especialmente favorecida por la política colonial del régimen, ya que éste se apoyaba en gran medida en el conocimiento de las ciencias del Hombre para administrar los territorios de ultramar [44]. Debido a la necesidad de conocer los territorios coloniales, Corso tuvo la oportunidad de realizar su única investigación de campo en un territorio no europeo. En febrero de 1935 viajó a Libia, concretamente a la cuenca del Gat, para estudiar las costumbres y tradiciones de los tuaregs en una misión apoyada y financiada por el Ministerio de Educación Nacional y el gobierno colonial de Libia [45].
Como ya anunciaba en 1916 en un artículo en la Rivista Coloniale [46] [Revista Colonial], para Corso la etnografía es una disciplina estrechamente ligada a la historia del colonialismo ya que “la expansión del mundo colonial [ha] suscitado la descripción y estimulado el conocimiento de los dominios de los Estados europeos” [47]. Casi se podría decir que Corso subordina la experiencia etnográfica y el estudio de los pueblos en situación colonial a la voluntad política del colonialismo italiano y, en este sentido, sienta las bases para la definición de un paradigma de una “antropología de Estado”. De hecho, Corso se encuentra en gran medida implicado en las iniciativas del régimen fascista al punto tal de que es nombrado por Mussolini miembro del Consejo Superior de Demografía y Raza [48] y desempeña un papel decisivo en la redacción del segundo manifiesto de la raza [49]. Entre los acontecimientos más destacables de este periodo señalaremos la presencia de Corso en el VIII Congreso “Alessandro Volta” (Roma, 1938) centrado sobre el tema de África, en la que Corso analizó la relación entre colonos y “nativos”, haciendo hincapié en las diferencias raciales entre ambos grupos [50].
En 1941 publicó el manual Etnografia. Prolegomeni [51] [Etnografía. Prolegómenos], reeditado posteriormente en varias ediciones, con el objetivo de proporcionar un instrumento didáctico a los estudiantes universitarios.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Corso reanudó la publicación de su propia revista bajo el título Folklore. Rivista di tradizioni popolari [Folklore. Revista de Tradiciones Populares], que duró hasta 1959. No cambió de orientación con respecto al período de entreguerras y hubo algunas colaboraciones internacionales de considerable interés, mencionaremos aquí sólo algunos : Charles Speroni [52], Tobías Rosemberg [53], Verissimo De Melo [54] y Mário Ypiranga Monteiro [55]. Paralelamente, Corso tuvo su reconocimiento en la escena internacional. Por ejemplo, pasa a formar parte de la comisión del Club Internacional de Folklore, fundado por el etnógrafo brasileño Verissimo De Melo con el objetivo de reunir a estudiosos de diferentes continentes. Aunque fue invitado, por motivos de salud no pudo participar en el Congreso Internacional de Folklore, celebrado en São Paulo en 1954 [56].
En Argentina, la obra de Corso constituye una referencia importante para los estudios etnográficos del país al punto tal que la sociedad de folklore de Tucumán tomó la iniciativa de rendirle homenaje al investigador calabrés [57]. La obra Folkloristas e instituciones folklóricas del mundo de Félix Coluccio cuenta con una introducción de Corso [58]. Asimismo, en 1966 en Argentina se tradujo [59] el manual Folklore, bajo el sello de la editorial de la Universidad de Buenos Aires [60]. Además, Corso es el único estudioso italiano importante que publica en la revista Runa. Archivo para las ciencias del hombre, fundada por el antropólogo José Imbelloni, con quien dialoga en el marco de un intercambio recíproco de información entre ambos países [61].
En Italia no le faltaron actividades importantes : Corso presidió el Congreso de Estudios Etnográficos (1952) y el Congreso de Etnografía y Folklore del Mar (1954), ambos celebrados en Nápoles [62]. En 1953 publicó la cuarta edición del manual Folklore, versión enriquecida con nuevos apéndices [63]. En 1949, formó parte de la comisión que asignó las primeras cátedras de historia de las tradiciones populares a Carmelina Naselli, Paolo Toschi y Giuseppe Cocchiara, respectivamente. Pero la creación de las cátedras de tradiciones populares representa también el momento en que la cátedra de etnografía de Corso pierde el papel central que había desempeñado en las décadas anteriores [64]. Prueba de ello es que, si bien Corso formó parte del Comité del 5to congreso de tradiciones populares (Turín, 1948), no estuvo presente ni en el 6to (Cagliari, 1956) ni en el 7mo (Chieti, 1957).
La marginación de Corso se debe también a los debates con los nuevos académicos de la historia de las tradiciones populares, en particular Giuseppe Cocchiara y Paolo Toschi. Con respecto al primero, Corso le reprochó que lo omitiera deliberadamente de su obra Storia del folklore in Europa [65] [Historia del folklore en Europa], a pesar, según él, de su reputación internacional [66]. Influenciado por la filosofía de Benedetto Croce, Cocchiara reconstruye una historia de los estudios folklóricos en Europa según la línea interpretativa del historicismo idealista en la que es el propio Croce quien representa el periodo más reciente de dichos estudios, mientras que a Corso ni siquiera se lo menciona [67]. El acercamiento a Croce y el distanciamiento de Corso se ratifica más tarde cuando, durante el sexto congreso de tradiciones populares en Cerdeña [68], Cocchiara pronuncia una comunicación con el elocuente título, “Le tradizioni popolari sono preistoria contemporanea ?” [¿Las tradiciones folklóricas son acaso prehistoria contemporánea ?] [69], en la que excluye cualquier intento de considerar el documento folklórico en términos de supervivencia y critica así el enfoque expuesto por Corso en su manual.
En cuanto a Toschi, el debate surgió tras la publicación de su libro Romagna tradizionale [70]Romaña tradicional], editado y publicado en 1952 por el propio Toschi. Corso escribió una reseña crítica sobre él en la que subrayaba ciertos errores [71]. Toschi contraatacó con una larga réplica que apareció en la revista que dirigía, Lares, en la que primero exponía las distintas reseñas positivas que había recibido en Italia y luego argumentaba punto por punto contra las críticas de Corso [72]. Corso por su parte insistió replicando desde las páginas de su revista destacando el hecho de que Toschi no cita su obra, en particular su manual [73]. Toschi desafía lapidariamente a su adversario mediante un artículo salaz « Un folklorista di ieri » [74][“Un folklorista del ayer”], cuyo título subraya elocuentemente el declive de la figura de Corso [75].
Sin embargo, hay que recordar que la marginalización de Corso no se debe únicamente a las críticas de sus contemporáneos, sino también a la refundación disciplinar de la etnografía en la Italia posterior a la Segunda Guerra Mundial. La visión estética y nacional de las tradiciones populares propuesta por Corso, en la que la necesidad de una “ciencia del folklore” se considera una realidad sic et simpliciter de las naciones modernas, se vio pronto superada por la aparición de nuevos enfoques, como el pensamiento de Antonio Gramsci o la investigación meridionalista de Ernesto De Martino, más orientados hacia el análisis social e histórico de la cultura popular [76]. A ello se añade el hecho de que no dejó un legado sólido en el contexto italiano, una “escuela” cuya memoria hubiera podido dar relieve a su obra, a pesar de sus afirmaciones en sentido contrario [77].
Corso murió en Nápoles en 1965. El Museo de Etnografía y Folklore de Palmi (Calabria) lleva su nombre.