Es sabido que el impulso que incita a todos los países hacia la Antropología se mantiene en el primer tiempo estrechamente limitado a la esfera local, y que sólo al cobrarse densidad de obra e intensidad de saber, llega el convencimiento de que ese pequeño círculo ha de resultar infranqueable sin antes conocer el panorama del continente, y luego del mundo. Pensamos que la Antropología argentina ya ha rebasado la etapa de curiosidad lugareña, y puede —más bien debe, ahora que en muchos laboratorios de Europa ha cesado el trabajo que les diera tanta fama— participar directamente del diálogo científico que se debate entre las universidades de los países de alta cultura, afrontando los problemas de mayor responsabilidad.
José Imbelloni, Cuatro Palabras
Introducción
Las revistas académicas constituyen un prisma privilegiado para observar los procesos de institucionalización y profesionalización de las ciencias ya que nos permiten explorar agendas de investigación, problemas y debates teóricos, así como elencos de actores, sentidos de pertenencia y procesos de cambio que hacen a la práctica científica en su doble condición de constructora de conocimiento y de legitimación de agentes (Salatino, 2019). Aunque la historiografía de la Antropología argentina ha recurrido frecuentemente a las publicaciones periódicas como documentos, son todavía escasos los estudios que las toman como unidades de análisis en sí mismas. Entre ellos, cabe mencionar el trabajo de Bonnín y Laguens (1984-85) sobre las citas de Arqueología argentina en las revistas Relaciones y Anales de Arqueología y Etnología, y el de Cajaraville (1998) sobre el rol de las publicaciones en la formación de la Antropología social entre 1984 y 1995. Asimismo, Carrizo (2010) ha contribuido con un estudio cualitativo de las publicaciones del Instituto de Etnología (luego de Antropología y más tarde de Arqueología) de la Universidad Nacional de Tucumán entre 1929 y 2005, mientras que Kligmann y Spengler (2016) analizaron el primer cuarto de siglo de la revista Arqueología de la Universidad de Buenos Aires. En cuanto a Runa, existen dos estudios previos en los que es abordada en conjunto con otras publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras, indagando en su papel en las relaciones entre política académica y política nacional desde 1946 hasta 1966 (Guber y Rodríguez, 2011) y en los discursos sobre el ser nacional (Gattari, 2017).
En el epígrafe, tomado de las “Cuatro palabras” que inauguran Runa, José Imbelloni (1948), fundador y primer director, establecía como propósito principal de la revista el de ser el vehículo que permitiera a la Antropología argentina participar “directamente del diálogo científico que se debate entre las universidades de los países de alta cultura” (p. 6) (ver Masotta, 2022). Esto parecía factible dado que, según el autor, la Antropología nacional ya había “cobrado densidad de obra e intensidad de saber” y “rebasado la etapa de curiosidad lugareña” (p. 6). Runa surgía entonces con el fin de proyectar la Antropología argentina a la escena mundial de la disciplina, lo cual suponía reacondicionar su habitual papel de receptora de ideas (y de personas) — pero, sobre todo, implicaba asignarle un nuevo rol de “centro de distribución” —quizá incluso de emisión— de saberes, aprovechando la coyuntura de posguerra que, a juicio de Imbelloni, había llevado a que los “laboratorios europeos” de la Antropología “cesaran” la producción que les diera renombre. Así, la nueva vocación internacional con que nacía Runa se expresaría ofreciendo sus páginas a las Antropologías de Europa, América y del resto del mundo, al mismo tiempo en que se apuntalaba el protagonismo de la Antropología argentina en el campo del americanismo mundial.
Semejante equiparación entre la Antropología nacional y la de los “países de alta cultura” no era tarea sencilla pues conllevaba una tentativa de alteración de los términos del intercambio internacional de saberes y valoraciones atinentes en particular a los problemas americanos. En analogía con la contemporánea política económica del peronismo, podría decirse que Imbelloni buscaba “sustituir importaciones”, entendiendo por esto la producción sustentable de una Antropología “de exportación”. Ya no bastaba con enviar “los granos y las carnes” de una Antropología “lugareña” a las usinas centrales del saber ; había llegado el tiempo de agregar valor (ideas, personas, instituciones, financiamiento, circuitos) al conocimiento local, para lo cual era preciso imaginarse a la Antropología argentina como aspirante al estatus de “potencia regional”. Sin embargo, los posibles grados de autonomía de este proyecto de internacionalización de la Antropología argentina estaban condicionados por ciertas agendas disciplinarias, teóricas, temáticas e ideológicas de las academias antropológicas italiana, española y de lengua germánica, con lo cual se seguía tributando no sólo a estilos eurocéntricos del americanismo, sino sobre todo a una alianza que, en retrospectiva, se revelaría desventajosa a la luz del modelo de internacionalización propugnado desde la academia estadounidense.
En este artículo investigamos la experiencia de Runa como un modelo sui generis de inserción internacional de la Antropología argentina, tomando como documento principal los primeros seis volúmenes editados entre 1948 y 1954, coincidentes con la gestión de Imbelloni al frente del Instituto de Antropología [1]. Veremos de qué maneras Runa busca establecer las condiciones de un diálogo entre un grupo escogido de Antropologías europeas, sudamericanas y norteamericanas, y una Antropología argentina troquelada por la agenda de investigación y académica de su director. Dado que dicho diálogo internacional se expresa en la textualidad y en el diseño editorial de Runa, es necesario analizar la “línea” de la revista, la distribución de autorías, las secciones internas (artículos, comentarios, reseñas y noticias de las academias foráneas) ; complementariamente, examinamos el “rastro de papeles” (correspondencia, listas de intercambio, etc.) de la gestión de Imbelloni a los fines de reconstruir las prácticas de circulación socio-material de Runa a través de las redes internacionales indicadas y performadas por la representación textual del diálogo científico [2]. Buscamos así responder las siguientes preguntas generales : ¿Cómo incidió la trayectoria de Imbelloni y la coyuntura institucional de la Antropología argentina en este proyecto ? ¿Qué implicaba la concepción de Runa como órgano del Instituto de Antropología y cómo afectaba ésta el diálogo internacional expresado en su lógica editorial ? ¿Cuáles fueron las Antropologías extranjeras privilegiadas en este diálogo catalizado por la circulación internacional de Runa ? ¿Qué modalidades asumió dicho intercambio internacional y qué procedimientos técnicos y materiales involucró ? ¿Cuál fue el papel condicionante de las fuerzas socioeconómicas y políticas a nivel mundial y nacional sobre el proyecto de una Antropología argentina “de exportación” con cierto grado de autonomía ?
Coronación
Runa fue un proyecto largamente madurado por su creador. Hacia 1948 José Imbelloni contaba con sesenta y tres largos años y disfrutaba una posición centralísima en el campo antropológico argentino, nutrida de un amplio reconocimiento internacional construido durante un cuarto de siglo [3]. Su carrera en la Argentina comenzó en 1921 con la publicación en el Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires de su tesis doctoral en Ciencias Naturales, defendida en la Universidad de Padua el año anterior. Durante los años veinte fue por un tiempo encargado de la Sección de Antropología del Museo Etnográfico mientras dictaba distintos cursos de Antropología e Historia en el Profesorado de Historia y en las universidades del Litoral y de Buenos Aires ; en 1931 ingresó al Museo de Historia Natural de Buenos Aires como Jefe de la Sección de Antropología, desde donde pudo consolidar su trayectoria hasta obtener en 1939 la titularidad de la cátedra de Antropología y Etnografía en la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. El ejercicio de estos diversos cargos académicos fue acompañado de diversas publicaciones en prestigiosas revistas como Anthropos, Zeitschrift für Rassenkunde, Mitteilungen der Anthropologischen Gesellschaft, en las actas de los Congresos Americanistas de la época y en diarios de la colectividad italiana, La Razón, La Prensa y La Nación (Martínez Soler y Vidal Fraitts, 1967). Al éxito editorial de La esfinge indiana, publicada en 1926 por El Ateneo, le siguió el Premio Eduardo Holmberg otorgado por la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Física y Naturales en 1933 y su incorporación en 1937 a la Academia Nacional de la Historia. Hacia la misma época Imbelloni concibió la Biblioteca Humanior del americanista moderno [4] que se iniciaría en 1936 con la aparición de Epítome de culturología bajo el sello editorial de José Anesi [5]. Ese mismo año salió a la luz su contribución a la monumental Historia de la Nación Argentina dirigida por Ricardo Levene desde la Academia Nacional de la Historia. Este estilo de publicaciones panorámicas y sintéticas se extendió al ámbito internacional durante la década siguiente. En 1943 tuvo lugar la participación internacional más valorada por el propio Imbelloni, ya que lo reconocía como parte de la flor y nata de la Antropología italiana de entonces, en la renombrada obra colectiva Le Razze e Popoli della Terra, dirigida por el antropogeógrafo Renato Biasutti. De modo similar, fue incluido como especialista en el señero Handbook of South American Indians, editado por Julian Steward en 1946, con un artículo sobre “cephalic deformations”. A todo esto se suman sus contribuciones sobre temática americanista a la Enciclopedia Italiana durante los primeros años de la década del treinta, así como a la Enciclopedia Espasa [6]. Por último, cabe mencionar como indicador de la autoridad de Imbelloni su propuesta de creación de una carrera de “Ciencias de las Américas” [7], elevada en 1937 al decano de Filosofía y Letras Coriolano Alberini (Imbelloni, 1943, 130-136 ; Imbelloni a François 21-7-1950/ carpeta 17) [8].
En síntesis, una sólida posición en el Museo de Historia Natural, la cátedra de Antropología y Etnografía en la Universidad de Buenos Aires, su cargo en la Sección Antropología del Museo Etnográfico, la ubicuidad de su nombre en las revistas nacionales de temática antropológica y un proyecto de institucionalización de la enseñanza de la Antropología, a lo que se agregaba una destacada presencia internacional, explican, junto con afinidades ideológicas nacionalistas y oportunas maniobras político-académicas, que José Imbelloni fuese promovido a la posición dominante de la Antropología en Filosofía y Letras al calor de la reorganización llevada adelante por el peronismo en la Universidad de Buenos Aires en 1947.
Efectos de la reforma universitaria peronista en el campo antropológico argentino
Hacia los años cuarenta la Antropología en Argentina mostraba signos de institucionalización creciente, con la emergencia de posiciones y roles para las cuales se requerían conocimientos específicos (Abbott, 1988) tanto en el espacio académico (Perazzi, 2003 ; Fígoli, 2004) como, en menor medida, en la burocracia estatal (Lazzari, 2004 ; Soprano, 2009) [9]. En este contexto, en 1947 el gobierno justicialista sancionó la Ley nacional N° 13.031 de reorganización administrativa de los claustros universitarios, limitando la autonomía universitaria, así como la designación de autoridades y profesores en pos de un intento de quebrar el corporativismo interno, orientar la universidad hacia las “necesidades nacionales” y abrir el ingreso a sectores sociales que antes no tenía acceso a estos estudios. La ley generó fuertes oposiciones entre muchos profesores y estudiantes embanderados en el reformismo del Dieciocho que percibían en ella no sólo un golpe al autogobierno sino una reacción ideológica conservadora y católica [10]. La gran cantidad de docentes desplazados por la reorganización [11] afectó el cuadro vigente de las instituciones y de los antropólogos en los puestos académicos oficiales. En la Universidad de Buenos Aires quedaron cesantes de Aparicio [12] y Márquez Miranda e ingresaron Osvaldo Menghin [13] y Marcelo Bórmida, al mismo tiempo que desaparecía el polo de Antropología y Etnografía en el Museo de Historia Natural de Buenos Aires. En el Museo de La Plata permaneció Vignati mientras se incorporaba Alberto Rex González, sufriendo Márquez Miranda la misma suerte que en el Museo Etnográfico. En el Instituto de Tucumán fue desplazado Palavecino (quien logró, no obstante, reinsertarse en La Plata) y continuaron Osvaldo Paulotti, Dick Ibarra Grasso y Armando Vivante ; a ellos se agregó el croata Branimiro Maleš quien asumió la dirección en 1948 [14]. Canals Frau dejó la dirección del Instituto de la Universidad de Cuyo, siendo reemplazado por el húngaro Miguel de Ferdinandy, pero consiguió sumarse al recién organizado Instituto Étnico Nacional. En Córdoba, Serrano prosiguió con sus tareas tras un breve paso por Tucumán. Permaneció sin cambios el plantel del Instituto Nacional de la Tradición mientras que la Sociedad Argentina de Antropología entró en un declive forzoso debido al retiro del financiamiento oficial en julio de 1945 y al desplazamiento de algunos de sus principales protagonistas [15]. Fue en estas circunstancias que Imbelloni llegó al vértice superior de la Antropología porteña. Sin embargo, y a pesar de ser un beneficiario directo de la reorganización del claustro, estaba lejos de ser considerado por sus pares, en virtud de los antecedentes ya mencionados, un profesor “flor de ceibo” [16].
“Nuestro propio plan quinquenal” : Runa, órgano del Instituto de Antropología, e ideales nacionalistas
Si bien las transformaciones referidas afectaron la continuidad de algunas publicaciones (justamente Relaciones, de la Sociedad Argentina de Antropología), el campo editorial de la época estaba en crecimiento y exhibía una tendencia a la diversificación [17]. En dicho campo se insertaría Runa, amarrada al proyecto del Instituto de Antropología pergeñado por Imbelloni. En carta fechada el 24 de junio de 1947 dirigida al delegado interventor de la Facultad de Filosofía y Letras, el filólogo Enrique François, Imbelloni detallaba “por decir así, ‘nuestro propio plan quinquenal’” que incluía tres objetivos : “1. la investigación sobre el terreno ; 2. el estudio y la publicación de los resultados ; 3. la docencia” [18]. Con respecto a las publicaciones, Imbelloni expresaba :
El resultado del estudio de las colecciones recogidas o a recoger de inmediato formará el objeto de adecuadas comunicaciones científicas a cargo del personal especializado […] El órgano del Instituto que será conocido antes que termine el año de 1947 [el lanzamiento se postergó un año] será el lugar natural de estas publicaciones en su aspecto ordinario ; su nombre es Runa. Archivo para las Ciencias del Hombre. Las primeras entregas darán a conocer los resultados de los estudios del personal del Instituto y de los especialistas ligados al mismo por afinidad de trabajos y de ideales nacionalistas (Imbelloni a François, 24-6-1947/ carpeta N°17, énfasis agregado).
Recordaba al interventor la necesidad de reforzar el presupuesto en general, en particular en el rubro de publicaciones, destacando que su alto costo no era justificativo para “ausentarnos de la palestra científica continental, ni para venir menos a las obligaciones de alta cultura del país” (Imbelloni a François, 24-6-1947/ carpeta N°17).
En cuanto al nacionalismo, un casi desconocido prólogo de Imbelloni a un libro del periodista ítalo-argentino Dionisio Baia [19], ofrece pistas claves para interpretar el sentido que le otorgaba nuestro autor :
Profunda fe en los destinos del país y el más cálido patriotismo […] en atormentada búsqueda de las raíces más profundas y sanas de la argentinidad, concebida no solamente como epifenómeno del pasado, sino como savia y fermento de lo potencial y lo venidero. [Más adelante, en referencia implícita al fascismo] Esta edad nuestra ha sufrido y sufre los dolores de colosales gestaciones […] El pensamiento y el gesto de los pueblos están, desde uno o más lustros, en proceso de cambio subterráneo ; entiendo hablar especialmente de los pueblos alejados de los centros energéticos [como Argentina] […] El añejo superindividualismo de infiltración ibérica se encuentra en una fase de retroceso ante la concepción orgánica y fuerte del Estado […] A la expresión genérica del patriotismo se ha substituido la específica de los deberes y el sacrificio […] Por fin, hemos visto a gobiernos de pura mística nacional, derivar su fuerza de la santidad de sus intenciones y la intuición simpática de grandes masas de ciudadanos no inscriptos en los partidos […] [El líder,] nutrido de una cultura histórica, ha comprendido sin esfuerzo que ni el mundo está perdido ni la civilización está en sus estertores […] La verdad esencial es que las energías que se desencadenan en el drama de la existencia, tanto la orgánica como la histórica, obedecen particularmente al sentido de las antinomias […] [Éste es] el drama más doloroso y promisorio de la moderna Weltanschaaung (Imbelloni, 1938, p. 3-6).
El nacionalismo de Imbelloni se nos presenta de esta manera como una concepción cosmovisional más que político-partidaria, donde se vislumbran los consabidos valores de organicidad, fuerza, jerarquía, esperanza, misticismo, renovación, conducción de masas y destino [20]. En suma, Runa sería el órgano oficial del Instituto donde se publicarían las investigaciones de sus integrantes [21] y de todos aquellos especialistas que exhibieran “ideales nacionalistas”.
Revista de director : Lógica editorial, formato y secciones
Aunque Runa se presentaba como estandarte del Instituto de Antropología, resultaba tácito que se trataba de la revista de Imbelloni, su mentor, editor y gestor principal. En un intercambio con el mencionado François en torno a algunas dificultades surgidas durante la impresión del primer número, puede entreverse la profunda identificación de Imbelloni con su criatura. “Como Ud. sabe, Señor Delegado Interventor […] mi tiempo, mi salud y todo mi poder intelectual y material han sido puestos al servicio de nuestro común ideal, como es el resurgimiento del prestigio del que fuera el Museo Etnográfico” (Imbelloni a François, 19-7-1948/ carpeta N° 17).
El principal papel del editor era intervenir en la selección de contenidos y de los colaboradores. Por entonces eran inexistentes en el ámbito de las publicaciones científicas las convocatorias abiertas y los sistemas de arbitraje estandarizados, de modo que cada texto debía pasar por el tamiz del director y obtener su aprobación para ser publicado. En este caso, como vimos, se privilegiaba la producción del personal del Instituto, a la que se añadía la de colaboradores invitados de acuerdo con criterios de pertinencia temática, de “seriedad” científica, de diplomacia académica y de “nacionalismo” [22]. No hay aquí nada excepcional en Runa, pues en el ecosistema de publicaciones periódicas de su estilo, tanto de alcance nacional como internacional, la mayoría de las revistas fungían como “tribunas de doctrina” de sus directores y, más ampliamente, reproducían los intereses de la institución que representaban. En resumen, Runa tenía los atributos de un house organ en el que se conjugaban rasgos de “editorialismo” implícito y de “profesionalización” (Salatino, 2019, p. 119). En la siguiente tabla de distribución de autorías, puede advertirse que el director y su protegido Bórmida —ver Silla (2022) y Sardi (2022)— concentraban, junto con Menghin [23], la responsabilidad de más de la mitad de los 196 textos firmados en las diferentes secciones de la revista durante este período [24].
Tabla 1. Distribución de autorías
El resto de los autores estaba conformado mayoritariamente por discípulos de Imbelloni (como Osvaldo Paulotti) y algunos allegados (como Daniel Hammerly Dupuy, Manuel Llarás Samitier, Justo Garate). Por lo general, Imbelloni, Menghin y Bórmida se ocupaban de las reseñas, aunque en este espacio también se hacían visibles las firmas del personal técnico del Instituto.
La revista se organizaba en cuatro secciones : “Trabajos originales”, “Extractos y contribuciones”, “Reseñas y “Noticiero” ; en el volumen V se agregó “Otras publicaciones recibidas” y en el VI apareció como “Rúbrica fija” la temática de la isla de Pascua abordada en exclusividad en el número IV. Las seis entregas de Runa, desde 1948 a 1954 inclusive, tuvieron una regularidad casi perfecta de un volumen por año, a excepción del VI que reunió los años 1953 y 1954 [25].
Considerando la totalidad de los “Trabajos originales” y “Extractos y contribuciones” de los seis volúmenes, los textos de esta primera fase de Runa se reparten en las varias subdisciplinas antropológicas, pero se manifiesta un fuerte predominio de la Arqueología y de la Antropología Física (41 escritos equivalentes a más del 55% del total) seguidas de muy lejos por la Etnografía (9 textos que llegan al 12%) y el resto de las especialidades.
Tabla 2. Distribución de subdisciplinas
Se ven aquí reflejadas las áreas cultivadas por los principales animadores de la revista : raciología indígena, poblamiento americano, prehistoria mundial y de Patagonia, Arqueología “protohistórica” del noroeste, etnografía de aborígenes americanos y cuestiones “culturológicas” como escritura y religión. Un lugar especial le corresponde a la publicación de los resultados de las expediciones patrocinadas por el Instituto, la primera de ellas a la Patagonia, con gran despliegue logístico, y la segunda a la de isla de Pascua, encomendada a Marcelo Bórmida, a la que se le dedica un número especial y una sección fija en otros volúmenes [26].
Una vez delineadas las circunstancias de aparición de Runa referidas a la trayectoria y al proyecto de Imbelloni en la coyuntura del campo antropológico argentino, y descriptos los objetivos, la lógica editorial y la agenda teórico-temática de la revista, pasemos a explorar las modalidades de internacionalización de la publicación.
El diseño editorial del diálogo internacional en Runa
Consideramos que el modo en que el diálogo internacional es representado en Runa tiene efectos de interpelación específicos que vale la pena explorar. Un nivel manifiesto de intertextualidad se despliega en el seno de cada artículo o contribución donde cada autor, recurriendo a la cita y la glosa, dialoga y polemiza con sus pares nacionales e internacionales. No abordaremos aquí esta dimensión dado que, por su carácter de separabilidad material —la separata— puede efectivamente desligarse del conjunto de la publicación. Ahora bien, si prestamos atención a los signos del diálogo internacional derivados de la vertebración formal de la revista misma, observamos que las voces extranjeras están concentradas casi exclusivamente en las secciones “Reseñas bibliográficas” y “Noticiero” que aparecen detrás de una primera parte en la que el “personal del Instituto” —esto es, mayormente Imbelloni, Menghin y Bórmida— han establecido sus contribuciones. Consideramos que esta organización afecta diferencialmente la experiencia (de lectura) del diálogo internacional. Mientras que al lector local se le daba la posibilidad de situar los artículos de fondo en un diálogo con el movimiento de ideas en el extranjero, el lector no residente en la Argentina —por lo general perteneciente a los ámbitos académicos de los que Runa daba noticias y reseñaba obras— ensayaría (potencialmente) otra experiencia de lectura, pues no solamente estaría tomando conocimiento de la producción de autores de y sobre la Argentina y América, sino que también percibiría el hecho mismo de una academia antropológica argentina dialogando con sus homólogas de otras naciones. A esta organización textual de doble nivel cabe añadir un efecto dialógico más “vivo” introducido en el volumen VI. Se trata del “comentario” por parte de un miembro del staff del Instituto a las pocas contribuciones originales firmadas por antropólogos extranjeros. Así, por ejemplo, los comentarios de Imbelloni a los artículos del español Ballesteros Gaibrois y del italiano Corso establecen una interlocución explícita con sus pares que es todo a la vez : reconocimiento mutuo, señalamiento crítico constructivo y delimitación de esferas de influencia académica. Cabe destacar que, por política editorial “nacionalista” del editor de Runa, el idioma en que discurría este diálogo científico era el castellano [27]. Esta elección idiomática, sin embargo, no afectaba grandemente a su potencial público puesto que, al tratarse de una revista especializada en americanística, se suponía que el lector extranjero tenía competencia mínima en lenguas latinas. En cuanto a las traducciones, éstas fueron muy escasas en esta primera fase, a excepción de unas pocas del italiano y el texto “gancho” [28] de Menghin sobre “migrationes mediterraneae” (origen de los ligures, íberos, aquitanos y vascos) publicado en el número inicial y traducido del alemán por el español Antonio Tovar.
La proporción de voces nacionales y extranjeras en este diálogo internacional debía correlacionarse con el carácter de house organ de la revista, privilegiando así a las primeras sobre las segundas. Esto queda expresado en la tabla que sigue, referida a la residencia de los autores y colaboradores de todos los tipos de texto, con 158 textos con firmas de la Argentina (poco más del 80%) y sólo 38 de autoría foránea (casi 20%).
Tabla 3. Residencia de autores y colaboradores
Redistribuyendo este último universo de residentes extranjeros por países, se observa un primer indicio de cuáles son los interlocutores privilegiados por el editor en este diálogo internacional. La tabla que figura a continuación nos muestra un pronunciado sesgo en favor de las academias antropológicas de España, de Italia y de Alemania Occidental con un total de 13 textos (de todo tipo), o sea, en torno a un 33%. Sin embargo, el país con más casos (6) es México, y si bien este espacio académico era una importante referencia para Imbelloni, aquí el intercambio está fuertemente concentrado en Juan Comas, el antropólogo físico de origen español exiliado en aquel país, de gran actuación en la organización institucional del americanismo.
Tabla 4. País de residencia de autores y colaboradores extranjeros
Exploremos ahora la segunda parte de Runa —las reseñas y el noticiero— que concentran la representación del diálogo con el extranjero. Al revisar la sección “Reseñas bibliográficas” salta a la vista que en una revista como Runa la reseña funcionaba como una cita controlada en última instancia por Imbelloni o su aliado Menghin, y tendía a reforzar la línea editorial, ya sea porque el texto comentado acordaba con ella o porque, al contrario, se establecía una distancia polémica. Esto queda aún más claro al reconocer que las reseñas se inscribían en los usos y costumbres de la diplomacia académica, ya que respondían a una relación previa de prestaciones y contraprestaciones con personas o instituciones, o bien la inauguraban a partir de una mención elogiosa.
Tabla 5. Residencia de autores reseñados
En la tabla superior se puede constatar una proporción abrumadora de reseñas de autores que residían en el extranjero, superando el 90% (221 sobre 236). En la tabla que sigue, donde se desagregan los autores extranjeros por países de residencia, se destacan nuevamente los académicos de Alemania Occidental (31, equivalentes a poco más del 14%), seguidos de cerca por los autores de Estados Unidos (27, superando el 12%).
Este equilibrio entre Alemania Occidental y los Estados Unidos es sintomático de una apuesta geopolítica que más adelante analizaremos. En un tercer escalón se ubican los autores reseñados de nacionalidad italiana, sueca, suiza, austríaca y española, que alcanzan en conjunto al 32% del total. Considerando el menor desarrollo relativo de la Antropología de estos países en relación a los anteriores, se trata de una cifra muy significativa que se explica por los lazos del editor y de Menghin con aquellos espacios académicos. Por otra parte, de los 16 textos reseñados de la Antropología francesa, ésta sí de mayor centralidad, tratan en general de Antropología Física, la especialidad de Imbelloni. Por último, entre los autores con residencia en América Latina, sobresalen Perú y Brasil con 12 menciones cada uno, lo cual se corresponde con el hecho de que ambos países eran espacios de las investigaciones del propio director de Runa.
Tabla 6. País de residencia de autores extranjeros reseñados
Veamos ahora la sección del “Noticiero” de Runa para acercarnos con más detalle a las academias en el extranjero con las que el editor dialogaba. Esta sección está redactada por los propios antropólogos extranjeros y aporta información clave sobre movimientos de personal, publicaciones, congresos, expediciones, obituarios, etc. En la tabla que exponemos a continuación, donde se representan las academias foráneas mencionadas en el “Noticiero”, sobresalen, respecto de Europa, Italia, Alemania Occidental y España, y, en menor medida, Austria, Suecia y Francia. En referencia a América, son mayoritarias las noticias de los Estados Unidos, aunque comparadas con el cúmulo de las novedades de México y América del Sur, quedan en desventaja. Esta distribución se corresponde con el patrón de interlocución que venimos advirtiendo, coincidiendo en general la nacionalidad de los autores extranjeros reseñados con un interés más amplio en sus espacios académicos.
De esta descripción surge que la organización formal de las distintas secciones de Runa pone en escena un diálogo internacional en el que el editor busca armonizar el “alto volumen” de la producción del staff con algunas “voces” de las academias extranjeras seleccionadas en función de alianzas y proyectos científicos convergentes. A los fines de ponderar el correlato de sociabilidad de este dispositivo editorial del diálogo internacional debemos adentrarnos en los procesos de circulación e intercambio de la revista como objeto material.
Tabla 7. Academias extranjeras mencionadas en el Noticiero
El canje y otras modalidades de circulación : Política y moral del reconocimiento
En la contratapa del volumen III de 1950 se enumeraban cuatro modalidades de intercambio. Las dos primeras —la reseña bibliográfica y la corresponsalía— ya han sido tratadas y señalan una operación de recepción de lo extranjero que se espejaba, respectivamente, en las secciones “Reseñas bibliográficas” y “Noticiero”. Las restantes modalidades, el canje y la compra, remiten a las prácticas de circulación de Runa y se intersectan con el diálogo textualizado que se desarrolla en su contenido. A éstas se añade una quinta manera de difusión : la donación, o sea, el envío gratuito de la revista a criterio del director. A diferencia de una reseña o noticia en la revista —el diálogo textualizado—, las prácticas de compra-venta, canje y donación de la revista —la circulación— nos permiten explorar dimensiones poco atendidas del reconocimiento académico, en este caso internacional. En efecto, los estudios sobre circulación internacional de revistas científicas que destacan las asimetrías y jerarquizaciones de la “ciencia universal” (diferenciales de recursos, de visibilidad, de disciplina, de idioma, etc.) y sus efectos de distinción, suelen plantearse en términos sistémicos (Beigel, 2010 ; Beigel y Salatino, 2015) relegando a un segundo plano la dimensión experiencial de estos fenómenos por parte de los propios actores. El análisis que proponemos a continuación busca avanzar en una complementación preguntándose por los modos en que se despliega el reconocimiento mutuo a la hora de disponer los intercambios materiales concretos.
Veamos el intercambio vía compra-venta. Decía el anuncio en el volumen III que las “bibliotecas y particulares que deseen adquirir este tomo de Runa, deben dirigirse a la Oficina de Venta de Publicaciones”. Esta modalidad estaba orientada al ámbito local y quedaba afuera de los términos del intercambio simbólico que pretendía dirigir Imbelloni. En contrapartida, es el canje el que habilitaba un lazo más estrecho entre circulación y reconocimiento y se justifica en los valores universalistas de la ciencia tales como la colaboración mutua, la publicidad de los resultados y la crítica constructiva en pos del conocimiento y del bienestar humano. El canje se inscribe en la lógica del don y el contra-don, comprometiendo el honor de la “persona” en la “cosa” en un circuito simbólico [29]. Aunque Runa se canjeaba también con publicaciones del ámbito nacional (periódicas y no periódicas), aquí nos interesa su inclusión en el “orden consuetudinario que rige las relaciones científicas internacionales” (Imbelloni a François, 19-7-1948/ carpeta N° 17). El aviso del volumen III expresaba :
Al Instituto de Antropología, que edita la Revista Runa, y además otras publicaciones, deben dirigirse las instituciones o personas que deseen entablar el canje para lo sucesivo, indicando con cuáles revistas, periódicos u obras tienen intención de contribuir.
En efecto, de lo que se trataba era de “entablar el canje”, apostando al emparejamiento transitorio de unas “instituciones o personas” frente a otras con el fin de medir recíprocamente su valor a través de sus respectivas publicaciones. Aunque este proceder servía para “tener derecho a las publicaciones especializadas de los gabinetes de Antropología del mundo” (Imbelloni 2-12-1950/ carpeta N° 17) y “compensar las remesas bibliográficas que se reciben” (Imbelloni a Bertotto, 18-5-1951/ carpeta N° 17), este componente utilitario no anulaba su carácter agonista y dispendioso. Teniendo en mente esta ambivalencia de cooperación y rivalidad, utilidad y gasto que esconde el canje, nos acercaremos seguidamente a la textura del reconocimiento que se expresa en las prácticas de internacionalización en torno a Runa.
La negociación de la modalidad de intercambio entre la revista Anthropos y Runa es un ejemplo pertinente. Idealmente, Imbelloni hubiese deseado canjear Runa con “la muy erudita e interesante publicación” (Imbelloni a Bornemann, 10-1-1951/ carpeta N°17), pero dado que Anthropos únicamente admitía suscripciones, se vio obligado a tramitar con el vicedecanato una vía de pago (Imbelloni a Novoa, 13-4-1951/ carpeta N°17). Este pago debía ser entregado en persona a un sacerdote alemán de la iglesia Guadalupe, en Buenos Aires, puesto que, a la sazón, regía en el país la prohibición de girar divisas al exterior debido “a la defensa de las finanzas nacionales” (Imbelloni a Bornemann, 10-1-1951/ carpeta N°17). Tal complicación no solamente no desanimó a Imbelloni —quizá por sus “ideales nacionalistas”—, sino que inclusive accedió a un pedido especial de Bornemann tramitando como excepción una publicidad especial de Anthropos en la contratapa de Runa (volúmenes IV, V, VI). Resulta claro que la adquisición de Anthropos venía inmersa en una atmósfera moral que reconocía de antemano su prestigio, pero por esta misma razón Imbelloni, a su turno, intentaba poner en deuda a Bornemann a través de un favor personal. De esta manera, Imbelloni transformaba el impedimento de canjear Runa por Anthropos, redefiniendo la compra-venta de ésta última como la apertura de un ciclo (de canje) de gentilezas.
Reparemos en otro incidente interesante. Entre las varias instituciones italianas con las que Imbelloni establecía canjes se encontraba el Istituto Internazionale di Studi Liguri dirigido por Nino Lamboglia, que publicaba la Rivista di Studi Liguri. Sucedió que, en el marco de otros intercambios que también incluían libros, Imbelloni reprochó a Lamboglia el haber listado a Runa en su propia revista como una publicación de los Estados Unidos, dejando entrever su ignorancia geográfica (Imbelloni a Lamboglia, 14-6-1950/ carpeta N°17). Lamboglia se disculpó alegando conocer muy bien dónde quedaba la Argentina y explicando que su intención había sido aludir a América en general (Lamboglia a Imbelloni, 9-8-1950/ carpeta N°16). Incidente nimio, no hay duda, pero revelador de la atención celosa que prestaba Imbelloni a los pequeños gestos de reconocimiento que se desplegaban en la práctica del canje.
En caso de que el canje ya hubiese sido entablado, una vía suplementaria de reconocimiento era la reseña o noticia de Runa en la revista asociada. Por ejemplo, en Zeitschrift für Morphologie und Anthropologie, Eugen Fischer [30], cuyo trabajo sobre los pigmeos ya había sido reseñado por Imbelloni en el volumen III de 1950, expresaba que “nuestra revista da una calurosa bienvenida a la nueva hermana y desea su éxito al servicio de nuestras ciencias” (Fischer, 1951, p. 452, nuestra traducción). Asimismo, en Zeitschrift für Ethnologie se publicó en 1954 un largo comentario sobre el volumen IV de Runa dedicado a la Isla de Pascua (Schuster, 1954). Esta recepción —la Runa leída y citada por un público internacional— está ampliamente documentada en la mayoría de las instituciones de los países con los que mantenía un canje. Asimismo, era sistemática la inclusión de Runa en bibliografías especializadas como las del Boletín Bibliográfico de Antropología Americana, American Anthropologist, Journal de la Société des Americanistes, Anthropos, etc. En síntesis, la circulación internacional de la revista no sólo era registrada en los catálogos de bibliotecas de institutos, museos y universidades, o en bibliografías antropológicas, sino que su contenido mismo (los artículos originales) era objeto de reseñas y citas por parte de colegas en el extranjero.
Por último, la donación. Imbelloni reservaba este modo de intercambio a los “especialistas eminentes” internacionales de los que se esperaba un contra-don (reseña, invitación a publicar al director o a un recomendado, y otras contraprestaciones académicas). Podemos definir este intercambio como la modalidad más personalizada del canje, siendo la privilegiada por el editor para circular en el ámbito no académico nacional. Vayan unas breves observaciones que ponen de manifiesto el carácter de “tarjeta de presentación” que tenía la revista para Imbelloni y el Instituto de Antropología. Por ejemplo, casi todo el plantel de los ministros y secretarios del Poder Ejecutivo Nacional, legisladores, funcionarios civiles y militares e instituciones oficiales, así también como los estancieros que lo hospedaron en la Patagonia, los militares chilenos que lo ayudaron en la isla de Pascua, las excompañeras de su esposa en el magisterio, todos ellos y muchos más recibieron Runa como una gentileza de parte de Imbelloni. Entre todos, destaca un caso especialísimo : el regalo de un ejemplar al Presidente Juan Domingo Perón. En dicha ocasión Imbelloni incluyó una carta al Secretario Técnico de la Presidencia que decía así :
Le ruego encarecidamente quiera presentarlo al Excelentísimo Señor Presidente de la Nación. Le envío aquí mismo el comprobante [se refiere a una esquela inclusa] de que no he esperado hasta ver su persona en tan alta cima para mantenerlo al corriente de mis humildes trabajos ; incluso puedo decir que he sentido luego una especie de reticencia motivada por la alta misión que ocupa todas sus horas (Imbelloni a Subiza, 2-4-1949/ carpeta N° 17).
Runa se transfiguraba en un symbolon de autoridad moral que expresaba la autohumillación honrosa de Imbelloni ante la “alta misión” atribuida a Perón. Algunos años después Imbelloni le prologaría la segunda edición de 1952 de Toponimia patagónica de etimología araucana, hecho cuya trastienda descubre cierta indiferencia por parte del prologado [31]. Este repaso de situaciones en torno a las modalidades y moralidades del intercambio de Runa demuestra que Imbelloni no sólo era un antropólogo reconocido nacional e internacionalmente, sino también un actor social con fuertes vínculos extracadémicos —sobre todo, con las altas esferas de gobierno—, encontrándose en esa coyuntura en muy buenas condiciones de movilizarlos a fin de asegurar el éxito de sus proyectos.
La circulación de Runa requería, por otra parte, el despliegue de acciones y actores específicos. Una vez impresos, los volúmenes destinados al intercambio debían empaquetarse para su envío postal por correo ordinario, aunque no siempre era posible recurrir a esta vía. Por ejemplo, las encomiendas a México, plaza académica clave para Imbelloni, eran gravadas por impuestos aduaneros que el Instituto no podía afrontar. Esta situación llevó al director a gestionar el envío de Runa vía correo diplomático [32]. A todo esto se sumaban los impedimentos reglamentarios para manejar dinero propio y la política económica de restricción de envío de divisas al exterior, lo cual obligaba a recurrir a intermediarios y a modos alternativos de adquisición. Estas circunstancias traen al primer plano la dimensión objetual y técnica de la puesta en circulación de la revista, y obran como un recordatorio de la necesidad de suplementar la historia intelectual y de la ciencia con una socio-fenomenología de los materiales, los medios y las infraestructuras.
El circuito internacional del canje de Runa : De viejas amistades y forzosas neutralidades
En la lista A conservada en el archivo del Museo Etnográfico se consignan las publicaciones periódicas, las instituciones y las personas con las que se canjeaba Runa [33]. Tratándose de una práctica “consuetudinaria”, el canje internacional precedía a la gestión de Imbelloni, pero considerando que Runa fue pensada desde el inicio como “revista mundial”, la red de instituciones y países, tanto como la proporción de intercambios aumentó en forma notable. Al incorporarse a partir de Runa unas 193 nuevas revistas el número total de publicaciones en canje en el Instituto alcanzó la cifra de 321. Esto significaba un incremento de más del 150% [34].
Tabla 8. Publicaciones en canje
Una vez más, los aumentos y nuevos ingresos de publicaciones y países se correlacionan directamente con los vínculos académicos entre Imbelloni y sus colegas en el extranjero. Desagreguemos los países a los que pertenecen estas publicaciones.
Tabla 9. Países participantes del canje [35]
Esta tabla muestra que del total de revistas en canje (sumando la gestión de Imbelloni con las anteriores), los Estados Unidos lideran con 77, seguidos de Brasil con 26, Perú y España con 21, Alemania Occidental con 20 e Italia con 19 publicaciones. Pero estas cifras dicen poco en relación con el sesgo de la internacionalización fomentado por Imbelloni. De hecho, es el canje con Italia y España el que muestra un incremento muy alto : de 2 a 19 y de 3 a 21 revistas, respectivamente. Este salto cuantitativo sólo es atribuible a que los participantes del canje compartían, aparte de sus intereses americanistas, similares visiones teóricas y coordenadas ideológicas. En el caso particular de Italia hay que considerar también el nacionalismo a la distancia de Imbelloni, nunca del todo fagocitado por sus posturas argentinistas, a pesar de las fuertes tendencias asimilacionistas del entorno social, a las cuales contribuían las propias teorías raciales y culturales del autor (Lazzari, 2019). El sensible aumento del canje con la nueva Alemania Occidental (de 5 a 20 revistas), junto con el ingreso de publicaciones provenientes de Suiza y Austria, responde al mismo tipo de afinidades que señalamos, aunque en estos casos habrían tenido mayor incidencia las relaciones y el criterio de Menghin. El incremento del canje con Ecuador, Perú y Colombia se explica por el área de interés de Imbelloni en base a la cual construyó vínculos académicos personales. Brasil y México son casos parecidos, pero el canje aumenta en menor proporción ya que se partía de una base mayor. Es interesante notar que se acrecientan los lazos con los países escandinavos : las revistas de Suecia aumentan en un 100% e ingresan al canje publicaciones de Noruega, Dinamarca y Finlandia, la mayoría de ellas arqueológicas por lo que estaría primando, nuevamente, el interés y los contactos de Menghin. Por otra parte, la novedad del canje con Yugoslavia debe atribuirse a los contactos aportados por el antropólogo croata recién inmigrado/refugiado Branimiro Maleš. El caso de los Estados Unidos resulta interesante. Hay un aumento considerable de las publicaciones sobre una base también muy importante, a tal punto que es el país con el que más revistas se intercambian, pero, como veremos, la agenda americanista de Imbelloni privilegiaba sólo a un sector de este conjunto de interlocutores. Es difícil señalar en esta lista ausencias notorias tanto en términos de países como de publicaciones en el ámbito internacional de la Antropología. Inclusive revistas con las cuales la línea editorial de Runa mostraba poca afinidad, como American Anthropologist o Man, estaban en la lista. Revisemos con más detalle el canje con las publicaciones periódicas de los espacios académicos en el extranjero que resultaban relevantes para el proyecto imbelloniano, mostrando su papel en los procesos de articulación de redes de relaciones personales e institucionales.
Italia y España
La tabla siguiente expresa el cuadro de revistas italianas en el que, salvo las tres más tradicionales —Rivista di Antropologia y Bollettino di Paleoetnologia Italiana, ambas de Roma y Archivio per la Antropologia e la Etnologia, de Florencia—, todas ellas son incorporadas por primera vez al canje con la gestión de Imbelloni, resultando un claro indicador del relevante papel que éste jugó en el ámbito del americanismo italiano como una especie de antropólogo residente en el extranjero [36].
Tabla 10. Revistas italianas
Imbelloni cultivaba relaciones con el polo romano en la figura del paleoantropólogo Sergio Sergi, por cuyo intermedio Bórmida llegaría a Argentina [37].También era de notar el contacto con Piero Barocelli y Renato Boccassino del Museo Preistorico ed Etnografico Luigi Pigorini de Roma, siendo el último un activo sostenedor de la posición histórico-culturalista. La Universidad de Florencia era otro nodo de importancia central en la red de Imbelloni, pues en su Departamento de Geografía se encontraba Renato Biasutti de quien fue colaborador, como ya se refirió, en Le Razze e Popoli y con quien sostuvo una larga correspondencia (Vidal Fraitts, 1968). El entonces director de Archivio, el antropólogo físico Giuseppe Genna, fue el encargado de uno de los dos noticieros sobre la Antropología de la península (volumen I). El tercer antropólogo del círculo florentino con quien Imbelloni se relacionaba era el etnógrafo africanista Lidio Cipriani, asiduo corresponsal de la Revista Geográfica Americana dirigida por Anesi. Cipriani fue uno de los firmantes de Il Manifesto della Razza (1938), libelo antisemita al servicio de la política racial fascista sustentado en un discurso pretendidamente científico (Alliegro, 2011), hecho por el cual luego sería encarcelado y más tarde amnistiado en 1946. En ese trance, Cipriani planificó su venida a la Argentina, pero por razones que ignoramos nunca llegó al país y se dirigió, en cambio, a las islas Andamán, a pesar de que Imbelloni se había ocupado de reservarle una cátedra en la nueva carrera de Antropología en Tucumán (Anesi a Imbelloni, 4-3-1948/ carpeta N° 16). De las dos nuevas revistas romanas, merece destacarse Studi e Materiali editada por el afamado historiador de las religiones Raffaele Pettazzoni [38] con quien Imbelloni sostuvo varios intercambios epistolares sobre temas de religión indígena y fue invitado por aquel a dictar unas conferencias en Roma [39]. Su discípulo Tullio Tentori, con vínculos con los Estados Unidos, firmó el segundo noticiero sobre la academia antropológica italiana aparecido en el volumen III. Annali Lateranensi fue otra de las publicaciones claves incorporadas al canje. Fundados en el Vaticano por el padre Wilhelm Schmidt, los anuarios del Museo Lateranense de Etnología Misionera reafirmaban el compromiso de Imbelloni con la etnología católica (Leone, 1985). Otra novedad de la lista fueron las publicaciones del núcleo napolitano con las revistas Folklore de Raffaele Corso y Etnografía editada por su discípulo Giovanni Tucci (ambos reseñados en Runa por Imbelloni). Corso fue el único nombre de peso de la Antropología italiana de la época que publicó un artículo en Runa (volumen VI). Por último, mencionemos, aparte de algunas revistas de museos locales, el intercambio con la revista Scientia —publicitada en la contratapa del volumen IV de Runa— la cual fue incorporada a partir de las relaciones de Imbelloni con Michele Gortani, geólogo, etnógrafo y político italiano [40].
Esta extensa red debe valorarse en función de los equilibrios diplomáticos de Imbelloni y de sus corresponsales en el contexto italiano de posguerra. Si bien para fines de 1948, año en que salió el primer número de Runa, en Italia ya se había dictado una amnistía general y el Partido Comunista había sido desplazado por la Democracia Cristiana, las relaciones entre la situación posfascista y el peronismo estaban lejos de un entendimiento automático y admitían contraluces políticos e ideológicos (Albonico, 1992, Bertagna 2007). Esto queda reflejado en las prevenciones de muchos de los interlocutores académicos de Imbelloni quienes, en mayor o menor medida, habían estado comprometidos con el veintenno fascista y procuraban reacomodarse a los nuevos tiempos, una situación análoga, como veremos, para Alemania y Austria.
Detengámonos en la tabla correspondiente a España, el segundo país en importancia desde el punto de vista de la tasa de incremento en el canje de publicaciones periódicas.
Tabla 11. Revistas españolas
Aunque España no suele considerarse una fuente de irradiación sobre la Antropología de la Universidad de Buenos Aires, hubo intercambios académicos destacables antes de la Guerra Civil como es el caso de Fernando Márquez Miranda, doctorado en Arqueología en la Universidad Central (hoy Complutense) con la guía del prehistoriador y sacerdote alemán Hugo Obermaier [41]. Las relaciones se intensificaron tras la llegada de Franco al poder estableciéndose lazos con los catedráticos que pasaron a conformar el establishment de la “Antropología franquista”. Así fue que José Pérez de Barradas, Manuel Ballesteros Gaibrois, Julio Martínez Santa-Olalla y Vicente García de Diego asumieron el control de los institutos, los museos, las cátedras y las revistas de Antropología Física, Arqueología, Historia de América y Folklore [42].
El antropólogo físico y arqueólogo Pérez de Barradas, con trabajo de campo en Colombia, era por entonces el director del Instituto Bernardino de Sahagún (semejante al Instituto Étnico Nacional en Argentina). Por su parte, Ballesteros Gaibrois había heredado las posiciones de su padre, el historiador Antonio Ballesteros, y ya desde muy joven dominaba el campo de la historia americanista desde el Instituto de Historia Fernández de Oviedo, el Seminario de Historia de América, ambos en Madrid, y sus satélites en Sevilla y Valencia. El arqueólogo Martínez Santa-Olalla era, a la sazón, Comisario General de Excavaciones y dirigía el Seminario de Historia Primitiva del Hombre en la Universidad Central [43]. Por último, el folklorista Vicente García Diego estaba al frente del Instituto de Filología de la misma casa de estudios. Cabe destacar que los intereses americanistas de todos estos antropólogos estaban inextricablemente asociados a una defensa de la hispanidad desde un nacionalismo de corte católico integrista (Domínguez Gregorio, 2017).
La circulación de materiales, ideas y personas entre las Antropologías española y argentinas se vio favorecida inesperadamente por el “Protocolo Perón-Franco” de 1949, convenio de ayuda económica del gobierno argentino a España que incluía aspectos de cooperación cultural (Rein, 1998). En este marco, Imbelloni (1949) publicó “Las Ciencias Sociales en Argentina” en la revista de la Cámara Argentina de Comercio en España (Font de Matas a Imbelloni, 1-2-1949/ carpeta N° 16), mientras que Ballesteros Gaibrois y Pérez de Barradas visitaron la Argentina en 1951 ofreciendo sendas conferencias en el Instituto de Antropología (Rey Balmaceda 1951). Por su parte, Martínez Santa-Olalla invitó en dos ocasiones a Imbelloni a España quien, no obstante, se vio obligado a declinar por razones laborales (Imbelloni a Martínez Santa-Olalla, 23-6-1952 ; Martínez Santa-Olalla a Imbelloni, 7-5-1953/ carpeta N° 17). Señalemos, además, que Martínez Santa-Olalla fue clave en la llegada de Menghin a la Argentina ayudándole en su instalación (Mederos, 2014) [44].
La red de relaciones entre los miembros del Instituto de Antropología y los catedráticos españoles se reflejaba en las listas de canje. Runa se intercambiaba con Antropología y Etnología —antes Trabajos— dirigida por Pérez de Barradas [45], con Saitabi, Trabajos y Conferencias y Revista de Indias, todas ellas bajo la dirección de Ballesteros Gaibrois, y con las publicaciones de los espacios liderados por Martínez Santa-Olalla y García de Diego, entre otras. Las propias páginas de Runa, por otro lado, muestran la profundidad de los vínculos internacionales. Así, Menghin reseñó un artículo de Martínez Santa-Olalla quien, a su turno, invitaría a Imbelloni a publicar en Cuadernos de Historia Primitiva. Pérez de Barradas escribió uno de los dos noticieros españoles en Runa, siendo el otro redactado por Carlos Alonso del Real, un discípulo de Ballesteros Gaibrois y de Santa-Olalla. El propio Ballesteros colaboró con un artículo que, como ya señalamos, fue comentado por Imbelloni. Resta mencionar la presencia del lingüista Antonio Tovar, reseñista y reseñado en Runa y por entonces profesor invitado en las Universidades de Buenos Aires y de Tucumán, quien, como se dijo, tradujo el artículo inaugural de su amigo Menghin [46].
Países germánicos
Con posterioridad a la partición de Alemania en 1945, los intercambios de publicaciones periódicas se restringieron a las instituciones del sector occidental controlado por los Aliados. El Museo Etnográfico ya canjeaba sus publicaciones con instituciones de Múnich y Hamburgo desde antes de la guerra, pero Imbelloni multiplicó la red de contactos tal como se aprecia a continuación.
La clave para entender esta nómina reside en los dos noticieros sobre la Antropología alemana (volúmenes II y V), en los que se describe una situación académica en trance de reconstrucción material, política y moral. El primero de estos noticieros llevaba la firma de Hermann Trimborn, etnólogo americanista de la Universidad de Bonn e impulsor, junto con Herbert Tischner y Franz Termer de la Universidad de Hamburgo, de la reorganización de la Antropología en Alemania Occidental [47]. En contraste, Ilse Schwidetzky representaba la Antropología Física y, a través de ella, hablaba su maestro, el raciólogo Egon von Eickstedt, de larga relación con Imbelloni [48]. No sorprende que la tercera revista publicitada en Runa —aparte de Anthropos y Scientia— fuera justamente Homo, nuevo y más neutro nombre de la antigua publicación de von Eickstedt, Zeitschrift für Rassenkunde. El privilegio dado por Imbelloni a esta revista expresaba su sostenida apuesta por la Antropología Física, a pesar de conocerse su funcionalidad para con las políticas de higiene racial y de ancestralidad durante el nazismo [49]. Tengamos en cuenta que el régimen nazi encontró sus apoyos no sólo en la raciología sino también en la escuela funcionalista (Richard Thurnwald y Wilhelm Mülhmann), dejando de lado a la Escuela Histórico-Cultural y a la morfología cultural del Instituto Frobenius que, paradójicamente, nutrían la vertiente culturológica de la doctrina imbelloniana. En cualquier caso, el proceso de desnazificación poco afectó a los antropólogos en general y rozó menos de lo que se creería a los raciólogos (Gingrich, 2005). Una tercera característica de esta lista es la presencia de publicaciones arqueológicas editadas por varios museos provinciales, hecho que indicaba la vitalidad de la red de contactos de Menghin.
Durante la gestión de Imbelloni las publicaciones de Antropología de Suiza y Austria se introdujeron por primera vez en la lista del canje. Veamos la tabla correspondiente al primero de estos países.
Tabla 12. Revistas alemanas occidentales
Aunque técnicamente no era parte del canje, Anthropos se ubicaba en la lista de Suiza. La revista fundada por el Padre Schmidt había sido editada en Möldling, Austria, hasta 1938, pasando a ser publicada en Friburgo, Suiza, luego de que el Instituto se mudara allí tras la anexión nazi. Recordemos que en 1928 Imbelloni había publicado en Anthropos acerca de la “chaine isoglossematique” entre América y Oceanía, en ocasión de una Festschrift a Schmidt. En 1930 volvió a aparecer, en traducción del italiano al alemán, otro artículo suyo sobre deformaciones craneales ; asimismo, recibieron reseñas laudatorias en la misma revista La esfinge indiana y Epítome. En cuanto al mundo académico suizo-francés, el contacto fluía a través del Eugène Pittard, antropólogo generalista con sede en Ginebra, cuya clasificación racial constituía, al igual que la de von Eickstedt, una referencia ineludible para Imbelloni. El vínculo entre ambos se veía reforzado, además, a través de Comas, quien había sido alumno de Pittard.
Tabla 13. Revistas suizas
En el caso de Austria, tal como se puede observar abajo, la lista de publicaciones intercambiadas expresaba los cambios acaecidos en la academia antropológica local.
Tabla 14. Revistas austríacas
Mientras varios antropólogos ligados al nazismo (Fritz Röck, Walter Hirschberg, Maria Horsky) eran desplazados de sus cargos (Feest, 2018), otros tantos retornaban del exilio (Gingrich, 2005). Éste fue el caso Robert Heine-Geldern (que luego pasaría a Alemania Occidental) y de Wilhelm Koppers. En la revista dirigida por éste último perduraba la tradición de la Escuela de Viena aunque, de acuerdo con su discípulo Haeckel, reseñista en Runa del IV Congreso Internacional de Antropología y Etnología celebrado en Viena, la “exposición de los ciclos culturales sufre hoy una amplia revisión […] Esta autocrítica […] nos demuestra la fuerza interior y la elasticidad de la Etnología histórica” (Haekel, 1952, p. 296). Buscando todavía una mayor distancia del inmediato pasado nazi y de dicha escuela, apareció en 1946 Archiv für Volkerkunde, la nueva revista del Museo de Etnología de Viena fundada por Etta Becker-Donner y Annemarie Hefel con la que Runa también inició el canje (Feest, 2018). Es interesante notar que los reacomodamientos académicos durante el proceso de desnazificación no impidieron a Menghin mantener su ascendiente sobre la “nueva” Antropología austríaca. En efecto, las reseñas a Wilhelm Koppers, o la participación de Robert Heine-Geldern en el volumen VIII, ambos exiliados con Schmidt durante el régimen nazi que Menghin apoyó, no habrían sido posibles sin su venia.
Estados Unidos
En esta última tabla se despliega una impresionante cantidad de publicaciones estadounidenses incluidas en el canje. Este hecho, sin embargo, responde menos al interés de Imbelloni que a la política expansiva de la academia antropológica de los Estados Unidos, que la convertía en una compradora y canjeadora “agresiva” de bibliografía mundial [50].
Tabla 15. Revistas estadounidenses [51]
Entre las nuevas incorporaciones sobresalía American Anthropologist. Fue allí que Sol Tax había publicado en 1937 una reseña a Epítome de culturología de Imbelloni. Al tiempo que elogiaba la obra como del “más alto nivel teórico” (sic), Tax no se privaba de transmitir la visión predominante en los Estados Unidos sobre la Antropología argentina antes de la Segunda Guerra Mundial. En efecto, lamentaba que la “Antropología sudamericana” (sic) siguiera el método de la Escuela Histórico-Cultural, puesto que resultaba tan “improductivo” (sic). Se preguntaba si ello se debía a la calidad intrínseca de dicha metodología o al hecho de que las “conexiones personales y académicas de los argentinos eran más íntimas con Alemania que con Inglaterra, Francia y Estados Unidos” (sic). Y remataba :
¿No se puede remediar la situación hasta cierto punto ? Porque de lo contrario y desde nuestro punto de vista, los recursos antropológicos en un continente casi virgen se desperdiciarían en las próximas décadas. La ‘intervención’ tanto académica como política no está de moda ; no obstante, un intercambio de ideas más directo que al que estamos acostumbrados podría servir a este útil propósito (Tax, 1937, p. 547, nuestra traducción, énfasis agregado).
Por boca de Tax hablaban las pretensiones geopolíticas totalmente naturalizadas de la Antropología de los Estados Unidos, actitud que Imbelloni denominaba “monroísmo”, en alusión a la Doctrina Monroe [52]. Paradójicamente, el “intercambio de ideas más directo” que propugnaba Tax tuvo al propio Imbelloni como principal interlocutor. En varias oportunidades éste había contrapuesto a la hipótesis del “American homotype” (una única “raza india”) defendida por Hrdlička y otros, el modelo de un mosaico de “razas indias” formado por sucesivas oleadas inmigratorias desde diversos puntos asiáticos y polinésicos, modelo al que se prestó algo más de atención, siquiera para refutarlo, sólo cuando fue publicado en inglés en Acta Americana (Imbelloni, 1943). Años más tarde, como señalamos, Imbelloni contribuyó a la sección de Antropología Física (compilada por T. D. Stewart) del tomo IV Handbook of South American Indians (Imbelloni, 1950) [53]. Las publicaciones de Acta y del Handbook estaban dirigidas, respectivamente, por Ralph Beals y Julian Steward, ambos de gran protagonismo en la agenda política latinomericanista del Smithsonian Institute y en la Antropología estadounidense en general [54]. A pesar de las prevenciones que despertaba en Estados Unidos la “universidad peronista”, Imbelloni volvió a ser publicado allí en 1950 en una antología sobre estudios raciales editada por Earl Count (reseñada por Carluci en el volumen III), quien, por otra parte, había sido el encargado de dar noticias sobre los Estados Unidos en el volumen II de 1949.
En este contexto, tuvo lugar un incidente en torno a la reseña de Prehistoria de América de Canals Frau publicada en American Anthropologist por el peruanista John Rowe. Entre las apreciaciones negativas, Rowe (1951) incluía la influencia ejercida por las teorías de Imbelloni sobre el autor y se quejaba de que su “culturología” (recordemos que existía también la homónima de Leslie White) no hubiese merecido una “atención crítica” en los Estados Unidos. Imbelloni no se hizo esperar con su respuesta, y aprovechando la ocasión para “remitir a Ud. otro ejemplar del Vol. III de Runa”, comunicaba (en castellano) al editor, Melville Herskovits, que :
No me queda otra cosa que deplorar este episodio desconcertante [en el que la] invocación de mi nombre […] tiene el aspecto de una alusión forzada […] De mi parte, como Director de una revista antropológica, estoy seguro de que si se me presenta un manuscrito en que aparecen tan tendenciosas ‘carambolas’, me haré un deber de suprimir su publicación (Imbelloni, 1952, p. 112).
A pesar de estos roces, Imbelloni resultaba para muchos antropólogos norteamericanos una figura académicamente seria y un recurso necesario en un diálogo internacional. En efecto, siendo la Antropología Física el interés primordial de Imbelloni y la Arqueología el de Menghin se comprende la continuidad o inclusión en el canje con Runa de todas aquellas revistas de estas especialidades editadas por los museos antropológicos de las universidades de Harvard (Earnest Hooton), Pennsylvania (Carleton Coon), Yale (Cornelius Osgood) y del Smithsonian (T. D. Stewart). Cabe señalar también el canje con la publicación de la recientemente creada Wenner-Gren Foundation [55], sobre cuya base se fundaría en 1959 el Journal of Current Anthropology dirigido por el mencionado Sol Tax.
Razones de espacio nos impiden abundar en la situación de la red académica detrás de las prácticas de canje de Runa con publicaciones homólogas de Francia, Suecia y de América Latina. Con respecto a la primera, baste decir que se incorporaron como novedades revistas “oceanistas” —dirigidas por Maurice Leenhardt— en virtud del interés de Imbelloni por la isla de Pascua y los contactos transpacíficos, se establecieron vínculos con la École Française d’Extrême-Orient, especializada en Indochina, al tiempo que se mantuvieron los sólidos lazos con los antropólogos físicos y los prehistoriadores en torno a Henri Vallois —redactor del noticiero en el volumen II—, cuya discípula Marcelle Bouteiller escribió un jugoso noticiero sobre las expediciones antropológicas francesas en ultramar (volumen VI). Con respecto a Suecia, hubo una expansión de la red de contactos a Estocolmo, Upsala y Gotemburgo a partir de las gestiones de Stig Rydén, arqueólogo con investigaciones en Bolivia y la Argentina, razón por la cual las publicaciones canjeadas eran mayoritariamente de Arqueología y Antropología Física.
En cuanto a América Latina, ya dijimos que México representaba un nodo central para el proyecto americanista de Imbelloni. Su referente principal era el aludido antropólogo físico Juan Comas, seguido por el arqueólogo Pablo Martínez del Río, pero la red iba más allá pues también recibían Runa a modo de obsequio Manuel Gamio, Paul Kirchhoff y Rubín de la Borbolla, entre otros. En contrapartida, la presencia mexicana en Runa se plasmó en un artículo sobre Teotihuacán escrito por el destacado arqueólogo (español también exilado) Pedro Armillas, y en varias noticias provenientes de la pluma de Comas (volúmenes I y III) [56]. Finalmente, hay que mencionar los intercambios con publicaciones peruanas, ecuatorianas, brasileñas y colombianas entre cuyos referentes académicos se incluían Rafael Larco Hoyle, Antonio Santiana, Egon Schaden y Gerardo Reichel-Dolmatoff, respectivamente.
El vínculo con el espacio antropológico latinoamericano era esencial para el proyecto de una Antropología argentina como “potencia regional”. Aunque ciertamente no podía competir con las ubicuas misiones arqueológicas y etnográficas estadounidenses en los países andinos, hechos como la expedición a la isla de Pascua, las excursiones arqueológicas a los sambaquís del litoral sur de Brasil y los estudios de Antropología Física y Culturología en el Perú, dejan ver cierto impulso expansionista del proyecto imbelloniano, cuyas huellas más perdurables quedarían en la Arqueología de Bolivia, a través de un allegado como Dick Edgar Ibarra Grasso. Pero a no engañarse, el proyecto de internacionalización en el que se insertaba Runa tenía un cariz más bien defensivo ; se trataba de morigerar la penetración de la agenda estadounidense en la Antropología argentina tanto en términos de problemas y teorías como de financiamiento, reclutamiento y sitios de campo. Nada de esto pudo impedir que paulatinamente varios antropólogos argentinos accedieran a fondos provenientes de los Estados Unidos, como fue el caso de Márquez Miranda, Canals Frau y González, una práctica de internacionalización que iría en aumento después de 1955.
“Una gran revista mundial” : Internacionalización desde la Argentina
Ya desde 1948 hemos encarado esa publicación [Runa] en un sentido internacional, fundando un órgano que hiciese conocer en el mundo la altura a la que hemos llevado las Ciencias del Hombre en la República Argentina. Este propósito ha sido alcanzado plenamente en la actualidad y Runa es una de las pocas grandes revistas mundiales de Antropología (Imbelloni a Daus, 20-11-1950/ carpeta N° 17).
Semejante declaración parecería pecar de grandilocuencia y jactancia, pero no nos distraigamos en supuestos rasgos de personalidad de Imbelloni. Runa había logrado en sus primeros años de vida hacer circular entre sus páginas la Antropología cosmopolita, al mismo tiempo que ella misma (y su contenido) circulaba como objeto de un canje a lo largo de un itinerario internacional. Realmente se había dado a conocer “al mundo”, a través de algunas sendas ya trilladas y muchísimas otras recién abiertas, una producción antropológica en Argentina en conversación con el concierto académico mundial. Por cierto que Runa distaba mucho de ser la primera publicación académica argentina de aspiraciones internacionalistas e, inclusive en el ámbito antropológico, estaba precedida por las revistas de alcance internacional del Museo de La Plata, del Instituto de Etnología de Tucumán o del propio Museo Etnográfico. Sin embargo, la diferencia específica de Runa residía en su pretensión de internacionalizar en términos de una explícita agenda nacionalista argentina, para lo cual contaba, en contraste con las mencionadas revistas, con una masa crítica de personal y recursos presupuestarios adecuados habilitados por una coyuntura política académica y nacional que, en retrospectiva, resultaría bastante excepcional. No en vano Marcelo Bórmida, en ocasión del vigésimo aniversario de Runa, señalaba que ésta “había mantenido una línea que no le fue impuesta desde afuera” (Bórmida, 1968, p. 5).
Esbocemos con más cuidado una interpretación del giro “gran revista mundial de Antropología”. En primer lugar, señalemos que “mundial” e “internacional” son términos usados indistintamente por Imbelloni. Si bien pueden trazarse entre ellos matices conceptuales concernientes a los grados de unidad/pluralidad que presuponen, el uso por parte del autor recubre los dos niveles que venimos distinguiendo, a saber : el de la referencia de sus contenidos y la representación de la escena dialógica, por un lado, y el del ámbito de circulación material, por el otro. Dar a conocer al mundo la producción antropológica desde la Argentina era divulgarla internacionalmente a través de un objeto cuyos contenidos cognitivos aportaban a la investigación de las cuestiones americanas en tanto que porción clave de la Weltgeschichte [57]que, no obstante, seguía siendo definida desde Europa ; es también mostrar que esta labor se insertaba en un diálogo con las academias extranjeras (no sólo europeas) que se textualizaba y organizaba en el cuerpo de la revista y, a la vez, habilitaba la circulación de objetos (desde la revista misma hasta la correspondencia) y de personas (visitas, asistencia a congresos internacionales). En este sentido, Runa opera como una “puesta a prueba” de las concepciones histórico-culturales compartidas por Imbelloni, Menghin y su red privilegiada de interlocución internacional. En efecto, constituye una tentativa de localizar un flujo de difusión de ideas, renovando un “espíritu nacional” en la antropología argentina mediante prácticas de autonomización específicas. Entre éstas cabe destacar la intervención en el circuito de publicaciones mediante una inversión económica aportada por el Estado nacional, el control y selección de la “influencia extranjera” , través de la organización jerárquica de las secciones de la revista, el manejo diplomático de las modalidades del canje y de la donación (con pleno conocimiento de una lógica simbólica que obliga al recipiente), la apuesta al castellano como idioma académico internacional, en fin, un conjunto de prácticas que eran el resultado de la larga experiencia académica de Imbelloni y de su posición reconocida en el campo antropológico argentino, latinoamericano y, en alguna medida, en el americanismo italiano, español y germánico. Puede sostenerse que la concepción de esta primera Runa como “revista mundial” fue un original y audaz proyecto orientado por una agenda académica madurada que había encontrado en la reforma universitaria del peronismo y en el cese temporario de la producción de los centros académicos europeos del americanismo su oportunidad histórica de expresión.
Conclusiones
Dentro de los límites de nuestro objeto hemos llevado a cabo una historización de la Antropología argentina con la intención de contribuir a una construcción granular de la memoria, más atenta a las (dis)continuidades, a los dobleces y a los experimentos fallidos. En particular, hemos intentado realizar un aporte al campo de los estudios sobre revistas científicas argentinas y sus dinámicas de circulación y, hasta cierto punto, de recepción. Recapitulemos el argumento, respondiendo a las preguntas formuladas al comienzo.
Runa se asentó sobre las relaciones y el prestigio internacionales previamente construidos por Imbelloni. Esta red era muy amplia e incluía casi todas las academias antropológicas de la época cuyos miembros reflejaran preocupaciones americanistas, haciéndose más densa en las áreas disciplinarias y temáticas cultivadas por el propio director. El lanzamiento de una revista con las pretensiones de Runa habría sido muy arduo, si no imposible, de no haber estado Imbelloni situado en la posición central recientemente conquistada en la Universidad de Buenos Aires. A esto había contribuido una suma de circunstancias que catalizaron una larga y honorífica carrera en una “coronación” académica : por una parte, su adhesión al espacio de intelectuales —entre los que se contaban Leopoldo Marechal, Carlos Astrada y Homero Guglielmini, entre otros (Pulfer, 2016)— que apoyaban al nuevo gobierno peronista desde un nacionalismo con el que comulgaba desde su juventud, y por la otra, la política universitaria de ese mismo gobierno que lo benefició directamente. Ausentes estas “condiciones de felicidad”, quizá nunca se habría producido el desplazamiento de sus competidores en la Antropología porteña y nacional. Ya en su cargo de director del Instituto de Antropología y del Museo Etnográfico, Imbelloni contó con los recursos políticos y académicos necesarios para sostener, no sin zozobras, el financiamiento oficial de su criatura editorial. Runa se transformó así en un órgano institucional, voz oficial de un colectivo claramente jerarquizado, con un alma mater/ director ejerciendo un celoso control tanto de la línea editorial como del proceso de gestión. En sus páginas se combinaron textualmente sesgos temáticos, de especialización y de interlocución dando forma a un coloquio científico internacional promovido desde la Argentina. Este teatro dialogal era solamente la punta del iceberg de un intercambio internacional y nacional que, en sus varias modalidades de circulación de personas y objetos, ponía en juego reconocimientos académicos mutuos de acuerdo con una lógica moral y material del don. El dispositivo de cooperación y sutil rivalidad que caracterizaba el canje de Runa con sus homólogas extranjeras, o bien su obsequio a los corresponsales eminentes, fue sostenido por obra de diversos procedimientos técnicos, instituciones y agentes intermediarios. Entre las Antropologías extranjeras que se correspondieron con Runa, destacan la italiana, la española y las de los países germánicos debido a la perduración de lazos académicos previos, herencias epistemológico-teóricas compartidas e innegables afinidades ideológicas. Todas ellas estaban preñadas de situaciones académicas controvertidas que enfrentaban la imperiosa necesidad de acomodarse a las consecuencias de la derrota o de la neutralidad en una guerra ganada por los Aliados, sus otros. De no haberse encontrado aquellas institucionalmente debilitadas e ideológicamente desafiadas por el nuevo orden mundial, ¿habría sido posible esta Runa, que aloja al refugiado Menghin y toma la posta de la “alta cultura” dándole un cariz argentinista ? Pregunta contrafáctica pero que pone de relieve el hecho de que la Antropología imbelloniana procuró aprovechar una coyuntura histórica tentando con la carta de la “generosidad”, el “refugio” y la “oportunidad” de la Nueva Argentina a los vencidos y neutrales en la guerra mundial. Sin embargo, el espacio brindado por Runa a la conversación con estas academias “en capilla” no alcanzó a compensar la necesidad de corresponderse con ese cada vez más ubicuo Gran Otro, la Antropología de los Estados Unidos, ya en situación de imponer los “términos del intercambio” antropológico mundial. Ante esta situación, Imbelloni pretendió trazar algunas condiciones para un diálogo científico menos asimétrico y unidireccional en el que parece haber creído, a juzgar por el lugar de especialista que le asignaban los antropólogos físicos norteamericanos como Coon, Count, Hooton y Stewart. Sin embargo, todos ellos —junto con Redfield, Tax, Kroeber, Kluckhohn, Kidder, Linton, Steward, Beals, Métraux y tantos otros— no dejaban de suscribir a la misión de “cooperación internacional” desde arriba en la que no encontraban lugar las prácticas de autonomía ensayadas en Runa. Así lo expresaba el arqueólogo Gordon Willey (1949) desde su mirador en el Institute of Social Anthropology [58] :
Los objetivos básicos del Instituto siguen siendo los mismos : (1) investigación sobre comunidades
rurales latinoamericanas en el campo de la Antropología social y la geografía cultural ; y (2) la formación de jóvenes estudiantes graduados latinoamericanos en Antropología. Recientes desarrollos internacionales señalan el valor de dicho trabajo como precursor de la Antropología aplicada y la sociología. A principios de 1949, el Presidente de los Estados Unidos [Harry Truman] enunció lo que desde entonces se ha denominado el “Programa Punto IV”. Este plan requería una serie de proyectos de desarrollo económico y social en varios países no industrializados o semi-industrializados de todo el mundo. El énfasis en estos proyectos es económico, pero los factores sociales no deben ser ignorados […] Se anticipa que estos proyectos de tipo Punto IV se iniciarán a mediados de 1950. Se incluyen todos los países latinoamericanos. Obviamente, tales programas de cambio económico y social serán perjudiciales para las costumbres y culturas nativas, aunque las innovaciones estén motivadas por un espíritu de ayuda mutua. Se reconoce en los círculos gubernamentales de los Estados Unidos que el conocimiento de las culturas locales será un activo valioso en la planificación y ejecución del Punto IV y que el asesoramiento antropológico social experto facilitará los procesos de cambio cultural que se iniciarán con las introducciones tecnológicas modernas. Con este fin, el Instituto de Antropología Social ha ayudado a asesorar a los administradores del Punto IV y a sugerir cómo los datos de investigación básica sobre comunidades primitivas o rurales pueden utilizarse para fines prácticos” (p. 22, nuestra traducción, énfasis agregado) [59].
Imbelloni (1930), en actitud compartida con muchos imposibilitados de ocultar que toda “ciencia es nacional” [60], apenas podía oponer a la geopolítica de esta Antropología Latin-americanist que propugnaba el “cambio cultural” (sic) modernizante, el argumento de las esferas de influencia, tal como ya lo había hecho en referencia al Museo de La Plata (y en consecuencia, la Antropología argentina y la Argentina misma) : “Hacer en América del Sud lo que hacen los Estados Unidos en el continente septentrional” (p. 49).
La historia del ciclo fundacional de Runa nos invita a repensar la construcción de espacios de autonomía en el seno de procesos de internacionalización académica fuertemente condicionados por asimetrías e invisibilidades estructurales (Beigel, 2010 ; Gil, 2016b). La empresa editorial de Imbelloni fue una apuesta entramada a la política exterior del primer peronismo, un nacionalismo “desde arriba”, valores eurocéntricos “neohumanistas” y prácticas de reclutamiento de “cultos” antropólogos comprometidos con el nazismo y el fascismo. Esta apuesta consistía en autonomizarse al interior de la red antropológica germánica y mediterránea circunstancialmente menos inclinada a desoir a sus colegas latinoamericanos. Pero el ensayo no pudo sostenerse en el tiempo y, tras el golpe de Estado de 1955, la Antropología argentina fue abriéndose paulatinamente a la influencia de los “antropologistas” [61], ligándose al modelo de internacionalización estadounidense —con los nuevos desafíos de autonomizarse dentro de esa configuración— aunque manteniendo los vínculos previos con las Antropologías de los países germánicos e Italia, las cuales, por su parte, también eran sumadas aceleradamente a la agenda de “cooperación internacional” fomentada desde los Estados Unidos a través del Plan Marshall.
Hoy en día Runa es un nombre pronunciable gracias a que Ana María Lorandi, su directora a partir de 1984, hizo gala de un gesto de continuidad institucional que salvó el hiato entre la última dictadura y el retorno democrático [62]. Por el contrario, José Imbelloni apenas es rescatado en el horizonte hegemónico de la memoria presente de la disciplina como un “mal” cuya “necesidad” debe explicarse. La “des-imbellonización”, empero, parece encontrarse una y otra vez con celadas inesperadas. A fines de 1973, con la llegada del Frente Justicialista de Liberación al gobierno nacional y a la Universidad de Buenos Aires, luego de dieciocho años de proscripción del peronismo, el Museo Etnográfico fue renombrado “Centro de Recuperación de la Cultura Popular José Imbelloni”, monumental equívoco, sin duda, pero que sigue generando reacciones. Así, en 2008, en ocasión de la celebración del cincuentenario de la creación de la carrera de Ciencias Antropológicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, la invocación del nombre de Imbelloni produjo un fugaz gesto de exorcismo :
Pregunta del público : ¿Cómo fue que le pusieron [al Museo] José Imbelloni (risas generalizadas).
Coordinador : ¿Quién se anima a responder ?
Respuesta de un panelista : Yo me animo […] Yo decía que en realidad el peronismo que asume la universidad [en 1973] en principio es un peronismo amplio y movimientista. E Imbelloni está incluido en eso, ¿no ? […] Eso era la universidad. Y a mí me parece que esa heterogeneidad es la que se reflejó inicialmente. Y lo mismo con el tema del nacionalismo, que era un término muy polisémico y no definido. Me parece que esa es la causa (Neufeld et al., 2015, p. 160).
¿Y si el peronismo —o ese otro peronismo— no hubiese existido, continuando el círculo de Francisco de Aparicio su liderazgo en la Antropología argentina con Relaciones como estandarte ?, ¿si se hubiese dado una convergencia virtuosa entre la academia antropológica local y las lógicas del internacionalismo científico modernizante que apostaba a las “ciencias sociales” para el desarrollo ?, ¿si no se hubiese concretado la “venganza” de Imbelloni en clave de fenomenología bormidiana ? Muy frecuentemente la historiografía (por no mencionar los actos de memoria espontánea) de la Antropología argentina fracasa en esconder estas fantasías de “normalidad” y “seriedad” que provienen de un imaginario sociohistórico más general, pero que son justamente las que activan ese deseo de saber el “por qué no”. La resultante es un juego de desplazamientos y “explicaciones” cada vez más sofisticadas que machaca como un ritornello ensordecedor. Quizá sea tiempo entonces de preguntarnos si en el frotarse con los fetiches u hospedar a los fantasmas que pueblan nuestra memoria —como el de “Imbelloni” y muchos otros más— no se activarían prácticas de autonomía más potentes y duraderas en el seno de esta ubicua “academia internacional” que no cesa de lanzarnos su mirada de Medusa.
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Fuentes
Fondo de Gestión Institucional Académico Administrativo, Sección “José Imbelloni, 1947-1955” del (AR UBA- FFyL-MEJBA- JI). Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Fondo Alberto Rex González. Archivo Digital del Laboratorio de Documentación e Investigación en Lingüística y Antropología (DILA). http://www.caicyt-conicet.gov.ar/dila/
Fondo Pettazzoni della Biblioteca comunale “G.C.Croce” di San Giovanni in Persiceto, Emilia-Romagna, Italia .http://www.raffaelepettazzoni.it/CARTEGGIO.htm
Agradecimientos
A Marisa Scarafoni, Responsable del Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, y a su directora Vivian Spoliansky. Agradecemos también los comentarios y sugerencias de Alejandra Mailhe, Rosana Guber, Sergio Carrizo, Rolando Silla y Mariela Eva Rodríguez, así como los de los dos revisores anónimos que han ayudado a mejorar este trabajo.
Biografía
Axel Lazzari es Doctor en Antropología por Columbia University. Sus intereses se concentran actualmente en la Historia de la Antropología argentina y la teoría antropológica. Al mismo tiempo, continúa sus investigaciones sobre el proceso de reemergencia indígena rankülche en La Pampa (Argentina) y sobre temáticas indígenas en general.
https://unsam.academia.edu/AxelLazzari
https://www.researchgate.net/profile/Axel-Lazzari
Resumen : En este artículo analizamos la primera serie de la revista Runa (1948-1955) abordándola en su doble condición de espacio de representación y de agente impulsor de las prácticas de diálogo antropológico internacional. Concebida por su primer director, José Imbelloni, como “revista mundial” y órgano del Instituto de Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Runa fue el resultado de un encuentro entre una trayectoria académica renombrada y las circunstancias de la reorganización universitaria promovida por el peronismo en 1947. Indagamos en el proyecto editorial del director en el campo de la Antropología americanista nacional e internacional, prestando especial atención a las lógicas de reconocimiento a través del canje de la revista con sus homólogas pertenecientes a los espacios académicos de Italia, España, los países germánicos y los Estados Unidos. Finalmente, se reflexiona sobre la apuesta de Imbelloni a la autonomización de la producción académica a la luz del dispositivo de internacionalización asimétrica del conocimiento antropológico entonces vigente.
Palabras claves : antropología argentina, internacionalización, revistas académicas, geopolítica del conocimiento, José Imbelloni.
“Una gran revista mundial”. Runa e as práticas de internacionalização da Antropología argentina em tempos de nacionalismo peronista (1948-1955)
Resumo : Neste artigo analisamos a primeira série da revista Runa (1948-1955), abordando-a em sua dupla condição de espaço de representação e de agente das práticas internacionais do diálogo antropológico. Concebida pelo seu primeiro diretor, José Imbelloni, como uma “revista mundial” e órgão do Instituto de Antropología da Facultad de Filosofía y Letras da Universidade de Buenos Aires, Runa foi o resultado de um encontro entre uma renomada carreira acadêmica e as circunstâncias da reorganização universitária promovida pelo peronismo em 1947. Descrevemos o projeto editorial do diretor no campo da Antropologia americanista nacional e internacional, prestando atenção especial às lógicas de reconhecimento por meio da troca da revista com suas contrapartes pertencentes aos espaços acadêmicos da Itália, Espanha, países germânicos e Estados Unidos. Por fim, refletimos sobre a aposta de Imbelloni à autonomização da produção acadêmica à luz do dispositivo assimétrico de internacionalização do conhecimento antropológico então vigente.
Palavras chaves : antropologia argentina, internacionalização, revistas academicas, geopolítica do conhecimento, José Imbelloni