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Encyclopédie internationale
des histoires de l’anthropologie

“Una gran revista mundial”. Runa y las prácticas de internacionalización de la Antropología argentina en tiempos de nacionalismo peronista (1948-1955)

Axel Lazzari

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) – Centro de Estudios Socioterritoriales, de Identidades y de Ambiente (CESIA), Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), Argentina.

2024
Pour citer cet article

Lazzari, Axel, 2024. “‘Una gran revista mundial’. Runa y las prácticas de internacionalización de la Antropología argentina en tiempos de nacionalismo peronista (1948-1955)”, in Bérose - Encyclopédie internationale des histoires de l'anthropologie, Paris.

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À l’occasion de la célébration de ses 70 ans, la revue Runa. Archivo para las Ciencias del Hombre a consacré en 2022 un numéro spécial à l’histoire de la revue et de l’anthropologie en Argentine. En concertation avec Virginia Manzano (directrice de l’Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires et actuelle directrice de Runa), et les directrices du numéro spécial, Mariela Eva Rodríguez (CONICET, UBA) et Ana Cecilia Gerrard (Universidad Nacional de Tierra del Fuego), Bérose republie une sélection d’articles significatifs pour l’histoire de l’anthropologie.

Résumé : Dans cet article, l’auteur analyse la première série de la revue Runa (1948-1955), en abordant sa double condition d’espace de représentation de la pratique anthropologique internationale et d’agent qui la favorise. Conçue par son premier directeur, José Imbelloni, comme une « revue mondiale » et un organe interne de l’Institut d’anthropologie de la Faculté de philosophie et de littérature de l’Université de Buenos Aires, Runa est née à la croisée d’une carrière académique reconnue et du contexte de réorganisation de l’université entrepris par le péronisme en 1947. L’auteur décrit le projet éditorial d’Imbelloni, inscrit dans le champ de l’anthropologie américaniste nationale et internationale, en accordant une attention particulière aux logiques de reconnaissance qui émergent au fil des échanges avec ses homologues d’Italie, d’Espagne, des pays germanophones et des États-Unis. Enfin, l’article questionne le défi assigné par Imbelloni à Runa de se développer comme une revue scientifique autonome à la lumière de l’internationalisation asymétrique du savoir anthropologique alors en vigueur.

Es sabido que el impulso que incita a todos los países hacia la Antropología se mantiene en el primer tiempo estrechamente limitado a la esfera local, y que sólo al cobrarse densidad de obra e intensidad de saber, llega el convencimiento de que ese pequeño círculo ha de resultar infranqueable sin antes conocer el panorama del continente, y luego del mundo. Pensamos que la Antropología argentina ya ha rebasado la etapa de curiosidad lugareña, y puede —más bien debe, ahora que en muchos laboratorios de Europa ha cesado el trabajo que les diera tanta fama— participar directamente del diálogo científico que se debate entre las universidades de los países de alta cultura, afrontando los problemas de mayor responsabilidad.
José Imbelloni, Cuatro Palabras

Introducción

Las revistas académicas constituyen un prisma privilegiado para observar los procesos de institucionalización y profesionalización de las ciencias ya que nos permiten explorar agendas de investigación, problemas y debates teóricos, así como elencos de actores, sentidos de pertenencia y procesos de cambio que hacen a la práctica científica en su doble condición de constructora de conocimiento y de legitimación de agentes (Salatino, 2019). Aunque la historiografía de la Antropología argentina ha recurrido frecuentemente a las publicaciones periódicas como documentos, son todavía escasos los estudios que las toman como unidades de análisis en sí mismas. Entre ellos, cabe mencionar el trabajo de Bonnín y Laguens (1984-85) sobre las citas de Arqueología argentina en las revistas Relaciones y Anales de Arqueología y Etnología, y el de Cajaraville (1998) sobre el rol de las publicaciones en la formación de la Antropología social entre 1984 y 1995. Asimismo, Carrizo (2010) ha contribuido con un estudio cualitativo de las publicaciones del Instituto de Etnología (luego de Antropología y más tarde de Arqueología) de la Universidad Nacional de Tucumán entre 1929 y 2005, mientras que Kligmann y Spengler (2016) analizaron el primer cuarto de siglo de la revista Arqueología de la Universidad de Buenos Aires. En cuanto a Runa, existen dos estudios previos en los que es abordada en conjunto con otras publicaciones de la Facultad de Filosofía y Letras, indagando en su papel en las relaciones entre política académica y política nacional desde 1946 hasta 1966 (Guber y Rodríguez, 2011) y en los discursos sobre el ser nacional (Gattari, 2017).

En el epígrafe, tomado de las “Cuatro palabras” que inauguran Runa, José Imbelloni (1948), fundador y primer director, establecía como propósito principal de la revista el de ser el vehículo que permitiera a la Antropología argentina participar “directamente del diálogo científico que se debate entre las universidades de los países de alta cultura” (p. 6) (ver Masotta, 2022). Esto parecía factible dado que, según el autor, la Antropología nacional ya había “cobrado densidad de obra e intensidad de saber” y “rebasado la etapa de curiosidad lugareña” (p. 6). Runa surgía entonces con el fin de proyectar la Antropología argentina a la escena mundial de la disciplina, lo cual suponía reacondicionar su habitual papel de receptora de ideas (y de personas) — pero, sobre todo, implicaba asignarle un nuevo rol de “centro de distribución” —quizá incluso de emisión— de saberes, aprovechando la coyuntura de posguerra que, a juicio de Imbelloni, había llevado a que los “laboratorios europeos” de la Antropología “cesaran” la producción que les diera renombre. Así, la nueva vocación internacional con que nacía Runa se expresaría ofreciendo sus páginas a las Antropologías de Europa, América y del resto del mundo, al mismo tiempo en que se apuntalaba el protagonismo de la Antropología argentina en el campo del americanismo mundial.

Semejante equiparación entre la Antropología nacional y la de los “países de alta cultura” no era tarea sencilla pues conllevaba una tentativa de alteración de los términos del intercambio internacional de saberes y valoraciones atinentes en particular a los problemas americanos. En analogía con la contemporánea política económica del peronismo, podría decirse que Imbelloni buscaba “sustituir importaciones”, entendiendo por esto la producción sustentable de una Antropología “de exportación”. Ya no bastaba con enviar “los granos y las carnes” de una Antropología “lugareña” a las usinas centrales del saber ; había llegado el tiempo de agregar valor (ideas, personas, instituciones, financiamiento, circuitos) al conocimiento local, para lo cual era preciso imaginarse a la Antropología argentina como aspirante al estatus de “potencia regional”. Sin embargo, los posibles grados de autonomía de este proyecto de internacionalización de la Antropología argentina estaban condicionados por ciertas agendas disciplinarias, teóricas, temáticas e ideológicas de las academias antropológicas italiana, española y de lengua germánica, con lo cual se seguía tributando no sólo a estilos eurocéntricos del americanismo, sino sobre todo a una alianza que, en retrospectiva, se revelaría desventajosa a la luz del modelo de internacionalización propugnado desde la academia estadounidense.

En este artículo investigamos la experiencia de Runa como un modelo sui generis de inserción internacional de la Antropología argentina, tomando como documento principal los primeros seis volúmenes editados entre 1948 y 1954, coincidentes con la gestión de Imbelloni al frente del Instituto de Antropología [1]. Veremos de qué maneras Runa busca establecer las condiciones de un diálogo entre un grupo escogido de Antropologías europeas, sudamericanas y norteamericanas, y una Antropología argentina troquelada por la agenda de investigación y académica de su director. Dado que dicho diálogo internacional se expresa en la textualidad y en el diseño editorial de Runa, es necesario analizar la “línea” de la revista, la distribución de autorías, las secciones internas (artículos, comentarios, reseñas y noticias de las academias foráneas) ; complementariamente, examinamos el “rastro de papeles” (correspondencia, listas de intercambio, etc.) de la gestión de Imbelloni a los fines de reconstruir las prácticas de circulación socio-material de Runa a través de las redes internacionales indicadas y performadas por la representación textual del diálogo científico [2]. Buscamos así responder las siguientes preguntas generales : ¿Cómo incidió la trayectoria de Imbelloni y la coyuntura institucional de la Antropología argentina en este proyecto ? ¿Qué implicaba la concepción de Runa como órgano del Instituto de Antropología y cómo afectaba ésta el diálogo internacional expresado en su lógica editorial ? ¿Cuáles fueron las Antropologías extranjeras privilegiadas en este diálogo catalizado por la circulación internacional de Runa ? ¿Qué modalidades asumió dicho intercambio internacional y qué procedimientos técnicos y materiales involucró ? ¿Cuál fue el papel condicionante de las fuerzas socioeconómicas y políticas a nivel mundial y nacional sobre el proyecto de una Antropología argentina “de exportación” con cierto grado de autonomía ?

Coronación

Runa fue un proyecto largamente madurado por su creador. Hacia 1948 José Imbelloni contaba con sesenta y tres largos años y disfrutaba una posición centralísima en el campo antropológico argentino, nutrida de un amplio reconocimiento internacional construido durante un cuarto de siglo [3]. Su carrera en la Argentina comenzó en 1921 con la publicación en el Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires de su tesis doctoral en Ciencias Naturales, defendida en la Universidad de Padua el año anterior. Durante los años veinte fue por un tiempo encargado de la Sección de Antropología del Museo Etnográfico mientras dictaba distintos cursos de Antropología e Historia en el Profesorado de Historia y en las universidades del Litoral y de Buenos Aires ; en 1931 ingresó al Museo de Historia Natural de Buenos Aires como Jefe de la Sección de Antropología, desde donde pudo consolidar su trayectoria hasta obtener en 1939 la titularidad de la cátedra de Antropología y Etnografía en la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. El ejercicio de estos diversos cargos académicos fue acompañado de diversas publicaciones en prestigiosas revistas como Anthropos, Zeitschrift für Rassenkunde, Mitteilungen der Anthropologischen Gesellschaft, en las actas de los Congresos Americanistas de la época y en diarios de la colectividad italiana, La Razón, La Prensa y La Nación (Martínez Soler y Vidal Fraitts, 1967). Al éxito editorial de La esfinge indiana, publicada en 1926 por El Ateneo, le siguió el Premio Eduardo Holmberg otorgado por la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Física y Naturales en 1933 y su incorporación en 1937 a la Academia Nacional de la Historia. Hacia la misma época Imbelloni concibió la Biblioteca Humanior del americanista moderno [4] que se iniciaría en 1936 con la aparición de Epítome de culturología bajo el sello editorial de José Anesi [5]. Ese mismo año salió a la luz su contribución a la monumental Historia de la Nación Argentina dirigida por Ricardo Levene desde la Academia Nacional de la Historia. Este estilo de publicaciones panorámicas y sintéticas se extendió al ámbito internacional durante la década siguiente. En 1943 tuvo lugar la participación internacional más valorada por el propio Imbelloni, ya que lo reconocía como parte de la flor y nata de la Antropología italiana de entonces, en la renombrada obra colectiva Le Razze e Popoli della Terra, dirigida por el antropogeógrafo Renato Biasutti. De modo similar, fue incluido como especialista en el señero Handbook of South American Indians, editado por Julian Steward en 1946, con un artículo sobre “cephalic deformations”. A todo esto se suman sus contribuciones sobre temática americanista a la Enciclopedia Italiana durante los primeros años de la década del treinta, así como a la Enciclopedia Espasa [6]. Por último, cabe mencionar como indicador de la autoridad de Imbelloni su propuesta de creación de una carrera de “Ciencias de las Américas” [7], elevada en 1937 al decano de Filosofía y Letras Coriolano Alberini (Imbelloni, 1943, 130-136 ; Imbelloni a François 21-7-1950/ carpeta 17) [8].

En síntesis, una sólida posición en el Museo de Historia Natural, la cátedra de Antropología y Etnografía en la Universidad de Buenos Aires, su cargo en la Sección Antropología del Museo Etnográfico, la ubicuidad de su nombre en las revistas nacionales de temática antropológica y un proyecto de institucionalización de la enseñanza de la Antropología, a lo que se agregaba una destacada presencia internacional, explican, junto con afinidades ideológicas nacionalistas y oportunas maniobras político-académicas, que José Imbelloni fuese promovido a la posición dominante de la Antropología en Filosofía y Letras al calor de la reorganización llevada adelante por el peronismo en la Universidad de Buenos Aires en 1947.

Efectos de la reforma universitaria peronista en el campo antropológico argentino

Hacia los años cuarenta la Antropología en Argentina mostraba signos de institucionalización creciente, con la emergencia de posiciones y roles para las cuales se requerían conocimientos específicos (Abbott, 1988) tanto en el espacio académico (Perazzi, 2003 ; Fígoli, 2004) como, en menor medida, en la burocracia estatal (Lazzari, 2004 ; Soprano, 2009) [9]. En este contexto, en 1947 el gobierno justicialista sancionó la Ley nacional N° 13.031 de reorganización administrativa de los claustros universitarios, limitando la autonomía universitaria, así como la designación de autoridades y profesores en pos de un intento de quebrar el corporativismo interno, orientar la universidad hacia las “necesidades nacionales” y abrir el ingreso a sectores sociales que antes no tenía acceso a estos estudios. La ley generó fuertes oposiciones entre muchos profesores y estudiantes embanderados en el reformismo del Dieciocho que percibían en ella no sólo un golpe al autogobierno sino una reacción ideológica conservadora y católica [10]. La gran cantidad de docentes desplazados por la reorganización [11] afectó el cuadro vigente de las instituciones y de los antropólogos en los puestos académicos oficiales. En la Universidad de Buenos Aires quedaron cesantes de Aparicio [12] y Márquez Miranda e ingresaron Osvaldo Menghin [13] y Marcelo Bórmida, al mismo tiempo que desaparecía el polo de Antropología y Etnografía en el Museo de Historia Natural de Buenos Aires. En el Museo de La Plata permaneció Vignati mientras se incorporaba Alberto Rex González, sufriendo Márquez Miranda la misma suerte que en el Museo Etnográfico. En el Instituto de Tucumán fue desplazado Palavecino (quien logró, no obstante, reinsertarse en La Plata) y continuaron Osvaldo Paulotti, Dick Ibarra Grasso y Armando Vivante ; a ellos se agregó el croata Branimiro Maleš quien asumió la dirección en 1948 [14]. Canals Frau dejó la dirección del Instituto de la Universidad de Cuyo, siendo reemplazado por el húngaro Miguel de Ferdinandy, pero consiguió sumarse al recién organizado Instituto Étnico Nacional. En Córdoba, Serrano prosiguió con sus tareas tras un breve paso por Tucumán. Permaneció sin cambios el plantel del Instituto Nacional de la Tradición mientras que la Sociedad Argentina de Antropología entró en un declive forzoso debido al retiro del financiamiento oficial en julio de 1945 y al desplazamiento de algunos de sus principales protagonistas [15]. Fue en estas circunstancias que Imbelloni llegó al vértice superior de la Antropología porteña. Sin embargo, y a pesar de ser un beneficiario directo de la reorganización del claustro, estaba lejos de ser considerado por sus pares, en virtud de los antecedentes ya mencionados, un profesor “flor de ceibo” [16].

“Nuestro propio plan quinquenal” : Runa, órgano del Instituto de Antropología, e ideales nacionalistas

Si bien las transformaciones referidas afectaron la continuidad de algunas publicaciones (justamente Relaciones, de la Sociedad Argentina de Antropología), el campo editorial de la época estaba en crecimiento y exhibía una tendencia a la diversificación [17]. En dicho campo se insertaría Runa, amarrada al proyecto del Instituto de Antropología pergeñado por Imbelloni. En carta fechada el 24 de junio de 1947 dirigida al delegado interventor de la Facultad de Filosofía y Letras, el filólogo Enrique François, Imbelloni detallaba “por decir así, ‘nuestro propio plan quinquenal’” que incluía tres objetivos : “1. la investigación sobre el terreno ; 2. el estudio y la publicación de los resultados ; 3. la docencia” [18]. Con respecto a las publicaciones, Imbelloni expresaba :

El resultado del estudio de las colecciones recogidas o a recoger de inmediato formará el objeto de adecuadas comunicaciones científicas a cargo del personal especializado […] El órgano del Instituto que será conocido antes que termine el año de 1947 [el lanzamiento se postergó un año] será el lugar natural de estas publicaciones en su aspecto ordinario ; su nombre es Runa. Archivo para las Ciencias del Hombre. Las primeras entregas darán a conocer los resultados de los estudios del personal del Instituto y de los especialistas ligados al mismo por afinidad de trabajos y de ideales nacionalistas (Imbelloni a François, 24-6-1947/ carpeta N°17, énfasis agregado).

Recordaba al interventor la necesidad de reforzar el presupuesto en general, en particular en el rubro de publicaciones, destacando que su alto costo no era justificativo para “ausentarnos de la palestra científica continental, ni para venir menos a las obligaciones de alta cultura del país” (Imbelloni a François, 24-6-1947/ carpeta N°17).

En cuanto al nacionalismo, un casi desconocido prólogo de Imbelloni a un libro del periodista ítalo-argentino Dionisio Baia [19], ofrece pistas claves para interpretar el sentido que le otorgaba nuestro autor :

Profunda fe en los destinos del país y el más cálido patriotismo […] en atormentada búsqueda de las raíces más profundas y sanas de la argentinidad, concebida no solamente como epifenómeno del pasado, sino como savia y fermento de lo potencial y lo venidero. [Más adelante, en referencia implícita al fascismo] Esta edad nuestra ha sufrido y sufre los dolores de colosales gestaciones […] El pensamiento y el gesto de los pueblos están, desde uno o más lustros, en proceso de cambio subterráneo ; entiendo hablar especialmente de los pueblos alejados de los centros energéticos [como Argentina] […] El añejo superindividualismo de infiltración ibérica se encuentra en una fase de retroceso ante la concepción orgánica y fuerte del Estado […] A la expresión genérica del patriotismo se ha substituido la específica de los deberes y el sacrificio […] Por fin, hemos visto a gobiernos de pura mística nacional, derivar su fuerza de la santidad de sus intenciones y la intuición simpática de grandes masas de ciudadanos no inscriptos en los partidos […] [El líder,] nutrido de una cultura histórica, ha comprendido sin esfuerzo que ni el mundo está perdido ni la civilización está en sus estertores […] La verdad esencial es que las energías que se desencadenan en el drama de la existencia, tanto la orgánica como la histórica, obedecen particularmente al sentido de las antinomias […] [Éste es] el drama más doloroso y promisorio de la moderna Weltanschaaung (Imbelloni, 1938, p. 3-6).

El nacionalismo de Imbelloni se nos presenta de esta manera como una concepción cosmovisional más que político-partidaria, donde se vislumbran los consabidos valores de organicidad, fuerza, jerarquía, esperanza, misticismo, renovación, conducción de masas y destino [20]. En suma, Runa sería el órgano oficial del Instituto donde se publicarían las investigaciones de sus integrantes [21] y de todos aquellos especialistas que exhibieran “ideales nacionalistas”.

Revista de director : Lógica editorial, formato y secciones

Aunque Runa se presentaba como estandarte del Instituto de Antropología, resultaba tácito que se trataba de la revista de Imbelloni, su mentor, editor y gestor principal. En un intercambio con el mencionado François en torno a algunas dificultades surgidas durante la impresión del primer número, puede entreverse la profunda identificación de Imbelloni con su criatura. “Como Ud. sabe, Señor Delegado Interventor […] mi tiempo, mi salud y todo mi poder intelectual y material han sido puestos al servicio de nuestro común ideal, como es el resurgimiento del prestigio del que fuera el Museo Etnográfico” (Imbelloni a François, 19-7-1948/ carpeta N° 17).

El principal papel del editor era intervenir en la selección de contenidos y de los colaboradores. Por entonces eran inexistentes en el ámbito de las publicaciones científicas las convocatorias abiertas y los sistemas de arbitraje estandarizados, de modo que cada texto debía pasar por el tamiz del director y obtener su aprobación para ser publicado. En este caso, como vimos, se privilegiaba la producción del personal del Instituto, a la que se añadía la de colaboradores invitados de acuerdo con criterios de pertinencia temática, de “seriedad” científica, de diplomacia académica y de “nacionalismo” [22]. No hay aquí nada excepcional en Runa, pues en el ecosistema de publicaciones periódicas de su estilo, tanto de alcance nacional como internacional, la mayoría de las revistas fungían como “tribunas de doctrina” de sus directores y, más ampliamente, reproducían los intereses de la institución que representaban. En resumen, Runa tenía los atributos de un house organ en el que se conjugaban rasgos de “editorialismo” implícito y de “profesionalización” (Salatino, 2019, p. 119). En la siguiente tabla de distribución de autorías, puede advertirse que el director y su protegido Bórmida —ver Silla (2022) y Sardi (2022) concentraban, junto con Menghin [23], la responsabilidad de más de la mitad de los 196 textos firmados en las diferentes secciones de la revista durante este período [24].

Tabla 1. Distribución de autorías

El resto de los autores estaba conformado mayoritariamente por discípulos de Imbelloni (como Osvaldo Paulotti) y algunos allegados (como Daniel Hammerly Dupuy, Manuel Llarás Samitier, Justo Garate). Por lo general, Imbelloni, Menghin y Bórmida se ocupaban de las reseñas, aunque en este espacio también se hacían visibles las firmas del personal técnico del Instituto.

La revista se organizaba en cuatro secciones : “Trabajos originales”, “Extractos y contribuciones”, “Reseñas y “Noticiero” ; en el volumen V se agregó “Otras publicaciones recibidas” y en el VI apareció como “Rúbrica fija” la temática de la isla de Pascua abordada en exclusividad en el número IV. Las seis entregas de Runa, desde 1948 a 1954 inclusive, tuvieron una regularidad casi perfecta de un volumen por año, a excepción del VI que reunió los años 1953 y 1954 [25].

Considerando la totalidad de los “Trabajos originales” y “Extractos y contribuciones” de los seis volúmenes, los textos de esta primera fase de Runa se reparten en las varias subdisciplinas antropológicas, pero se manifiesta un fuerte predominio de la Arqueología y de la Antropología Física (41 escritos equivalentes a más del 55% del total) seguidas de muy lejos por la Etnografía (9 textos que llegan al 12%) y el resto de las especialidades.

Tabla 2. Distribución de subdisciplinas

Se ven aquí reflejadas las áreas cultivadas por los principales animadores de la revista : raciología indígena, poblamiento americano, prehistoria mundial y de Patagonia, Arqueología “protohistórica” del noroeste, etnografía de aborígenes americanos y cuestiones “culturológicas” como escritura y religión. Un lugar especial le corresponde a la publicación de los resultados de las expediciones patrocinadas por el Instituto, la primera de ellas a la Patagonia, con gran despliegue logístico, y la segunda a la de isla de Pascua, encomendada a Marcelo Bórmida, a la que se le dedica un número especial y una sección fija en otros volúmenes [26].

Una vez delineadas las circunstancias de aparición de Runa referidas a la trayectoria y al proyecto de Imbelloni en la coyuntura del campo antropológico argentino, y descriptos los objetivos, la lógica editorial y la agenda teórico-temática de la revista, pasemos a explorar las modalidades de internacionalización de la publicación.

El diseño editorial del diálogo internacional en Runa

Consideramos que el modo en que el diálogo internacional es representado en Runa tiene efectos de interpelación específicos que vale la pena explorar. Un nivel manifiesto de intertextualidad se despliega en el seno de cada artículo o contribución donde cada autor, recurriendo a la cita y la glosa, dialoga y polemiza con sus pares nacionales e internacionales. No abordaremos aquí esta dimensión dado que, por su carácter de separabilidad material —la separata— puede efectivamente desligarse del conjunto de la publicación. Ahora bien, si prestamos atención a los signos del diálogo internacional derivados de la vertebración formal de la revista misma, observamos que las voces extranjeras están concentradas casi exclusivamente en las secciones “Reseñas bibliográficas” y “Noticiero” que aparecen detrás de una primera parte en la que el “personal del Instituto” —esto es, mayormente Imbelloni, Menghin y Bórmida— han establecido sus contribuciones. Consideramos que esta organización afecta diferencialmente la experiencia (de lectura) del diálogo internacional. Mientras que al lector local se le daba la posibilidad de situar los artículos de fondo en un diálogo con el movimiento de ideas en el extranjero, el lector no residente en la Argentina —por lo general perteneciente a los ámbitos académicos de los que Runa daba noticias y reseñaba obras— ensayaría (potencialmente) otra experiencia de lectura, pues no solamente estaría tomando conocimiento de la producción de autores de y sobre la Argentina y América, sino que también percibiría el hecho mismo de una academia antropológica argentina dialogando con sus homólogas de otras naciones. A esta organización textual de doble nivel cabe añadir un efecto dialógico más “vivo” introducido en el volumen VI. Se trata del “comentario” por parte de un miembro del staff del Instituto a las pocas contribuciones originales firmadas por antropólogos extranjeros. Así, por ejemplo, los comentarios de Imbelloni a los artículos del español Ballesteros Gaibrois y del italiano Corso establecen una interlocución explícita con sus pares que es todo a la vez : reconocimiento mutuo, señalamiento crítico constructivo y delimitación de esferas de influencia académica. Cabe destacar que, por política editorial “nacionalista” del editor de Runa, el idioma en que discurría este diálogo científico era el castellano [27]. Esta elección idiomática, sin embargo, no afectaba grandemente a su potencial público puesto que, al tratarse de una revista especializada en americanística, se suponía que el lector extranjero tenía competencia mínima en lenguas latinas. En cuanto a las traducciones, éstas fueron muy escasas en esta primera fase, a excepción de unas pocas del italiano y el texto “gancho” [28] de Menghin sobre “migrationes mediterraneae” (origen de los ligures, íberos, aquitanos y vascos) publicado en el número inicial y traducido del alemán por el español Antonio Tovar.

La proporción de voces nacionales y extranjeras en este diálogo internacional debía correlacionarse con el carácter de house organ de la revista, privilegiando así a las primeras sobre las segundas. Esto queda expresado en la tabla que sigue, referida a la residencia de los autores y colaboradores de todos los tipos de texto, con 158 textos con firmas de la Argentina (poco más del 80%) y sólo 38 de autoría foránea (casi 20%).

 
Tabla 3. Residencia de autores y colaboradores

Redistribuyendo este último universo de residentes extranjeros por países, se observa un primer indicio de cuáles son los interlocutores privilegiados por el editor en este diálogo internacional. La tabla que figura a continuación nos muestra un pronunciado sesgo en favor de las academias antropológicas de España, de Italia y de Alemania Occidental con un total de 13 textos (de todo tipo), o sea, en torno a un 33%. Sin embargo, el país con más casos (6) es México, y si bien este espacio académico era una importante referencia para Imbelloni, aquí el intercambio está fuertemente concentrado en Juan Comas, el antropólogo físico de origen español exiliado en aquel país, de gran actuación en la organización institucional del americanismo.

 
Tabla 4. País de residencia de autores y colaboradores extranjeros

Exploremos ahora la segunda parte de Runa —las reseñas y el noticiero— que concentran la representación del diálogo con el extranjero. Al revisar la sección “Reseñas bibliográficas” salta a la vista que en una revista como Runa la reseña funcionaba como una cita controlada en última instancia por Imbelloni o su aliado Menghin, y tendía a reforzar la línea editorial, ya sea porque el texto comentado acordaba con ella o porque, al contrario, se establecía una distancia polémica. Esto queda aún más claro al reconocer que las reseñas se inscribían en los usos y costumbres de la diplomacia académica, ya que respondían a una relación previa de prestaciones y contraprestaciones con personas o instituciones, o bien la inauguraban a partir de una mención elogiosa.
 

Tabla 5. Residencia de autores reseñados

En la tabla superior se puede constatar una proporción abrumadora de reseñas de autores que residían en el extranjero, superando el 90% (221 sobre 236). En la tabla que sigue, donde se desagregan los autores extranjeros por países de residencia, se destacan nuevamente los académicos de Alemania Occidental (31, equivalentes a poco más del 14%), seguidos de cerca por los autores de Estados Unidos (27, superando el 12%).

Este equilibrio entre Alemania Occidental y los Estados Unidos es sintomático de una apuesta geopolítica que más adelante analizaremos. En un tercer escalón se ubican los autores reseñados de nacionalidad italiana, sueca, suiza, austríaca y española, que alcanzan en conjunto al 32% del total. Considerando el menor desarrollo relativo de la Antropología de estos países en relación a los anteriores, se trata de una cifra muy significativa que se explica por los lazos del editor y de Menghin con aquellos espacios académicos. Por otra parte, de los 16 textos reseñados de la Antropología francesa, ésta sí de mayor centralidad, tratan en general de Antropología Física, la especialidad de Imbelloni. Por último, entre los autores con residencia en América Latina, sobresalen Perú y Brasil con 12 menciones cada uno, lo cual se corresponde con el hecho de que ambos países eran espacios de las investigaciones del propio director de Runa.

Tabla 6. País de residencia de autores extranjeros reseñados

Veamos ahora la sección del “Noticiero” de Runa para acercarnos con más detalle a las academias en el extranjero con las que el editor dialogaba. Esta sección está redactada por los propios antropólogos extranjeros y aporta información clave sobre movimientos de personal, publicaciones, congresos, expediciones, obituarios, etc. En la tabla que exponemos a continuación, donde se representan las academias foráneas mencionadas en el “Noticiero”, sobresalen, respecto de Europa, Italia, Alemania Occidental y España, y, en menor medida, Austria, Suecia y Francia. En referencia a América, son mayoritarias las noticias de los Estados Unidos, aunque comparadas con el cúmulo de las novedades de México y América del Sur, quedan en desventaja. Esta distribución se corresponde con el patrón de interlocución que venimos advirtiendo, coincidiendo en general la nacionalidad de los autores extranjeros reseñados con un interés más amplio en sus espacios académicos.

De esta descripción surge que la organización formal de las distintas secciones de Runa pone en escena un diálogo internacional en el que el editor busca armonizar el “alto volumen” de la producción del staff con algunas “voces” de las academias extranjeras seleccionadas en función de alianzas y proyectos científicos convergentes. A los fines de ponderar el correlato de sociabilidad de este dispositivo editorial del diálogo internacional debemos adentrarnos en los procesos de circulación e intercambio de la revista como objeto material.

Tabla 7. Academias extranjeras mencionadas en el Noticiero

El canje y otras modalidades de circulación : Política y moral del reconocimiento

En la contratapa del volumen III de 1950 se enumeraban cuatro modalidades de intercambio. Las dos primeras —la reseña bibliográfica y la corresponsalía— ya han sido tratadas y señalan una operación de recepción de lo extranjero que se espejaba, respectivamente, en las secciones “Reseñas bibliográficas” y “Noticiero”. Las restantes modalidades, el canje y la compra, remiten a las prácticas de circulación de Runa y se intersectan con el diálogo textualizado que se desarrolla en su contenido. A éstas se añade una quinta manera de difusión : la donación, o sea, el envío gratuito de la revista a criterio del director. A diferencia de una reseña o noticia en la revista —el diálogo textualizado—, las prácticas de compra-venta, canje y donación de la revista —la circulación— nos permiten explorar dimensiones poco atendidas del reconocimiento académico, en este caso internacional. En efecto, los estudios sobre circulación internacional de revistas científicas que destacan las asimetrías y jerarquizaciones de la “ciencia universal” (diferenciales de recursos, de visibilidad, de disciplina, de idioma, etc.) y sus efectos de distinción, suelen plantearse en términos sistémicos (Beigel, 2010 ; Beigel y Salatino, 2015) relegando a un segundo plano la dimensión experiencial de estos fenómenos por parte de los propios actores. El análisis que proponemos a continuación busca avanzar en una complementación preguntándose por los modos en que se despliega el reconocimiento mutuo a la hora de disponer los intercambios materiales concretos.

Veamos el intercambio vía compra-venta. Decía el anuncio en el volumen III que las “bibliotecas y particulares que deseen adquirir este tomo de Runa, deben dirigirse a la Oficina de Venta de Publicaciones”. Esta modalidad estaba orientada al ámbito local y quedaba afuera de los términos del intercambio simbólico que pretendía dirigir Imbelloni. En contrapartida, es el canje el que habilitaba un lazo más estrecho entre circulación y reconocimiento y se justifica en los valores universalistas de la ciencia tales como la colaboración mutua, la publicidad de los resultados y la crítica constructiva en pos del conocimiento y del bienestar humano. El canje se inscribe en la lógica del don y el contra-don, comprometiendo el honor de la “persona” en la “cosa” en un circuito simbólico [29]. Aunque Runa se canjeaba también con publicaciones del ámbito nacional (periódicas y no periódicas), aquí nos interesa su inclusión en el “orden consuetudinario que rige las relaciones científicas internacionales” (Imbelloni a François, 19-7-1948/ carpeta N° 17). El aviso del volumen III expresaba :

Al Instituto de Antropología, que edita la Revista Runa, y además otras publicaciones, deben dirigirse las instituciones o personas que deseen entablar el canje para lo sucesivo, indicando con cuáles revistas, periódicos u obras tienen intención de contribuir.

En efecto, de lo que se trataba era de “entablar el canje”, apostando al emparejamiento transitorio de unas “instituciones o personas” frente a otras con el fin de medir recíprocamente su valor a través de sus respectivas publicaciones. Aunque este proceder servía para “tener derecho a las publicaciones especializadas de los gabinetes de Antropología del mundo” (Imbelloni 2-12-1950/ carpeta N° 17) y “compensar las remesas bibliográficas que se reciben” (Imbelloni a Bertotto, 18-5-1951/ carpeta N° 17), este componente utilitario no anulaba su carácter agonista y dispendioso. Teniendo en mente esta ambivalencia de cooperación y rivalidad, utilidad y gasto que esconde el canje, nos acercaremos seguidamente a la textura del reconocimiento que se expresa en las prácticas de internacionalización en torno a Runa.

La negociación de la modalidad de intercambio entre la revista Anthropos y Runa es un ejemplo pertinente. Idealmente, Imbelloni hubiese deseado canjear Runa con “la muy erudita e interesante publicación” (Imbelloni a Bornemann, 10-1-1951/ carpeta N°17), pero dado que Anthropos únicamente admitía suscripciones, se vio obligado a tramitar con el vicedecanato una vía de pago (Imbelloni a Novoa, 13-4-1951/ carpeta N°17). Este pago debía ser entregado en persona a un sacerdote alemán de la iglesia Guadalupe, en Buenos Aires, puesto que, a la sazón, regía en el país la prohibición de girar divisas al exterior debido “a la defensa de las finanzas nacionales” (Imbelloni a Bornemann, 10-1-1951/ carpeta N°17). Tal complicación no solamente no desanimó a Imbelloni —quizá por sus “ideales nacionalistas”—, sino que inclusive accedió a un pedido especial de Bornemann tramitando como excepción una publicidad especial de Anthropos en la contratapa de Runa (volúmenes IV, V, VI). Resulta claro que la adquisición de Anthropos venía inmersa en una atmósfera moral que reconocía de antemano su prestigio, pero por esta misma razón Imbelloni, a su turno, intentaba poner en deuda a Bornemann a través de un favor personal. De esta manera, Imbelloni transformaba el impedimento de canjear Runa por Anthropos, redefiniendo la compra-venta de ésta última como la apertura de un ciclo (de canje) de gentilezas.

Reparemos en otro incidente interesante. Entre las varias instituciones italianas con las que Imbelloni establecía canjes se encontraba el Istituto Internazionale di Studi Liguri dirigido por Nino Lamboglia, que publicaba la Rivista di Studi Liguri. Sucedió que, en el marco de otros intercambios que también incluían libros, Imbelloni reprochó a Lamboglia el haber listado a Runa en su propia revista como una publicación de los Estados Unidos, dejando entrever su ignorancia geográfica (Imbelloni a Lamboglia, 14-6-1950/ carpeta N°17). Lamboglia se disculpó alegando conocer muy bien dónde quedaba la Argentina y explicando que su intención había sido aludir a América en general (Lamboglia a Imbelloni, 9-8-1950/ carpeta N°16). Incidente nimio, no hay duda, pero revelador de la atención celosa que prestaba Imbelloni a los pequeños gestos de reconocimiento que se desplegaban en la práctica del canje.

En caso de que el canje ya hubiese sido entablado, una vía suplementaria de reconocimiento era la reseña o noticia de Runa en la revista asociada. Por ejemplo, en Zeitschrift für Morphologie und Anthropologie, Eugen Fischer [30], cuyo trabajo sobre los pigmeos ya había sido reseñado por Imbelloni en el volumen III de 1950, expresaba que “nuestra revista da una calurosa bienvenida a la nueva hermana y desea su éxito al servicio de nuestras ciencias” (Fischer, 1951, p. 452, nuestra traducción). Asimismo, en Zeitschrift für Ethnologie se publicó en 1954 un largo comentario sobre el volumen IV de Runa dedicado a la Isla de Pascua (Schuster, 1954). Esta recepción —la Runa leída y citada por un público internacional— está ampliamente documentada en la mayoría de las instituciones de los países con los que mantenía un canje. Asimismo, era sistemática la inclusión de Runa en bibliografías especializadas como las del Boletín Bibliográfico de Antropología Americana, American Anthropologist, Journal de la Société des Americanistes, Anthropos, etc. En síntesis, la circulación internacional de la revista no sólo era registrada en los catálogos de bibliotecas de institutos, museos y universidades, o en bibliografías antropológicas, sino que su contenido mismo (los artículos originales) era objeto de reseñas y citas por parte de colegas en el extranjero.

Por último, la donación. Imbelloni reservaba este modo de intercambio a los “especialistas eminentes” internacionales de los que se esperaba un contra-don (reseña, invitación a publicar al director o a un recomendado, y otras contraprestaciones académicas). Podemos definir este intercambio como la modalidad más personalizada del canje, siendo la privilegiada por el editor para circular en el ámbito no académico nacional. Vayan unas breves observaciones que ponen de manifiesto el carácter de “tarjeta de presentación” que tenía la revista para Imbelloni y el Instituto de Antropología. Por ejemplo, casi todo el plantel de los ministros y secretarios del Poder Ejecutivo Nacional, legisladores, funcionarios civiles y militares e instituciones oficiales, así también como los estancieros que lo hospedaron en la Patagonia, los militares chilenos que lo ayudaron en la isla de Pascua, las excompañeras de su esposa en el magisterio, todos ellos y muchos más recibieron Runa como una gentileza de parte de Imbelloni. Entre todos, destaca un caso especialísimo : el regalo de un ejemplar al Presidente Juan Domingo Perón. En dicha ocasión Imbelloni incluyó una carta al Secretario Técnico de la Presidencia que decía así :

Le ruego encarecidamente quiera presentarlo al Excelentísimo Señor Presidente de la Nación. Le envío aquí mismo el comprobante [se refiere a una esquela inclusa] de que no he esperado hasta ver su persona en tan alta cima para mantenerlo al corriente de mis humildes trabajos ; incluso puedo decir que he sentido luego una especie de reticencia motivada por la alta misión que ocupa todas sus horas (Imbelloni a Subiza, 2-4-1949/ carpeta N° 17).

Runa se transfiguraba en un symbolon de autoridad moral que expresaba la autohumillación honrosa de Imbelloni ante la “alta misión” atribuida a Perón. Algunos años después Imbelloni le prologaría la segunda edición de 1952 de Toponimia patagónica de etimología araucana, hecho cuya trastienda descubre cierta indiferencia por parte del prologado [31]. Este repaso de situaciones en torno a las modalidades y moralidades del intercambio de Runa demuestra que Imbelloni no sólo era un antropólogo reconocido nacional e internacionalmente, sino también un actor social con fuertes vínculos extracadémicos —sobre todo, con las altas esferas de gobierno—, encontrándose en esa coyuntura en muy buenas condiciones de movilizarlos a fin de asegurar el éxito de sus proyectos.

La circulación de Runa requería, por otra parte, el despliegue de acciones y actores específicos. Una vez impresos, los volúmenes destinados al intercambio debían empaquetarse para su envío postal por correo ordinario, aunque no siempre era posible recurrir a esta vía. Por ejemplo, las encomiendas a México, plaza académica clave para Imbelloni, eran gravadas por impuestos aduaneros que el Instituto no podía afrontar. Esta situación llevó al director a gestionar el envío de Runa vía correo diplomático [32]. A todo esto se sumaban los impedimentos reglamentarios para manejar dinero propio y la política económica de restricción de envío de divisas al exterior, lo cual obligaba a recurrir a intermediarios y a modos alternativos de adquisición. Estas circunstancias traen al primer plano la dimensión objetual y técnica de la puesta en circulación de la revista, y obran como un recordatorio de la necesidad de suplementar la historia intelectual y de la ciencia con una socio-fenomenología de los materiales, los medios y las infraestructuras.

El circuito internacional del canje de Runa : De viejas amistades y forzosas neutralidades

En la lista A conservada en el archivo del Museo Etnográfico se consignan las publicaciones periódicas, las instituciones y las personas con las que se canjeaba Runa [33]. Tratándose de una práctica “consuetudinaria”, el canje internacional precedía a la gestión de Imbelloni, pero considerando que Runa fue pensada desde el inicio como “revista mundial”, la red de instituciones y países, tanto como la proporción de intercambios aumentó en forma notable. Al incorporarse a partir de Runa unas 193 nuevas revistas el número total de publicaciones en canje en el Instituto alcanzó la cifra de 321. Esto significaba un incremento de más del 150% [34].

 
Tabla 8. Publicaciones en canje

Una vez más, los aumentos y nuevos ingresos de publicaciones y países se correlacionan directamente con los vínculos académicos entre Imbelloni y sus colegas en el extranjero. Desagreguemos los países a los que pertenecen estas publicaciones.

 
Tabla 9. Países participantes del canje [35]

Esta tabla muestra que del total de revistas en canje (sumando la gestión de Imbelloni con las anteriores), los Estados Unidos lideran con 77, seguidos de Brasil con 26, Perú y España con 21, Alemania Occidental con 20 e Italia con 19 publicaciones. Pero estas cifras dicen poco en relación con el sesgo de la internacionalización fomentado por Imbelloni. De hecho, es el canje con Italia y España el que muestra un incremento muy alto : de 2 a 19 y de 3 a 21 revistas, respectivamente. Este salto cuantitativo sólo es atribuible a que los participantes del canje compartían, aparte de sus intereses americanistas, similares visiones teóricas y coordenadas ideológicas. En el caso particular de Italia hay que considerar también el nacionalismo a la distancia de Imbelloni, nunca del todo fagocitado por sus posturas argentinistas, a pesar de las fuertes tendencias asimilacionistas del entorno social, a las cuales contribuían las propias teorías raciales y culturales del autor (Lazzari, 2019). El sensible aumento del canje con la nueva Alemania Occidental (de 5 a 20 revistas), junto con el ingreso de publicaciones provenientes de Suiza y Austria, responde al mismo tipo de afinidades que señalamos, aunque en estos casos habrían tenido mayor incidencia las relaciones y el criterio de Menghin. El incremento del canje con Ecuador, Perú y Colombia se explica por el área de interés de Imbelloni en base a la cual construyó vínculos académicos personales. Brasil y México son casos parecidos, pero el canje aumenta en menor proporción ya que se partía de una base mayor. Es interesante notar que se acrecientan los lazos con los países escandinavos : las revistas de Suecia aumentan en un 100% e ingresan al canje publicaciones de Noruega, Dinamarca y Finlandia, la mayoría de ellas arqueológicas por lo que estaría primando, nuevamente, el interés y los contactos de Menghin. Por otra parte, la novedad del canje con Yugoslavia debe atribuirse a los contactos aportados por el antropólogo croata recién inmigrado/refugiado Branimiro Maleš. El caso de los Estados Unidos resulta interesante. Hay un aumento considerable de las publicaciones sobre una base también muy importante, a tal punto que es el país con el que más revistas se intercambian, pero, como veremos, la agenda americanista de Imbelloni privilegiaba sólo a un sector de este conjunto de interlocutores. Es difícil señalar en esta lista ausencias notorias tanto en términos de países como de publicaciones en el ámbito internacional de la Antropología. Inclusive revistas con las cuales la línea editorial de Runa mostraba poca afinidad, como American Anthropologist o Man, estaban en la lista. Revisemos con más detalle el canje con las publicaciones periódicas de los espacios académicos en el extranjero que resultaban relevantes para el proyecto imbelloniano, mostrando su papel en los procesos de articulación de redes de relaciones personales e institucionales.

Italia y España

La tabla siguiente expresa el cuadro de revistas italianas en el que, salvo las tres más tradicionales Rivista di Antropologia y Bollettino di Paleoetnologia Italiana, ambas de Roma y Archivio per la Antropologia e la Etnologia, de Florencia—, todas ellas son incorporadas por primera vez al canje con la gestión de Imbelloni, resultando un claro indicador del relevante papel que éste jugó en el ámbito del americanismo italiano como una especie de antropólogo residente en el extranjero [36].

 
Tabla 10. Revistas italianas

Imbelloni cultivaba relaciones con el polo romano en la figura del paleoantropólogo Sergio Sergi, por cuyo intermedio Bórmida llegaría a Argentina [37].También era de notar el contacto con Piero Barocelli y Renato Boccassino del Museo Preistorico ed Etnografico Luigi Pigorini de Roma, siendo el último un activo sostenedor de la posición histórico-culturalista. La Universidad de Florencia era otro nodo de importancia central en la red de Imbelloni, pues en su Departamento de Geografía se encontraba Renato Biasutti de quien fue colaborador, como ya se refirió, en Le Razze e Popoli y con quien sostuvo una larga correspondencia (Vidal Fraitts, 1968). El entonces director de Archivio, el antropólogo físico Giuseppe Genna, fue el encargado de uno de los dos noticieros sobre la Antropología de la península (volumen I). El tercer antropólogo del círculo florentino con quien Imbelloni se relacionaba era el etnógrafo africanista Lidio Cipriani, asiduo corresponsal de la Revista Geográfica Americana dirigida por Anesi. Cipriani fue uno de los firmantes de Il Manifesto della Razza (1938), libelo antisemita al servicio de la política racial fascista sustentado en un discurso pretendidamente científico (Alliegro, 2011), hecho por el cual luego sería encarcelado y más tarde amnistiado en 1946. En ese trance, Cipriani planificó su venida a la Argentina, pero por razones que ignoramos nunca llegó al país y se dirigió, en cambio, a las islas Andamán, a pesar de que Imbelloni se había ocupado de reservarle una cátedra en la nueva carrera de Antropología en Tucumán (Anesi a Imbelloni, 4-3-1948/ carpeta N° 16). De las dos nuevas revistas romanas, merece destacarse Studi e Materiali editada por el afamado historiador de las religiones Raffaele Pettazzoni [38] con quien Imbelloni sostuvo varios intercambios epistolares sobre temas de religión indígena y fue invitado por aquel a dictar unas conferencias en Roma [39]. Su discípulo Tullio Tentori, con vínculos con los Estados Unidos, firmó el segundo noticiero sobre la academia antropológica italiana aparecido en el volumen III. Annali Lateranensi fue otra de las publicaciones claves incorporadas al canje. Fundados en el Vaticano por el padre Wilhelm Schmidt, los anuarios del Museo Lateranense de Etnología Misionera reafirmaban el compromiso de Imbelloni con la etnología católica (Leone, 1985). Otra novedad de la lista fueron las publicaciones del núcleo napolitano con las revistas Folklore de Raffaele Corso y Etnografía editada por su discípulo Giovanni Tucci (ambos reseñados en Runa por Imbelloni). Corso fue el único nombre de peso de la Antropología italiana de la época que publicó un artículo en Runa (volumen VI). Por último, mencionemos, aparte de algunas revistas de museos locales, el intercambio con la revista Scientia —publicitada en la contratapa del volumen IV de Runa— la cual fue incorporada a partir de las relaciones de Imbelloni con Michele Gortani, geólogo, etnógrafo y político italiano [40].

Esta extensa red debe valorarse en función de los equilibrios diplomáticos de Imbelloni y de sus corresponsales en el contexto italiano de posguerra. Si bien para fines de 1948, año en que salió el primer número de Runa, en Italia ya se había dictado una amnistía general y el Partido Comunista había sido desplazado por la Democracia Cristiana, las relaciones entre la situación posfascista y el peronismo estaban lejos de un entendimiento automático y admitían contraluces políticos e ideológicos (Albonico, 1992, Bertagna 2007). Esto queda reflejado en las prevenciones de muchos de los interlocutores académicos de Imbelloni quienes, en mayor o menor medida, habían estado comprometidos con el veintenno fascista y procuraban reacomodarse a los nuevos tiempos, una situación análoga, como veremos, para Alemania y Austria.

Detengámonos en la tabla correspondiente a España, el segundo país en importancia desde el punto de vista de la tasa de incremento en el canje de publicaciones periódicas.

 
Tabla 11. Revistas españolas

Aunque España no suele considerarse una fuente de irradiación sobre la Antropología de la Universidad de Buenos Aires, hubo intercambios académicos destacables antes de la Guerra Civil como es el caso de Fernando Márquez Miranda, doctorado en Arqueología en la Universidad Central (hoy Complutense) con la guía del prehistoriador y sacerdote alemán Hugo Obermaier [41]. Las relaciones se intensificaron tras la llegada de Franco al poder estableciéndose lazos con los catedráticos que pasaron a conformar el establishment de la “Antropología franquista”. Así fue que José Pérez de Barradas, Manuel Ballesteros Gaibrois, Julio Martínez Santa-Olalla y Vicente García de Diego asumieron el control de los institutos, los museos, las cátedras y las revistas de Antropología Física, Arqueología, Historia de América y Folklore [42].

El antropólogo físico y arqueólogo Pérez de Barradas, con trabajo de campo en Colombia, era por entonces el director del Instituto Bernardino de Sahagún (semejante al Instituto Étnico Nacional en Argentina). Por su parte, Ballesteros Gaibrois había heredado las posiciones de su padre, el historiador Antonio Ballesteros, y ya desde muy joven dominaba el campo de la historia americanista desde el Instituto de Historia Fernández de Oviedo, el Seminario de Historia de América, ambos en Madrid, y sus satélites en Sevilla y Valencia. El arqueólogo Martínez Santa-Olalla era, a la sazón, Comisario General de Excavaciones y dirigía el Seminario de Historia Primitiva del Hombre en la Universidad Central [43]. Por último, el folklorista Vicente García Diego estaba al frente del Instituto de Filología de la misma casa de estudios. Cabe destacar que los intereses americanistas de todos estos antropólogos estaban inextricablemente asociados a una defensa de la hispanidad desde un nacionalismo de corte católico integrista (Domínguez Gregorio, 2017).

La circulación de materiales, ideas y personas entre las Antropologías española y argentinas se vio favorecida inesperadamente por el “Protocolo Perón-Franco” de 1949, convenio de ayuda económica del gobierno argentino a España que incluía aspectos de cooperación cultural (Rein, 1998). En este marco, Imbelloni (1949) publicó “Las Ciencias Sociales en Argentina” en la revista de la Cámara Argentina de Comercio en España (Font de Matas a Imbelloni, 1-2-1949/ carpeta N° 16), mientras que Ballesteros Gaibrois y Pérez de Barradas visitaron la Argentina en 1951 ofreciendo sendas conferencias en el Instituto de Antropología (Rey Balmaceda 1951). Por su parte, Martínez Santa-Olalla invitó en dos ocasiones a Imbelloni a España quien, no obstante, se vio obligado a declinar por razones laborales (Imbelloni a Martínez Santa-Olalla, 23-6-1952 ; Martínez Santa-Olalla a Imbelloni, 7-5-1953/ carpeta N° 17). Señalemos, además, que Martínez Santa-Olalla fue clave en la llegada de Menghin a la Argentina ayudándole en su instalación (Mederos, 2014) [44].

La red de relaciones entre los miembros del Instituto de Antropología y los catedráticos españoles se reflejaba en las listas de canje. Runa se intercambiaba con Antropología y Etnología —antes Trabajos— dirigida por Pérez de Barradas [45], con Saitabi, Trabajos y Conferencias y Revista de Indias, todas ellas bajo la dirección de Ballesteros Gaibrois, y con las publicaciones de los espacios liderados por Martínez Santa-Olalla y García de Diego, entre otras. Las propias páginas de Runa, por otro lado, muestran la profundidad de los vínculos internacionales. Así, Menghin reseñó un artículo de Martínez Santa-Olalla quien, a su turno, invitaría a Imbelloni a publicar en Cuadernos de Historia Primitiva. Pérez de Barradas escribió uno de los dos noticieros españoles en Runa, siendo el otro redactado por Carlos Alonso del Real, un discípulo de Ballesteros Gaibrois y de Santa-Olalla. El propio Ballesteros colaboró con un artículo que, como ya señalamos, fue comentado por Imbelloni. Resta mencionar la presencia del lingüista Antonio Tovar, reseñista y reseñado en Runa y por entonces profesor invitado en las Universidades de Buenos Aires y de Tucumán, quien, como se dijo, tradujo el artículo inaugural de su amigo Menghin [46].

Países germánicos

Con posterioridad a la partición de Alemania en 1945, los intercambios de publicaciones periódicas se restringieron a las instituciones del sector occidental controlado por los Aliados. El Museo Etnográfico ya canjeaba sus publicaciones con instituciones de Múnich y Hamburgo desde antes de la guerra, pero Imbelloni multiplicó la red de contactos tal como se aprecia a continuación.
 
La clave para entender esta nómina reside en los dos noticieros sobre la Antropología alemana (volúmenes II y V), en los que se describe una situación académica en trance de reconstrucción material, política y moral. El primero de estos noticieros llevaba la firma de Hermann Trimborn, etnólogo americanista de la Universidad de Bonn e impulsor, junto con Herbert Tischner y Franz Termer de la Universidad de Hamburgo, de la reorganización de la Antropología en Alemania Occidental [47]. En contraste, Ilse Schwidetzky representaba la Antropología Física y, a través de ella, hablaba su maestro, el raciólogo Egon von Eickstedt, de larga relación con Imbelloni [48]. No sorprende que la tercera revista publicitada en Runa —aparte de Anthropos y Scientia— fuera justamente Homo, nuevo y más neutro nombre de la antigua publicación de von Eickstedt, Zeitschrift für Rassenkunde. El privilegio dado por Imbelloni a esta revista expresaba su sostenida apuesta por la Antropología Física, a pesar de conocerse su funcionalidad para con las políticas de higiene racial y de ancestralidad durante el nazismo [49]. Tengamos en cuenta que el régimen nazi encontró sus apoyos no sólo en la raciología sino también en la escuela funcionalista (Richard Thurnwald y Wilhelm Mülhmann), dejando de lado a la Escuela Histórico-Cultural y a la morfología cultural del Instituto Frobenius que, paradójicamente, nutrían la vertiente culturológica de la doctrina imbelloniana. En cualquier caso, el proceso de desnazificación poco afectó a los antropólogos en general y rozó menos de lo que se creería a los raciólogos (Gingrich, 2005). Una tercera característica de esta lista es la presencia de publicaciones arqueológicas editadas por varios museos provinciales, hecho que indicaba la vitalidad de la red de contactos de Menghin.

Durante la gestión de Imbelloni las publicaciones de Antropología de Suiza y Austria se introdujeron por primera vez en la lista del canje. Veamos la tabla correspondiente al primero de estos países.

 
Tabla 12. Revistas alemanas occidentales

 
Aunque técnicamente no era parte del canje, Anthropos se ubicaba en la lista de Suiza. La revista fundada por el Padre Schmidt había sido editada en Möldling, Austria, hasta 1938, pasando a ser publicada en Friburgo, Suiza, luego de que el Instituto se mudara allí tras la anexión nazi. Recordemos que en 1928 Imbelloni había publicado en Anthropos acerca de la “chaine isoglossematique” entre América y Oceanía, en ocasión de una Festschrift a Schmidt. En 1930 volvió a aparecer, en traducción del italiano al alemán, otro artículo suyo sobre deformaciones craneales ; asimismo, recibieron reseñas laudatorias en la misma revista La esfinge indiana y Epítome. En cuanto al mundo académico suizo-francés, el contacto fluía a través del Eugène Pittard, antropólogo generalista con sede en Ginebra, cuya clasificación racial constituía, al igual que la de von Eickstedt, una referencia ineludible para Imbelloni. El vínculo entre ambos se veía reforzado, además, a través de Comas, quien había sido alumno de Pittard.
 
Tabla 13. Revistas suizas

En el caso de Austria, tal como se puede observar abajo, la lista de publicaciones intercambiadas expresaba los cambios acaecidos en la academia antropológica local.

Tabla 14. Revistas austríacas

Mientras varios antropólogos ligados al nazismo (Fritz Röck, Walter Hirschberg, Maria Horsky) eran desplazados de sus cargos (Feest, 2018), otros tantos retornaban del exilio (Gingrich, 2005). Éste fue el caso Robert Heine-Geldern (que luego pasaría a Alemania Occidental) y de Wilhelm Koppers. En la revista dirigida por éste último perduraba la tradición de la Escuela de Viena aunque, de acuerdo con su discípulo Haeckel, reseñista en Runa del IV Congreso Internacional de Antropología y Etnología celebrado en Viena, la “exposición de los ciclos culturales sufre hoy una amplia revisión […] Esta autocrítica […] nos demuestra la fuerza interior y la elasticidad de la Etnología histórica” (Haekel, 1952, p. 296). Buscando todavía una mayor distancia del inmediato pasado nazi y de dicha escuela, apareció en 1946 Archiv für Volkerkunde, la nueva revista del Museo de Etnología de Viena fundada por Etta Becker-Donner y Annemarie Hefel con la que Runa también inició el canje (Feest, 2018). Es interesante notar que los reacomodamientos académicos durante el proceso de desnazificación no impidieron a Menghin mantener su ascendiente sobre la “nueva” Antropología austríaca. En efecto, las reseñas a Wilhelm Koppers, o la participación de Robert Heine-Geldern en el volumen VIII, ambos exiliados con Schmidt durante el régimen nazi que Menghin apoyó, no habrían sido posibles sin su venia.

Estados Unidos

En esta última tabla se despliega una impresionante cantidad de publicaciones estadounidenses incluidas en el canje. Este hecho, sin embargo, responde menos al interés de Imbelloni que a la política expansiva de la academia antropológica de los Estados Unidos, que la convertía en una compradora y canjeadora “agresiva” de bibliografía mundial [50].

 
Tabla 15. Revistas estadounidenses [51]

Entre las nuevas incorporaciones sobresalía American Anthropologist. Fue allí que Sol Tax había publicado en 1937 una reseña a Epítome de culturología de Imbelloni. Al tiempo que elogiaba la obra como del “más alto nivel teórico” (sic), Tax no se privaba de transmitir la visión predominante en los Estados Unidos sobre la Antropología argentina antes de la Segunda Guerra Mundial. En efecto, lamentaba que la “Antropología sudamericana” (sic) siguiera el método de la Escuela Histórico-Cultural, puesto que resultaba tan “improductivo” (sic). Se preguntaba si ello se debía a la calidad intrínseca de dicha metodología o al hecho de que las “conexiones personales y académicas de los argentinos eran más íntimas con Alemania que con Inglaterra, Francia y Estados Unidos” (sic). Y remataba :

¿No se puede remediar la situación hasta cierto punto ? Porque de lo contrario y desde nuestro punto de vista, los recursos antropológicos en un continente casi virgen se desperdiciarían en las próximas décadas. La ‘intervención’ tanto académica como política no está de moda ; no obstante, un intercambio de ideas más directo que al que estamos acostumbrados podría servir a este útil propósito (Tax, 1937, p. 547, nuestra traducción, énfasis agregado).

Por boca de Tax hablaban las pretensiones geopolíticas totalmente naturalizadas de la Antropología de los Estados Unidos, actitud que Imbelloni denominaba “monroísmo”, en alusión a la Doctrina Monroe [52]. Paradójicamente, el “intercambio de ideas más directo” que propugnaba Tax tuvo al propio Imbelloni como principal interlocutor. En varias oportunidades éste había contrapuesto a la hipótesis del “American homotype” (una única “raza india”) defendida por Hrdlička y otros, el modelo de un mosaico de “razas indias” formado por sucesivas oleadas inmigratorias desde diversos puntos asiáticos y polinésicos, modelo al que se prestó algo más de atención, siquiera para refutarlo, sólo cuando fue publicado en inglés en Acta Americana (Imbelloni, 1943). Años más tarde, como señalamos, Imbelloni contribuyó a la sección de Antropología Física (compilada por T. D. Stewart) del tomo IV Handbook of South American Indians (Imbelloni, 1950) [53]. Las publicaciones de Acta y del Handbook estaban dirigidas, respectivamente, por Ralph Beals y Julian Steward, ambos de gran protagonismo en la agenda política latinomericanista del Smithsonian Institute y en la Antropología estadounidense en general [54]. A pesar de las prevenciones que despertaba en Estados Unidos la “universidad peronista”, Imbelloni volvió a ser publicado allí en 1950 en una antología sobre estudios raciales editada por Earl Count (reseñada por Carluci en el volumen III), quien, por otra parte, había sido el encargado de dar noticias sobre los Estados Unidos en el volumen II de 1949.

En este contexto, tuvo lugar un incidente en torno a la reseña de Prehistoria de América de Canals Frau publicada en American Anthropologist por el peruanista John Rowe. Entre las apreciaciones negativas, Rowe (1951) incluía la influencia ejercida por las teorías de Imbelloni sobre el autor y se quejaba de que su “culturología” (recordemos que existía también la homónima de Leslie White) no hubiese merecido una “atención crítica” en los Estados Unidos. Imbelloni no se hizo esperar con su respuesta, y aprovechando la ocasión para “remitir a Ud. otro ejemplar del Vol. III de Runa”, comunicaba (en castellano) al editor, Melville Herskovits, que :

No me queda otra cosa que deplorar este episodio desconcertante [en el que la] invocación de mi nombre […] tiene el aspecto de una alusión forzada […] De mi parte, como Director de una revista antropológica, estoy seguro de que si se me presenta un manuscrito en que aparecen tan tendenciosas ‘carambolas’, me haré un deber de suprimir su publicación (Imbelloni, 1952, p. 112).

A pesar de estos roces, Imbelloni resultaba para muchos antropólogos norteamericanos una figura académicamente seria y un recurso necesario en un diálogo internacional. En efecto, siendo la Antropología Física el interés primordial de Imbelloni y la Arqueología el de Menghin se comprende la continuidad o inclusión en el canje con Runa de todas aquellas revistas de estas especialidades editadas por los museos antropológicos de las universidades de Harvard (Earnest Hooton), Pennsylvania (Carleton Coon), Yale (Cornelius Osgood) y del Smithsonian (T. D. Stewart). Cabe señalar también el canje con la publicación de la recientemente creada Wenner-Gren Foundation [55], sobre cuya base se fundaría en 1959 el Journal of Current Anthropology dirigido por el mencionado Sol Tax.

Razones de espacio nos impiden abundar en la situación de la red académica detrás de las prácticas de canje de Runa con publicaciones homólogas de Francia, Suecia y de América Latina. Con respecto a la primera, baste decir que se incorporaron como novedades revistas “oceanistas” —dirigidas por Maurice Leenhardt— en virtud del interés de Imbelloni por la isla de Pascua y los contactos transpacíficos, se establecieron vínculos con la École Française d’Extrême-Orient, especializada en Indochina, al tiempo que se mantuvieron los sólidos lazos con los antropólogos físicos y los prehistoriadores en torno a Henri Vallois —redactor del noticiero en el volumen II—, cuya discípula Marcelle Bouteiller escribió un jugoso noticiero sobre las expediciones antropológicas francesas en ultramar (volumen VI). Con respecto a Suecia, hubo una expansión de la red de contactos a Estocolmo, Upsala y Gotemburgo a partir de las gestiones de Stig Rydén, arqueólogo con investigaciones en Bolivia y la Argentina, razón por la cual las publicaciones canjeadas eran mayoritariamente de Arqueología y Antropología Física.

En cuanto a América Latina, ya dijimos que México representaba un nodo central para el proyecto americanista de Imbelloni. Su referente principal era el aludido antropólogo físico Juan Comas, seguido por el arqueólogo Pablo Martínez del Río, pero la red iba más allá pues también recibían Runa a modo de obsequio Manuel Gamio, Paul Kirchhoff y Rubín de la Borbolla, entre otros. En contrapartida, la presencia mexicana en Runa se plasmó en un artículo sobre Teotihuacán escrito por el destacado arqueólogo (español también exilado) Pedro Armillas, y en varias noticias provenientes de la pluma de Comas (volúmenes I y III) [56]. Finalmente, hay que mencionar los intercambios con publicaciones peruanas, ecuatorianas, brasileñas y colombianas entre cuyos referentes académicos se incluían Rafael Larco Hoyle, Antonio Santiana, Egon Schaden y Gerardo Reichel-Dolmatoff, respectivamente.

El vínculo con el espacio antropológico latinoamericano era esencial para el proyecto de una Antropología argentina como “potencia regional”. Aunque ciertamente no podía competir con las ubicuas misiones arqueológicas y etnográficas estadounidenses en los países andinos, hechos como la expedición a la isla de Pascua, las excursiones arqueológicas a los sambaquís del litoral sur de Brasil y los estudios de Antropología Física y Culturología en el Perú, dejan ver cierto impulso expansionista del proyecto imbelloniano, cuyas huellas más perdurables quedarían en la Arqueología de Bolivia, a través de un allegado como Dick Edgar Ibarra Grasso. Pero a no engañarse, el proyecto de internacionalización en el que se insertaba Runa tenía un cariz más bien defensivo ; se trataba de morigerar la penetración de la agenda estadounidense en la Antropología argentina tanto en términos de problemas y teorías como de financiamiento, reclutamiento y sitios de campo. Nada de esto pudo impedir que paulatinamente varios antropólogos argentinos accedieran a fondos provenientes de los Estados Unidos, como fue el caso de Márquez Miranda, Canals Frau y González, una práctica de internacionalización que iría en aumento después de 1955.

“Una gran revista mundial” : Internacionalización desde la Argentina

Ya desde 1948 hemos encarado esa publicación [Runa] en un sentido internacional, fundando un órgano que hiciese conocer en el mundo la altura a la que hemos llevado las Ciencias del Hombre en la República Argentina. Este propósito ha sido alcanzado plenamente en la actualidad y Runa es una de las pocas grandes revistas mundiales de Antropología (Imbelloni a Daus, 20-11-1950/ carpeta N° 17).

Semejante declaración parecería pecar de grandilocuencia y jactancia, pero no nos distraigamos en supuestos rasgos de personalidad de Imbelloni. Runa había logrado en sus primeros años de vida hacer circular entre sus páginas la Antropología cosmopolita, al mismo tiempo que ella misma (y su contenido) circulaba como objeto de un canje a lo largo de un itinerario internacional. Realmente se había dado a conocer “al mundo”, a través de algunas sendas ya trilladas y muchísimas otras recién abiertas, una producción antropológica en Argentina en conversación con el concierto académico mundial. Por cierto que Runa distaba mucho de ser la primera publicación académica argentina de aspiraciones internacionalistas e, inclusive en el ámbito antropológico, estaba precedida por las revistas de alcance internacional del Museo de La Plata, del Instituto de Etnología de Tucumán o del propio Museo Etnográfico. Sin embargo, la diferencia específica de Runa residía en su pretensión de internacionalizar en términos de una explícita agenda nacionalista argentina, para lo cual contaba, en contraste con las mencionadas revistas, con una masa crítica de personal y recursos presupuestarios adecuados habilitados por una coyuntura política académica y nacional que, en retrospectiva, resultaría bastante excepcional. No en vano Marcelo Bórmida, en ocasión del vigésimo aniversario de Runa, señalaba que ésta “había mantenido una línea que no le fue impuesta desde afuera” (Bórmida, 1968, p. 5).

Esbocemos con más cuidado una interpretación del giro “gran revista mundial de Antropología”. En primer lugar, señalemos que “mundial” e “internacional” son términos usados indistintamente por Imbelloni. Si bien pueden trazarse entre ellos matices conceptuales concernientes a los grados de unidad/pluralidad que presuponen, el uso por parte del autor recubre los dos niveles que venimos distinguiendo, a saber : el de la referencia de sus contenidos y la representación de la escena dialógica, por un lado, y el del ámbito de circulación material, por el otro. Dar a conocer al mundo la producción antropológica desde la Argentina era divulgarla internacionalmente a través de un objeto cuyos contenidos cognitivos aportaban a la investigación de las cuestiones americanas en tanto que porción clave de la Weltgeschichte [57]que, no obstante, seguía siendo definida desde Europa ; es también mostrar que esta labor se insertaba en un diálogo con las academias extranjeras (no sólo europeas) que se textualizaba y organizaba en el cuerpo de la revista y, a la vez, habilitaba la circulación de objetos (desde la revista misma hasta la correspondencia) y de personas (visitas, asistencia a congresos internacionales). En este sentido, Runa opera como una “puesta a prueba” de las concepciones histórico-culturales compartidas por Imbelloni, Menghin y su red privilegiada de interlocución internacional. En efecto, constituye una tentativa de localizar un flujo de difusión de ideas, renovando un “espíritu nacional” en la antropología argentina mediante prácticas de autonomización específicas. Entre éstas cabe destacar la intervención en el circuito de publicaciones mediante una inversión económica aportada por el Estado nacional, el control y selección de la “influencia extranjera” , través de la organización jerárquica de las secciones de la revista, el manejo diplomático de las modalidades del canje y de la donación (con pleno conocimiento de una lógica simbólica que obliga al recipiente), la apuesta al castellano como idioma académico internacional, en fin, un conjunto de prácticas que eran el resultado de la larga experiencia académica de Imbelloni y de su posición reconocida en el campo antropológico argentino, latinoamericano y, en alguna medida, en el americanismo italiano, español y germánico. Puede sostenerse que la concepción de esta primera Runa como “revista mundial” fue un original y audaz proyecto orientado por una agenda académica madurada que había encontrado en la reforma universitaria del peronismo y en el cese temporario de la producción de los centros académicos europeos del americanismo su oportunidad histórica de expresión.

Conclusiones

Dentro de los límites de nuestro objeto hemos llevado a cabo una historización de la Antropología argentina con la intención de contribuir a una construcción granular de la memoria, más atenta a las (dis)continuidades, a los dobleces y a los experimentos fallidos. En particular, hemos intentado realizar un aporte al campo de los estudios sobre revistas científicas argentinas y sus dinámicas de circulación y, hasta cierto punto, de recepción. Recapitulemos el argumento, respondiendo a las preguntas formuladas al comienzo.

Runa se asentó sobre las relaciones y el prestigio internacionales previamente construidos por Imbelloni. Esta red era muy amplia e incluía casi todas las academias antropológicas de la época cuyos miembros reflejaran preocupaciones americanistas, haciéndose más densa en las áreas disciplinarias y temáticas cultivadas por el propio director. El lanzamiento de una revista con las pretensiones de Runa habría sido muy arduo, si no imposible, de no haber estado Imbelloni situado en la posición central recientemente conquistada en la Universidad de Buenos Aires. A esto había contribuido una suma de circunstancias que catalizaron una larga y honorífica carrera en una “coronación” académica : por una parte, su adhesión al espacio de intelectuales —entre los que se contaban Leopoldo Marechal, Carlos Astrada y Homero Guglielmini, entre otros (Pulfer, 2016)— que apoyaban al nuevo gobierno peronista desde un nacionalismo con el que comulgaba desde su juventud, y por la otra, la política universitaria de ese mismo gobierno que lo benefició directamente. Ausentes estas “condiciones de felicidad”, quizá nunca se habría producido el desplazamiento de sus competidores en la Antropología porteña y nacional. Ya en su cargo de director del Instituto de Antropología y del Museo Etnográfico, Imbelloni contó con los recursos políticos y académicos necesarios para sostener, no sin zozobras, el financiamiento oficial de su criatura editorial. Runa se transformó así en un órgano institucional, voz oficial de un colectivo claramente jerarquizado, con un alma mater/ director ejerciendo un celoso control tanto de la línea editorial como del proceso de gestión. En sus páginas se combinaron textualmente sesgos temáticos, de especialización y de interlocución dando forma a un coloquio científico internacional promovido desde la Argentina. Este teatro dialogal era solamente la punta del iceberg de un intercambio internacional y nacional que, en sus varias modalidades de circulación de personas y objetos, ponía en juego reconocimientos académicos mutuos de acuerdo con una lógica moral y material del don. El dispositivo de cooperación y sutil rivalidad que caracterizaba el canje de Runa con sus homólogas extranjeras, o bien su obsequio a los corresponsales eminentes, fue sostenido por obra de diversos procedimientos técnicos, instituciones y agentes intermediarios. Entre las Antropologías extranjeras que se correspondieron con Runa, destacan la italiana, la española y las de los países germánicos debido a la perduración de lazos académicos previos, herencias epistemológico-teóricas compartidas e innegables afinidades ideológicas. Todas ellas estaban preñadas de situaciones académicas controvertidas que enfrentaban la imperiosa necesidad de acomodarse a las consecuencias de la derrota o de la neutralidad en una guerra ganada por los Aliados, sus otros. De no haberse encontrado aquellas institucionalmente debilitadas e ideológicamente desafiadas por el nuevo orden mundial, ¿habría sido posible esta Runa, que aloja al refugiado Menghin y toma la posta de la “alta cultura” dándole un cariz argentinista ? Pregunta contrafáctica pero que pone de relieve el hecho de que la Antropología imbelloniana procuró aprovechar una coyuntura histórica tentando con la carta de la “generosidad”, el “refugio” y la “oportunidad” de la Nueva Argentina a los vencidos y neutrales en la guerra mundial. Sin embargo, el espacio brindado por Runa a la conversación con estas academias “en capilla” no alcanzó a compensar la necesidad de corresponderse con ese cada vez más ubicuo Gran Otro, la Antropología de los Estados Unidos, ya en situación de imponer los “términos del intercambio” antropológico mundial. Ante esta situación, Imbelloni pretendió trazar algunas condiciones para un diálogo científico menos asimétrico y unidireccional en el que parece haber creído, a juzgar por el lugar de especialista que le asignaban los antropólogos físicos norteamericanos como Coon, Count, Hooton y Stewart. Sin embargo, todos ellos —junto con Redfield, Tax, Kroeber, Kluckhohn, Kidder, Linton, Steward, Beals, Métraux y tantos otros— no dejaban de suscribir a la misión de “cooperación internacional” desde arriba en la que no encontraban lugar las prácticas de autonomía ensayadas en Runa. Así lo expresaba el arqueólogo Gordon Willey (1949) desde su mirador en el Institute of Social Anthropology [58] :

Los objetivos básicos del Instituto siguen siendo los mismos : (1) investigación sobre comunidades

rurales latinoamericanas en el campo de la Antropología social y la geografía cultural ; y (2) la formación de jóvenes estudiantes graduados latinoamericanos en Antropología. Recientes desarrollos internacionales señalan el valor de dicho trabajo como precursor de la Antropología aplicada y la sociología. A principios de 1949, el Presidente de los Estados Unidos [Harry Truman] enunció lo que desde entonces se ha denominado el “Programa Punto IV”. Este plan requería una serie de proyectos de desarrollo económico y social en varios países no industrializados o semi-industrializados de todo el mundo. El énfasis en estos proyectos es económico, pero los factores sociales no deben ser ignorados […] Se anticipa que estos proyectos de tipo Punto IV se iniciarán a mediados de 1950. Se incluyen todos los países latinoamericanos. Obviamente, tales programas de cambio económico y social serán perjudiciales para las costumbres y culturas nativas, aunque las innovaciones estén motivadas por un espíritu de ayuda mutua. Se reconoce en los círculos gubernamentales de los Estados Unidos que el conocimiento de las culturas locales será un activo valioso en la planificación y ejecución del Punto IV y que el asesoramiento antropológico social experto facilitará los procesos de cambio cultural que se iniciarán con las introducciones tecnológicas modernas. Con este fin, el Instituto de Antropología Social ha ayudado a asesorar a los administradores del Punto IV y a sugerir cómo los datos de investigación básica sobre comunidades primitivas o rurales pueden utilizarse para fines prácticos” (p. 22, nuestra traducción, énfasis agregado) [59].

Imbelloni (1930), en actitud compartida con muchos imposibilitados de ocultar que toda “ciencia es nacional” [60], apenas podía oponer a la geopolítica de esta Antropología Latin-americanist que propugnaba el “cambio cultural” (sic) modernizante, el argumento de las esferas de influencia, tal como ya lo había hecho en referencia al Museo de La Plata (y en consecuencia, la Antropología argentina y la Argentina misma) : “Hacer en América del Sud lo que hacen los Estados Unidos en el continente septentrional” (p. 49).

La historia del ciclo fundacional de Runa nos invita a repensar la construcción de espacios de autonomía en el seno de procesos de internacionalización académica fuertemente condicionados por asimetrías e invisibilidades estructurales (Beigel, 2010 ; Gil, 2016b). La empresa editorial de Imbelloni fue una apuesta entramada a la política exterior del primer peronismo, un nacionalismo “desde arriba”, valores eurocéntricos “neohumanistas” y prácticas de reclutamiento de “cultos” antropólogos comprometidos con el nazismo y el fascismo. Esta apuesta consistía en autonomizarse al interior de la red antropológica germánica y mediterránea circunstancialmente menos inclinada a desoir a sus colegas latinoamericanos. Pero el ensayo no pudo sostenerse en el tiempo y, tras el golpe de Estado de 1955, la Antropología argentina fue abriéndose paulatinamente a la influencia de los “antropologistas” [61], ligándose al modelo de internacionalización estadounidense —con los nuevos desafíos de autonomizarse dentro de esa configuración— aunque manteniendo los vínculos previos con las Antropologías de los países germánicos e Italia, las cuales, por su parte, también eran sumadas aceleradamente a la agenda de “cooperación internacional” fomentada desde los Estados Unidos a través del Plan Marshall.

Hoy en día Runa es un nombre pronunciable gracias a que Ana María Lorandi, su directora a partir de 1984, hizo gala de un gesto de continuidad institucional que salvó el hiato entre la última dictadura y el retorno democrático [62]. Por el contrario, José Imbelloni apenas es rescatado en el horizonte hegemónico de la memoria presente de la disciplina como un “mal” cuya “necesidad” debe explicarse. La “des-imbellonización”, empero, parece encontrarse una y otra vez con celadas inesperadas. A fines de 1973, con la llegada del Frente Justicialista de Liberación al gobierno nacional y a la Universidad de Buenos Aires, luego de dieciocho años de proscripción del peronismo, el Museo Etnográfico fue renombrado “Centro de Recuperación de la Cultura Popular José Imbelloni”, monumental equívoco, sin duda, pero que sigue generando reacciones. Así, en 2008, en ocasión de la celebración del cincuentenario de la creación de la carrera de Ciencias Antropológicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, la invocación del nombre de Imbelloni produjo un fugaz gesto de exorcismo :

Pregunta del público : ¿Cómo fue que le pusieron [al Museo] José Imbelloni (risas generalizadas).
Coordinador : ¿Quién se anima a responder ?
Respuesta de un panelista : Yo me animo […] Yo decía que en realidad el peronismo que asume la universidad [en 1973] en principio es un peronismo amplio y movimientista. E Imbelloni está incluido en eso, ¿no ? […] Eso era la universidad. Y a mí me parece que esa heterogeneidad es la que se reflejó inicialmente. Y lo mismo con el tema del nacionalismo, que era un término muy polisémico y no definido. Me parece que esa es la causa (Neufeld et al., 2015, p. 160).

¿Y si el peronismo —o ese otro peronismo— no hubiese existido, continuando el círculo de Francisco de Aparicio su liderazgo en la Antropología argentina con Relaciones como estandarte ?, ¿si se hubiese dado una convergencia virtuosa entre la academia antropológica local y las lógicas del internacionalismo científico modernizante que apostaba a las “ciencias sociales” para el desarrollo ?, ¿si no se hubiese concretado la “venganza” de Imbelloni en clave de fenomenología bormidiana ? Muy frecuentemente la historiografía (por no mencionar los actos de memoria espontánea) de la Antropología argentina fracasa en esconder estas fantasías de “normalidad” y “seriedad” que provienen de un imaginario sociohistórico más general, pero que son justamente las que activan ese deseo de saber el “por qué no”. La resultante es un juego de desplazamientos y “explicaciones” cada vez más sofisticadas que machaca como un ritornello ensordecedor. Quizá sea tiempo entonces de preguntarnos si en el frotarse con los fetiches u hospedar a los fantasmas que pueblan nuestra memoria —como el de “Imbelloni” y muchos otros más— no se activarían prácticas de autonomía más potentes y duraderas en el seno de esta ubicua “academia internacional” que no cesa de lanzarnos su mirada de Medusa.

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Fuentes

Fondo de Gestión Institucional Académico Administrativo, Sección “José Imbelloni, 1947-1955” del (AR UBA- FFyL-MEJBA- JI). Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

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Agradecimientos
A Marisa Scarafoni, Responsable del Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, y a su directora Vivian Spoliansky. Agradecemos también los comentarios y sugerencias de Alejandra Mailhe, Rosana Guber, Sergio Carrizo, Rolando Silla y Mariela Eva Rodríguez, así como los de los dos revisores anónimos que han ayudado a mejorar este trabajo.

Biografía
Axel Lazzari es Doctor en Antropología por Columbia University. Sus intereses se concentran actualmente en la Historia de la Antropología argentina y la teoría antropológica. Al mismo tiempo, continúa sus investigaciones sobre el proceso de reemergencia indígena rankülche en La Pampa (Argentina) y sobre temáticas indígenas en general.
https://unsam.academia.edu/AxelLazzari
https://www.researchgate.net/profile/Axel-Lazzari

Resumen : En este artículo analizamos la primera serie de la revista Runa (1948-1955) abordándola en su doble condición de espacio de representación y de agente impulsor de las prácticas de diálogo antropológico internacional. Concebida por su primer director, José Imbelloni, como “revista mundial” y órgano del Instituto de Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Runa fue el resultado de un encuentro entre una trayectoria académica renombrada y las circunstancias de la reorganización universitaria promovida por el peronismo en 1947. Indagamos en el proyecto editorial del director en el campo de la Antropología americanista nacional e internacional, prestando especial atención a las lógicas de reconocimiento a través del canje de la revista con sus homólogas pertenecientes a los espacios académicos de Italia, España, los países germánicos y los Estados Unidos. Finalmente, se reflexiona sobre la apuesta de Imbelloni a la autonomización de la producción académica a la luz del dispositivo de internacionalización asimétrica del conocimiento antropológico entonces vigente.
Palabras claves : antropología argentina, internacionalización, revistas académicas, geopolítica del conocimiento, José Imbelloni.

“Una gran revista mundial”. Runa e as práticas de internacionalização da Antropología argentina em tempos de nacionalismo peronista (1948-1955)
Resumo : Neste artigo analisamos a primeira série da revista Runa (1948-1955), abordando-a em sua dupla condição de espaço de representação e de agente das práticas internacionais do diálogo antropológico. Concebida pelo seu primeiro diretor, José Imbelloni, como uma “revista mundial” e órgão do Instituto de Antropología da Facultad de Filosofía y Letras da Universidade de Buenos Aires, Runa foi o resultado de um encontro entre uma renomada carreira acadêmica e as circunstâncias da reorganização universitária promovida pelo peronismo em 1947. Descrevemos o projeto editorial do diretor no campo da Antropologia americanista nacional e internacional, prestando atenção especial às lógicas de reconhecimento por meio da troca da revista com suas contrapartes pertencentes aos espaços acadêmicos da Itália, Espanha, países germânicos e Estados Unidos. Por fim, refletimos sobre a aposta de Imbelloni à autonomização da produção acadêmica à luz do dispositivo assimétrico de internacionalização do conhecimento antropológico então vigente.
Palavras chaves : antropologia argentina, internacionalização, revistas academicas, geopolítica do conhecimento, José Imbelloni




[1Identificamos cuatro ciclos en Runa : (1) el “fundacional”, que analizamos y abarca los volúmenes I a VI aparecidos entre 1948 y 1954, (2) el “intermitente” que se verifica entre 1956 a 1981, publicándose solamente siete volúmenes, (3) el “refundacional” que se extiende desde 1984 a 1996 y abarca ocho entregas, y (4) el “contemporáneo”, que se inicia en el año 2002 y llega hasta el presente. Este último ciclo se inicia con el volumen XXIII y alcanza hasta el número 41. A partir del número XXVIII de 2008, cada volumen se publica subdividido en dos entregas por año, alcanzándose un total de 38 números a 2020, superándose así la suma total de entregas de Runa durante sus anteriores cincuenta y cuatro años de vida. Tal salto cuantitativo es el efecto directo de las nuevas políticas de publicación científica (referato doble ciego, indexación, índice de “impacto”, tipos de acceso, idioma, etc.) monitoreadas por organismos de ciencia y sistemas expertos, en sintonía con procesos de globalización del conocimiento, todo lo cual plantea nuevos problemas atinentes a las asimetrías e invisibilidades de reconocimiento, la mercantilización de las publicaciones periódicas, los grados de (des)control institucional de las agendas de investigación, la evaluación de la calidad, el fomento de la competencia generalizada, etc. (Vessuri, 2014 ; Heredia y Wilkis, 2016).

[2El mayor cúmulo de información proviene de nuestra investigación en el Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, donde hemos consultado la Sección “José Imbelloni, 1947-1955” del Fondo de Gestión Institucional Académico Administrativo (AR UBA- FFyL-MEJBA- JI). A esta información se suma la obtenida en otros archivos y repositorios.

[3A pesar de su ubicuidad en la imaginación histórica de la Antropología argentina, la figura de Imbelloni no ha concitado la curiosidad de demasiados estudiosos, siendo Sergio Carrizo quien más se ha ocupado de su trayectoria (Carrizo, 2000, 2014, 2015a). También han hecho contribuciones Garbulsky (1987) y Arenas y Baffi (1991-1992), entre otros.

[4La Biblioteca estaba diseñada a modo de enciclopedia con diversas secciones en las que se abordaban los problemas antropológicos americanos y un plan de publicación secuencial a cargo de especialistas (Imbelloni, 1936). Para un análisis desde el prisma de la construcción de un lectorado americanista, ver Mailhe, 2018.

[5Las relaciones profesionales entre José Anesi e Imbelloni se remontaban al menos a 1933 con el lanzamiento de la Revista Geográfica Americana. En esta revista de “divulgación seria”, especie de eco local de la National Geographic y de Le Vie d’Italia e della America Latina, Imbelloni cumplía el papel de editor oficioso. Para un análisis de la revista desde la problemática del fomento del turismo nacional, ver Zuzman, 2012.

[6La Enciclopedia italiana di scienze, lettere ed arti, hoy conocida como Treccani, fue lanzada en 1927 con el fin de reunir el conocimiento universal desde una perspectiva consonante con el fascismo. Por su parte, la Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana Espasa-Calpe se publicó originalmente entre 1908 y 1933 y continuó con varios suplementos. Ambas enciclopedias, junto con la Británica, estaban consideradas entre las más importantes a nivel mundial y, para la época, constituía un punto de honor ser invitado a colaborar en ellas.

[7El proyecto, en gran medida inspirado en la experiencia de la Escuela Nacional de Antropología e Historia mexicana, nunca obtuvo aprobación pero encontró su realización parcial en la Universidad de Tucumán al crearse allí la carrera de Ciencias Antropológicas en 1947 (Carrizo, 2015b).

[8La documentación referida como “carpetas” pertenece a la mencionada Sección José Imbelloni del Archivo del Museo Etnográfico.

[9El propio Imbelloni (1950) reflejaba este proceso en una crónica histórica de la Antropología argentina a la que concebía como una obra colectiva producto de la labor acumulada de generaciones de “pioneers”, “sistemáticos” e “iniciados”, de la que se beneficiaba la “época nuestra” [la suya], ya inserta en un escenario más diversificado de actores, intereses y geografías que desbordaban el eje Buenos Aires-La Plata. Si trazamos un corte en 1946 obtenemos la siguiente imagen del campo de posiciones académico-profesionales. En Buenos Aires, el Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras, dirigido por Francisco de Aparicio, albergaba a Fernando Márquez Miranda y a Eduardo Casanova en Arqueología, y al propio Imbelloni en Antropología Física, así como al geógrafo Ardissone. Otro núcleo porteño era el Instituto de la Tradición con Juan Alfonso Carrizo como director secundado por Bruno Jacovella y Carlos Vega. En La Plata, revistaban Milcíades Vignati en el área de Antropología Física y el mismo Fernando Márquez Miranda con otra cátedra de Arqueología. El Instituto de Etnología de Tucumán era dirigido por el joven Radamés Altieri quien, tras su temprana muerte en 1942, fue sucedido por Enrique Palavecino. En Mendoza, Salvador Canals Frau lideraba el Instituto de Etnografía desde 1940 mientras Antonio Serrano hacía lo propio en el Instituto de Arqueología, Lingüística y Folklore en la Universidad de Córdoba. Mencionemos, por último, el importante papel de la Sociedad Argentina de Antropología, fundada en 1936 y dirigida hacia 1945 por Francisco de Aparicio, donde se congregaban periódicamente los mencionados antropólogos en las “Semanas de Antropología”.

[10Las fuertes corrientes antiperonistas que se desataron en la universidad argentina deben ser puestas en la perspectiva más amplia del cataclismo que produjo el ascenso del peronismo entre los intelectuales liberales y de izquierda (Neiburg, 1998 ; Fiorucci, 2011 ; Pulfer, 2016 ; Recalde y Recalde, 2007).

[11Solamente en la Universidad de Buenos Aires hubo 1250 profesores excluidos (825 renunciaron y 423 despedidos) (Neiburg, 1988 apud Mangone y Warley). Sin embargo, este dato debe ser confrontado con los más de 4000 docentes expulsados durante la “normalización” de 1955 (Recalde y Recalde, 2007).

[12Sobre la cesantía de Francisco de Aparicio y el desplazamiento del grupo de antropólogos y geógrafos que lideraba en el Museo, ver Guber, 2006. La geografía (humana) fue “expulsada del museo” pero, sin embargo, Ardissone continuó su labor y, llamativamente, Federico Daus llegó al decanato de la Facultad, aunque sin verdadero poder político (ver Lascano y Curto, 2013).

[13El connotado prehistoriador arribó a la Argentina en 1948 contratado por Imbelloni para unirse al Instituto de Antropología como profesor extraordinario en Prehistoria. Menghin aportaba a Imbelloni el acceso a un circuito de relaciones con la Arqueología internacional. Su prestigio académico estaba sustentado en sus investigaciones sobre la difusión del neolítico en el Mediterráneo y en Weltgeschichte der Steinzeit, su gran obra de síntesis sobre la prehistoria, publicada en 1931. Hoy nos es conocida la biografía de Menghin (y el modo en que fue borroneada en la Arqueología argentina) gracias a los esfuerzos de Patricia Arenas (2021), Kohl y Pérez Gollán (2002) y Fontán (2005), entre otros. Es conocida la participación de Menghin como Ministro de Educación del gobierno de Arthur Seyss-Inquart durante la anexión de Austria por el régimen nazi (Anschluss), su posterior afiliación al NSDAP (Mederos Martín, 2014), así como su previa relación con el austrofascismo católico durante el cual ocupó el cargo de Rector de la Universidad de Viena (1935-1936).

[14Como es sabido las gestiones de Imbelloni fueron claves para el arribo de Menghin, Maleš y Bórmida a la Argentina. Los dos primeros, se incorporaron a la universidad argentina como “profesores extraordinarios”, esto es, nombrados sin concurso previo y sólo en base a los antecedentes presentados.

[15Los conflictos internos en la Sociedad Argentina de Antropología se manifestaron ante la propuesta de Francisco de Aparicio, rechazada por Imbelloni y Ardissone, de hacer una declaración pública en la que se suspendía la Semana de Antropología y se apoyaba la “Marcha de la Constitución y la Libertad” (setiembre 1945) (Perazzi, 2014). Técnicamente, la Sociedad Argentina de Antropología no desapareció y celebró reuniones en 1947 y en 1950, con la presidencia de Aparicio y Canals Frau respectivamente. Tras el golpe de Estado de 1955 se construyó un relato de cercenamiento de la autonomía impulsado por su presidente Márquez Miranda. Sobre la historia de la Sociedad Argentina de Antropología, ver Podestá, 2007.

[16“Flor de ceibo” (en alusión a la flor nacional) llamaban los desplazados de la universidad a los que se habían visto beneficiados por la nueva situación pues consideraban que “no eran verdaderos maestros, sino una mezcla de pusilánimes incondicionales al régimen, de bajo nivel académico y burócratas de tercer escalón” (Neiburg, 1998, p. 167). Basta notar que hacia 1946 Imbelloni contaba con más de 240 publicaciones de reconocido nivel (Comas 1970).

[17Cuando Runa salió a la palestra, sustituyendo a Publicaciones del Museo Etnográfico, se contaban entre las tradicionales y nuevas revistas nacionales de temática antropológica : Revista y Notas del Museo de La Plata, Anales del Instituto de Etnografía Americana (luego del Instituto de Etnología) en Mendoza, Revista del Instituto de Antropología de Tucumán, Anales del Instituto Étnico Nacional, Anales del Museo Nacional de Historia Natural, Physis (Sociedad Argentina de Ciencias Naturales), Anales de GAEA (Sociedad Argentina de Estudios Geográficos), Revista del Instituto Nacional de la Tradición, Publicaciones del Instituto de Arqueología, Lingüística y Folklore (Universidad de Córdoba) y el Boletín del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, en Santa Fe.

[18La dirección de Imbelloni estaba comprometida, por otra parte, con los lineamientos generales de los planes quinquenales (propiamente dichos) del peronismo, en cumplimiento del artículo 48 de la nueva Ley nacional N° 13.031. El aporte antropológico que Imbelloni ofrecía al proyecto de la Nueva Argentina se alineaba con el “fortalecimiento” y “protección” de la población y del pueblo de la nación, complementándose así con el de otras agencias del Estado como el Instituto Étnico Nacional y el Instituto Nacional de la Tradición (Lazzari, 2002 ; Lazzari, 2004 ; Soprano, 2009).

[19Baia fundó en 1926 la revista Pareceres especializada en temática política y cultural de la Argentina e Italia. Inicialmente vinculado al fascismo, el editor de la revista saludó el golpe de Estado de 1930, pero posteriormente se fue alejando tanto de la política exterior de Mussolini como del uriburismo.

[20Si bien estos atributos describen aspectos claves de la ideología fascista, hay que proceder con cuidado. La importación del fascismo a la Argentina chocó, en su calidad de nacionalismo patriótico italiano, con el nacionalismo argentino, inclusive al interior de la colectividad italiana en proceso de argentinización (ver Bertagna, 2007 ; Scarzanella, 2007). Otros aspectos claves del fascismo italiano como el racismo y el colonialismo (al que se plegaba casi en bloque la Antropología itálica de la época), quedaron todavía más borroneados en la Argentina. Está pendiente un estudio pormenorizado del trayecto ideológico de Imbelloni que, a esta altura, sólo podemos definir por la negativa —anti-liberalismo y anti-socialismo de izquierdas—, lo que nos permite comprender su acercamiento al primer peronismo, pero deja en las sombras sus posiciones frente al colonialismo italiano en África, las leyes contra los ebrei y la acción del ejército alemán en Italia luego del armisticio de 1943. No obstante, se puede advertir que la biografía de Imbelloni acompaña en general las fluctuantes posturas del Vaticano en relación al fascismo.

[21El plantel del Instituto incluía, aparte de Imbelloni como director y profesor de Antropología y Etnografía General, a Eduardo Casanova como profesor de Arqueología Americana, y a Osvaldo Menghin como profesor extraordinario “encargado de investigaciones prehistóricas”. Como ayudantes de las cátedras de Imbelloni y Casanova revistaban Marcelo Bórmida y Ciro Lafon, respectivamente. Entre el personal técnico se contaba a Nilda Giusti (conservadora de Antropología), Nélida Silvetti y Carmen Marengo (conservadoras de Arqueología), María Angélica Carluci y María de la Mota de Quintana (conservadoras de Etnografía), Mercedes Moisà y Constantino Rodríguez (restauradores), Elsa Dell’Occhio y Antonio di Benedetto (impresiones), Carlos Maier (bibliotecario), Juan Benito (técnico museográfico), entre otros.

[22Estos criterios implícitos podían entrar en conflicto, pero, a juzgar por el rechazo de Imbelloni a la publicación de un manuscrito de un tal Heinrich Hein de Hamburgo, que venía recomendado por el vicedecano de la Facultad de Filosofía y Letras, queda claro que, una vez trazado el límite del “nacionalismo”, se privilegiaban criterios de seriedad académica. La negativa de Imbelloni se funda en las que considera muy dudosas hipótesis del autor para descifrar los quipus (Imbelloni a Novoa, 25-6-1951/ carpeta N° 17).

[23Desde el punto de vista de la interpelación a un lectorado internacional, son claves los artículos de Menghin sobre migraciones en el Mediterráneo (volumen I) y prehistoria en África (volumen II).

[24Computamos un autor por artículo. De este modo, un mismo autor de cuatro textos (artículos, reseñas y/o noticias) se contabiliza cuatro veces. Hemos privilegiado este criterio en función de una heurística que atiende tanto a la identidad autoral de cada texto como a su repetición.

[25Cada entrega se componía de un grueso tomo que rondaba las trescientas páginas (con láminas y mapas) encuadernadas en tapas de cartón de color marrón aceitunado, sobre las que se destacaba el título “Runa. Archivo para las Ciencias del Hombre” en grandes tipos negros. Los primeros tres números llevaron una contratapa ciega, pero en los tres siguientes aparecieron estampadas publicidades de revistas internacionales. La impresión seguía los estándares de calidad de las publicaciones oficiales. No hemos encontrado información sobre la tirada de cada número, pero a juzgar por los papeles del archivo sabemos que no era suficiente para satisfacer los numerosos pedidos de donación, canje y compra que llegaban a la redacción.

[26Sobre la expedición a Patagonia, consultar Rodríguez (2010), Vezub y de Oto (2011) y Carrizo (2015a). Acerca de la expedición a la isla de Pascua, ver Silla (2010).

[27En esto contrastaba con la tradición de publicación en francés en Revista del Museo de La Plata y en sus Anales, o en Revista del Instituto de Etnología de Tucumán (ver Carrizo, 2010).

[28Imbelloni, periodista al fin, era perfectamente consciente de las diferentes técnicas de atracción de lectores. En el primer número de Runa hay otro texto que cumple la función de “carnada” de un lectorado de aventuras. Se trata del artículo del serbio Tibor Sekelj sobre una expedición al río Araguaia, en el Amazonas. Personaje multifacético, Sekelj era conocido por el público argentino a causa de haber protagonizado un trágico ascenso al Aconcagua, que le valió una condecoración del presidente Perón (ver Sekelj, 1944).

[29Este no es el espacio para traer a colación la ingente literatura antropológica sobre el don que va de Mauss a Graeber, pasando por Malinowski, Bataille, Lévi-Strauss, Weiner, Sahlins y Godelier, entre tantos otros. Baste señalar que el conjunto de esta literatura critica la universalidad del cálculo económico individual como fuente de socialidad destacando, en contrapartida, “lo simbólico”, es decir, condiciones previas o residuos de reconocimiento mutuo que relativizan las interpretaciones utilitaristas unilaterales.

[30Eugen Fischer tuvo una participación central en la Antropología nazi siendo uno de los mentores de las leyes raciales de Nüremberg (Gringrich, 2005).

[31Perón ya tenía conocimiento de Imbelloni como integrante del círculo de la intelectualidad oficial, pero el prólogo a su escrito sobre toponimia se habría debido a una sugerencia de José María Castiñeira de Dios : “‘Mi General, ¿usted me permitiría que lo vea [al texto] un sabio en esta materia, el doctor José Imbelloni, la más alta autoridad en Antropología y lenguas aborígenes que tenemos en el país ?’ Se encogió de hombros y dijo : ‘Y bueno, lléveselo’” (Castiñeira de Dios, 2013, p. 103, nuestro resaltado). Agradecemos esta referencia a Darío Pulfer.

[32Las relaciones de Imbelloni con el servicio diplomático son especialmente íntimas en el caso de la Embajada de Roma. Allí revistaba su discípulo José Antonio Güemes como personal de la Comisión de Inmigración, a quien Imbelloni se dirigió con el encargo de que le enviara los tres volúmenes de Le Razze e Popoli della Terra que Biasutti había remitido a la Embajada (Imbelloni a Ocampo Giménez, 23-7-1947, 23-10-1947/ carpeta N° 17). Aún no se ha investigado cabalmente el papel que jugó Güemes como el “hombre clave” en la llegada de los inmigrantes/refugiados Osvaldo Menghin, y seguramente también de Marcelo Bórmida y Branimiro Maleš a la Argentina, teniendo en cuenta su íntima relación con Imbelloni, sus servicios en la embajada y su posterior cargo de prosecretario general durante el rectorado de Jorge Taiana (padre) en la Universidad de Buenos Aires.

[33Analizaremos la Lista A que cubre el período de junio de 1948 a enero de 1953 y coincide con las ediciones de los volúmenes I al V (carpeta N° 16). Entre esa fecha y el golpe de Estado de setiembre de 1955 hay una brecha de más de dos años y medio durante la cual sólo aparece el volumen VI, por lo que la lista de los participantes en el canje podría haberse modificado levemente.

[34Esto revela la asignación de mayores recursos presupuestarios al área, un efecto directo de las alianzas de Imbelloni en la facultad ya que, por entonces, era miembro del Consejo Directivo y se desempeñaba en las comisiones de Publicaciones, de Presupuesto y de Adjudicaciones (Perazzi, 2014).

[35Los nuevos países ingresantes al canje se listan en cursiva.

[36Con la creación en 1935 del Centro Italiano di Studi Americani (CISA) en Turín, dirigido por el periodista fascista Pietro Gorgolini, pero propuesto por Guido Callegari desde el Congreso Americanista de Roma en 1926, comenzó a forjarse un núcleo institucional en un campo temático que no era el privilegiado en la Antropología italiana volcada, como estaba, puertas adentro y al África colonial (Ciacchi 2019). En una reunión del comité del CISA en 1939, Callegari propuso la traducción al italiano del Epítome de culturología, pero finalmente se prefirió invitar al propio Imbelloni a dar conferencias sobre Etnología americana, plan que se frustró por el estallido del conflicto bélico (Gandini, 2003).

[37Menos conocido es el arribo de otro alumno de Sergio Sergi, el “demogenetista” Alfredo Sacchetti, quien recaló primeramente en Tucumán y más tarde en Córdoba, dejando su impronta investigativa en Bolivia ; Imbelloni se carteó con él y reseñó un texto de su autoría en Runa (Imbelloni a Sacchetti, 21-8-1952/ carpeta N° 17).

[38La labor de Pettazzoni en el campo de la historia comparada de las religiones era esencialmente Antropología y en tal sentido se diferenció netamente del abordaje confesional católico del padre Schmidt (Alliegro, 2011).

[39Carteggio Pettazzoni, Elenco destinatari, col. 17795-17803 ; elenco Mittenti, col. 1869 y 6763-6770. Imbelloni viajó a Italia en 1953 pero desconocemos si pronunció tales conferencias.

[40Aparte de los responsables de las publicaciones mencionadas, Runa era enviada como obsequio a Raffaelo Battaglia (Padua), Giorgio Dal Piaz (Padua), Michele Scinti (Nápoles), Fabio Frassetto (Bologna), Alberto de Agostini (Turín), Pietro Scotti (Turín) y Corrado Gini (Roma), entre otros.

[41Hugo Obermaier, considerado el renovador de la prehistoria en España, visitó la Argentina en 1926 invitado por la Institución Cultural Argentino Germana, la misma que había traído a Albert Einstein un año antes.

[42La mayoría de los exilados del franquismo se dirigieron a México. Entre ellos, el famoso prehistoriador Pere Bosch-Gimpera, el arqueólogo Pedro Armillas, el antropólogo físico Juan Comas y los jóvenes etnólogos Ángel Palerm y Claudio Esteva. La llegada del mallorquín Canals Frau a la Argentina es anterior a estas circunstancias.

[43Julio Martínez Santa-Olalla estaba fuertemente relacionado con la Arqueología y etnología germánicas. Colaboró en 1935 con los trabajos de campo del grupo dirigido por Leo Frobenius sobre el arte rupestre español, dio conferencias en Alemania y fue el interlocutor de Heinrich Himmler, jefe de las SS, durante su visita a España en 1940. Himmler comandaba la Deutsches Ahnenerbe (Herencia Ancestral Alemana), organización interesada en probar la existencia de un sustrato ario investigando las pinturas rupestres en los Pirineos y los yacimientos arqueológicos en las Islas Canarias (Mederos, 2014).

[44La actividad de Menghin en la Argentina sería reseñada por Martín Almagro, alumno suyo en Viena durante 1942, en la revista Ampurias, también parte del canje, poniendo de relieve el papel del austríaco como vector de proyección internacional del Instituto (Almagro, 1954).

[45Pérez de Barradas tenía tan en cuenta a Imbelloni que lo menciona en las palabras inaugurales de la revista dedicada al “estudio unitario del Hombre o, como quiere el profesor Imbelloni, la creación de un nuevo Humanismo” (Sánchez Gómez, 2008, p. 419). Lo mismo puede decirse respecto de Ballesteros Gaibrois quien otorgaba “mucha importancia a la figura del antropólogo cultural —al cual también llama culturólogo— tomando como referencia a figuras como José Imbelloni —muy en boga entonces” (Domínguez Gregorio, 2017, p. 210).

[46Tovar traduce este artículo no sólo en virtud de su conocimiento del alemán sino porque se encuentra directamente implicado en la discusión y es citado en el propio texto por Menghin. En efecto, la extensión y ambición del trabajo es tal que reúne, en torno a la cuestión del poblamiento del Mediterráneo entre el cuarto y tercer milenos antes de Cristo, una impresionante lista de pueblos paleolíticos y una no menos abrumadora nómina de sus estudiosos contemporáneos que coincide, en gran parte, con los interlocutores europeos privilegiados por el editor de Runa. El segundo texto publicado por Menghin, enmarcado en su concepción de Weltgeschichte, traza correlaciones entre el “Tumbiense africano” y otras culturas paleolíticas mundiales, e incrementa así con una nueva camada de colegas internacionales la “lista de contactos” de Runa.

[47Trimborn tenía fuertes vínculos con el americanismo español. Años antes del estallido de la Guerra Civil Española estaba al frente de la “Cátedra Cartagena” (Domínguez Gregorio, 2017) y durante la posguerra fue un asiduo participante del Seminario de Estudios Americanistas de Ballesteros Gaibrois. Según Jehl-Bahlsen (1985) había formado parte, junto con su mentor Walter Krickeberg, de la asociación nacional de profesores nazis.

[48En 1937 Imbelloni publicó en francés en Zeitschrift für Rassenkunde su artículo sobre láguidos y fuéguidos. En 1938 volvió a publicar en el mismo lugar, y en castellano, “La Antropología en Argentina”, y en 1941 apareció una nota sobre los hermanos Wagner. La “Tabla Clasificatoria de los Indios”, publicada en 1938, da cuenta de la influencia de la teoría de las tres “Grossenrassen” (europoide, mongoloide y negroide) del raciólogo alemán, a la cual agrega algunas modificaciones en el renglón de la clasificación de los aborígenes de América del Sur (Imbelloni, 1938). En 1950 Imbelloni intercede con las autoridades diplomáticas para que se envíe a von Eickstedt “un álbum de cinco discos de música nativa que me ha sido pedido con insistencia para ser oído en el Congreso Etnológico de próxima realización” (Imbelloni al director del Comité de Exportación, 18-9-50/ carpeta N° 17).

[49Al igual que en los casos de Santa-Olalla, Menghin, Maleš, Fischer y otros, no se puede alegar ignorancia de parte de Imbelloni en cuanto a las vinculaciones de von Eickstedt con el régimen nazi, máxime después de los juicios de Nuremberg. Von Eickstedt fue uno de los antropólogos físicos que refrendaron la política racial alemana apoyando la “Ley para la prevención de la descendencia con trastornos hereditarios”. Hoy se sabe que el instituto de von Eickstedt en Breslau participó en la identificación racial de personas sospechadas de judías decidiendo así su destino en la Alemania nazi (Harten, 2006).

[50Para un vistazo de la situación de la Antropología en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial y ya entrando en la Guerra Fría, ver Patterson, 2001.

[51Debido a la falta de espacio para detallar las 77 publicaciones listadas, adoptamos aquí otro criterio de presentación.

[52Las ideas de Tax se continuaron en la postura que tomó la academia antropológica de Estados Unidos después de la guerra. En la reunión de la American Anthropological Association (AAA) de 1946 se emitió una declaración donde se expresaba que “dada la gran influencia que tienen los antropólogos en los países enemigos sobre el pensamiento de la población de posguerra, se nombrará un comité encabezado por Carleton Coon e integrado por Gregory Bateson, Earl Count, Melville Herskovits y Alfred Métraux, para investigar la posibilidad de fortalecer a los antropólogos no-nazis en aquellos países enemigos” (Price, 2008, p. 264, nuestra traducción). La Argentina no estaba en esta lista, pero era una candidata firme a ser incluida en ella. Al respecto, Alberto Rex González, consultado desde el Institute of International Education en Nueva York con respecto a la posibilidad de incluir a las universidades argentinas en una “lista negra” debido a la sanción de la nueva ley universitaria de 1947, respondía con un rotundo rechazo. (“Carta de Alberto Rex González a Olive Holbrook sobre el ámbito académico argentino”, 14-2-1948, Fondo A. R. González/ Archivo Digital DILA).

[53La clasificación de los tipos de deformación craneal de Imbelloni era (y aún es) ampliamente aceptada, con algunas modificaciones, por los antropólogos físicos de los Estados Unidos (Stewart, 1950) y de otras partes del mundo (Munizaga 1987).

[54Acta Americana apareció en 1943 como órgano de la Inter-American Society of Anthropology and Geography, y el Handbook of South American Indians fue editado entre 1946 y 1950 por el Bureau of American Ethnology. Ambas entidades pertenecían, junto con Institute of Social Anthropology dirigido por Julian Steward, al Smithsonian Institute, organismo oficial del gobierno de los Estados Unidos. Por otra parte, Steward y Beals visitaron la Argentina ; el primero, en 1942, con miras al reclutamiento de antropólogos locales para colaborar en el Handbook ; el segundo, ya desde fines de los años cuarenta, como experto del SSRC, y en 1963, como profesor invitado por Gino Germani para dictar la materia “Antropología Social” en la recién creada carrera de Sociología, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Para un análisis de la participación “periférica” de los antropólogos argentinos en el Handbook (Frenguelli, Márquez Miranda, Serrano, Casanova, de Aparicio, Canals Frau e Imbelloni), ver Gil, 2016a.

[55La Wenner-Gren Foundation (antes Viking Fund), creada por el magnate sueco Axel Wenner-Gren, promocionaba la internacionalización de la Antropología bajo el lema de la solidaridad entre los pueblos. Imbelloni apenas mantuvo relaciones diplomáticas con dicha institución, quizá porque su grupo no parecía necesitar apoyos financieros internacionales dado su acceso a recursos del presupuesto nacional.

[56La alianza Comas-Imbelloni era de índole institucional y estaba basada en un respeto mutuo. Comas era el director del Boletín Bibliográfico de Antropología Americana editado en la actual Ciudad de México por el Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH), un organismo de la Organización de Estados Americanos (OEA). La gran cantidad de contribuciones de Imbelloni y de sus discípulos a dicha revista entre 1948 y 1957 nos habla de la importancia que aquel le asignaba como espacio estratégico de promoción de la Antropología argentina en la vidriera mexicana del americanismo. Las buenas relaciones entre Comas e Imbelloni no impiden, sin embargo, constatar sus diferentes concepciones sobre la relación raza-cultura. Mientras que el primero fue un activo protagonista de la nueva Antropología Física, separando tajantemente lo racial de lo cultural, y criticando el racismo científico, Imbelloni se mantuvo fiel a su antiguo planteo de una correlación laxa entre raza y cultura.

[57Cabría en este punto derivar una interpretación que vincula la referencia a una concepción mundialista de la historia con la metodología holista y el generalismo de la Antropología. Efectivamente, Runa era mundial en un estilo totalizante. La escuela histórico-cultural a la que se filiaban Imbelloni y Menghin reclamaba su pertenencia a las tradiciones antropológicas de perspectiva generalista, tono enciclopedista y objeto ecuménico. Pero recordemos que después de la Segunda Guerra Mundial, estos proyectos científico-políticos atravesaban un trance crítico. La complejidad y la especialización disciplinaria eran irreversibles, los “primitivos” “desaparecían” transfigurándose en campesinos, proletarios neófitos y marginales urbanos que planteaban nuevos problemas al presente modernizador ; las enciclopedias etnológicas mundiales al gusto germánico, italiano y español vivían su hora crepuscular y ya habían dejado paso a los estudios de aculturación y cambio social. Por otra parte, las revistas que abordaban al “Hombre” en clave universalista (como Anthropos y American Anthropologist) ya no podían contener a un lectorado cada vez más segmentado por disciplina, área y problema de estudio.

[58Gordon Willey visitó varias veces la Argentina y en una de esas ocasiones fue presentado a Imbelloni por Alberto Rex González (ver Guber, 2022).

[59En la cresta de la ola de la modernización de la inmediata posguerra estos académicos no reconocían en absoluto “segundas intenciones” de control y supremacía (la Realpolitik como justificación se iría incrementando a partir de la Guerra Fría, y no para todos). Por el contrario, existía un consenso casi monolítico en la universidad estadounidense acerca de la “honorable relación entre el servicio al Estado [Estados Unidos], el uso de la ciencia como una herramienta de liberación para crear un orden social y la corrección de la acción estatal como una fuerza racional [...] No se percibía una inmediata contradicción entre los propósitos y las metas nacionales de un Estado intervencionista, el bienestar humano general y la capacidad de llevar a cabo una investigación de base que tuviera a la vez un valor científico y práctico” (Patterson and Lauria-Perricelli, 1999, p. 233-234, nuestra traducción). Lo dicho por los autores concierne a Julian Steward y a casi toda la generación de antropólogos de los Estados Unidos a la que estamos refiriendo.

[60“El conocimiento, como masa de energía capitalizada y como actividad sinérgica de orden superior, es —de por sí— una fuerza poderosa en las sociedades organizadas. Bajo este aspecto, la ciencia es indudablemente nacional” (Imbelloni, 1936, p. 15, énfasis agregado).

[61Anglicismo usado por Imbelloni en sus batallas dialécticas para referir a la tradición iluminista anglofrancesa, carente de verdadero espíritu histórico, según su opinión (Imbelloni, 1943).

[62Lorandi no sólo conservó el nombre sino también las mismas intenciones fundamentales de Imbelloni : “Una revista es el rostro académico de una Institución científica. Es el rostro que mostramos al mundo y Runa aspira a tener un nivel que le permita convertirse en un órgano de expresión de todos los americanistas” (Lorandi, 1985, p. 9). Sobre la gestión de Lorandi y su relación con Runa, ver Ramos y Chiappe (2022).