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Encyclopédie internationale
des histoires de l’anthropologie

Fray Doroteo Giannecchini: lingüista, etnógrafo y explorador del Chaco boliviano

Isabelle Combès

Instituto Francés de Estudios Andinos (UMIFRE 17 MAEDI / CNRS USR 3337 - América Latina); Centro de Investigaciones Históricas y Antropológicas (CIHA) del museo de historia de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, Santa Cruz, Bolivia

Pilar García Jordán

Universitat de Barcelona, Taller de Estudios e Investigaciones Andino-Amazónicas (TEIAA)

2022
Pour citer cet article

Combès, Isabelle & Pilar García Jordán, 2022. “Fray Doroteo Giannecchini: lingüista, etnógrafo y explorador del Chaco boliviano”, in Bérose - Encyclopédie internationale des histoires de l'anthropologie, Paris.

URL Bérose : article2695.html

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Publié dans le cadre du thème de recherche « Anthropologie des basses terres sud-américaines », dirigé par Isabelle Combès (IFEA / CIHA, Santa Cruz de la Sierra / TEIAA Barcelona), Lorena Cordoba (CONICET/UCA, Buenos Aires / CIHA, Santa Cruz de la Sierra) et Diego Villar (CONICET/UCA, Buenos Aires / CIHA, Santa Cruz de la Sierra).

Résumé : Le franciscain Doroteo Giannecchini (1837-1900) officia pendant plus de trois décennies comme missionnaire parmi les indigènes Chiriguanos, Tobas et « noctenes » du Chaco bolivien. Il ne parvint pas à publier ses travaux linguistiques et ethnographiques de son vivant. Ils furent cependant exploités et utilisés par de nombreux auteurs postérieurs qui n’ont pas toujours reconnu leur dette à leur endroit. La publication en 1996 de son Historia natural, etnografía, geografía, lingüística del Chaco boliviano a permis de découvrir et apprécier ses nombreuses contributions, faisant de lui un des auteurs indispensables pour l’histoire, l’ethnographie et la linguistique du Chaco.

Massimino Candido Regolo Giannecchini nació el 9 de diciembre de 1837 en Pascoso di Pescaglia, en el antiguo gran ducado de Toscana. Ingresó en el seminario de San Martino, y pasó después al convento de los Frailes Menores Observantes de San Cerbone como novicio franciscano [1]. Tomó el hábito el 30 de agosto de 1853 y profesó solemnemente el 31 de agosto de 1854, con el nombre de Doroteo. Salido de Génova en junio de 1859, llegó a Montevideo y de ahí a Tarija, en el sur de Bolivia, el 4 de enero de 1860, siendo ordenado sacerdote el 11 de septiembre del mismo año. [2] A partir de entonces, fray Doroteo trabajó y predicó, junto con sus hermanos en religión, en las misiones de la entonces llamada “frontera chaqueña” [3].

El Colegio franciscano de Tarija había empezado su labor misionera entre los chiriguanos del piedemonte boliviano en tiempos coloniales. Tras las guerras de Independencia reinició sus actividades entre los chiriguanos en 1845 y, a partir de 1860, entre los “noctenes” (actuales weenhayek) y los tobas del Gran Chaco. A pesar de la multiplicación de las misiones hasta fin de siglo y de un creciente número de bautizados, el trabajo misionero no era nada fácil en una “frontera” de colonización alejada del control estatal. Tanto chiriguanos como indígenas chaqueños pidieron en general el amparo de la misión católica para escapar de las guerras de los hacendados y no para buscar consuelo en la palabra de Dios. Más allá de sus recalcitrantes catecúmenos, los misioneros se enfrentaban también con los colonos criollos, ya sea por el acceso a la tierra o, sobre todo, a la mano de obra indígena. Con, a fin de siglo, el beneplácito de las autoridades liberales y anticlericales, los criollos acusaron a menudo a los frailes de entorpecer la colonización y representar “una soberanía adentro de la soberanía boliviana”. [4] Esta conflictiva situación tendría sus consecuencias sobre la vida y las obras de Doroteo Giannecchini.

Fig. 1
Mapa de ubicación de las misiones franciscanas en el Chaco boliviano, siglo XIX
Realización Alberto Preci

En algo más de treinta años de servicio en la frontera chaqueña, Doroteo Giannecchini fue conversor de las misiones de San Francisco Solano entre tobas (y, luego, también con chiriguanos) ; Tarairí, Chimeo y Aguairenda entre chiriguanos ; y capellán de Caiza, entre los mestizos. Más tarde, en los últimos seis años de su vida, se dedicó a las misiones “entre fieles” de la región tarijeña : Cinti, Padcaya, Concepción, y Tolomosa, donde fallecería en 1900. Esto equivale a decir que la mayor parte de su vida, y lo esencial de su obra, tiene como marco la frontera chaqueña de Tarija, y como actores destacados los indígenas de la región.
Giannecchini es un misionero, es decir que, como él mismo explica, hace de todo :

El Misionero entre los salvajes es todo, y todo lo debe hacer. Es Padre, es párroco, es médico, es cirujano, abogado, juez, doctor, herrero, carpintero, zapador, campesino, rústico, literato, pobre, rico, en fin es todo aquello que os podéis imaginar que debe ser en medio de los salvajes para civilizarles, enseñándoles las artes y cristianizándoles, enseñándoles a conocer y amar a su creador. En consecuencia, no os maravilléis si ahora y siempre he dirigido el trabajo, y las construcciones de esta misión. Y aquello que os cuento de mí, sucede a todos mis compañeros de apostolado. [5]

Pero, muy pronto, al albañil o al abogado se suma el etnógrafo, el historiador y el lingüista. Desde las primeras cartas que envía a sus padres, salpica sus noticias de datos etnográficos sobre sus neófitos, a veces en verdaderos tratados que ocupan decenas de páginas. Les cuenta del tarugo labial de los chiriguanos (tembetá, de “cherembe, es decir mi labio inferior”), que “al principio [le] causaba horror” ; [6] habla de su vestimenta, del uso del urucú o achiote. Poco más tarde en otras larguísimas cartas les habla de los tobas, de su idioma, describe sus bailes, hace un verdadero tratado de etnografía religiosa de los chiriguanos y evoca a Cayavi de Tarairí, verdadero “ipaye pochivae” –un brujo malo. [7] En 1869, redacta para sus padres una clase de historia chiriguana, con notas que retomará más tarde en sus escritos sobre el gobierno “monárquico” de los chiriguanos, el verdadero significado de la palabra Tunpa (“dios”), etc. [8] A sus observaciones in situ se agregan en 1877 los “documentos y noticias” de las antiguas misiones de Tarija que sus superiores le encomiendan buscar en Salta. [9]

Estudia las lenguas chiriguana (de la familia lingüística tupí-guaraní), toba (guaykurú) y algo de la noctén también (mataguayo) [10]. En 1878 confiesa : “aprendí su lenguaje [de los chiriguanos] y lo hablo con mayor facilidad que el español”. [11] Bastar con echar un vistazo a sus numerosos borradores conservados en Tarija para apreciarlo : “los Padres estaban rezando y mandaron a decir con su cocinero a los capitanes que los botaron luego, antes que los viesen los cunumis : cha conumí hei-hesiá no ?, y siguieron rezando […] consiguió entrar de los Padres sin ser visto de nadie, de noche, chá iaypiza ai io potronai no !?” (Giannecchini, 1988 [1879] : 331-332). Fruto de esta competencia lingüística, es nombrado en 1869 revisor y censor del Catecismo chiriguano del Padre Alejandro Corrado (Paoli, 2006 [1900]) ; apoya también a la expedición de Julio Crevaux entregando al francés un vocabulario toba y noctén, lo mismo que un año después a Arthur Thouar en ocasión de la expedición de Daniel Campos hasta Asunción. [12] En los años 1890, entra en relación epistolar con el lingüista Samuel Lafone Quevedo, que lo anima a terminar y publicar su diccionario chiriguano ; a su vez, Giannecchini le aclara algunas dudas concernientes a los diversos idiomas guaraníes, por ejemplo la diferencia entre ore (el nosotros exclusivo) y ñande (nosotros inclusivo) : debe decirse Ñanderu y no Oreru, “porque Dios es Padre de todos y no de los guaraníes solamente”. [13] En 1896 publica, en Italia, su Breve diccionario de los nombres y verbos más necesarios para poder entender y hablar la lengua chiriguana. Los años no le alcanzaron para terminar la mayor de sus obras lingüísticas, el diccionario etimológico y etnográfico de la lengua chiriguana, que recién saldría a la luz en 1916, editado por los padres Santiago Romano y Hernán Cattunar.

Esta intensa labor lingüística se conjuga con su actividad de misionero y, el 6 de noviembre de 1877, es nombrado como prefecto de misiones. [14] Más abrumado que entusiasta con este “pesado cargo”, [15] Giannecchini sin embargo obedece y, reelecto a los pocos años, asume esta función hasta 1885, convirtiéndose en el máximo exponente del Colegio de Tarija.

Más que su prestigioso cargo, son sus inigualables conocimientos lingüísticos y etnográficos los que llaman la atención de las autoridades bolivianas. En 1882 es invitado a encabezar una expedición terrestre hacia el Paraguay, explorando las riberas del Pilcomayo. Declina el honor pero acepta el cargo de capellán, e integra el “Comité impulsor” tarijeño encargado de preparar la exploración. Antes de que ésta se haga realidad, en abril del mismo año tiene lugar la expedición fluvial encabezada por el francés Julio Crevaux, y Giannecchini llega a entablar amistad con él, calificándolo de “íntimo amigo” (2006 [1883] : 629) ; le ayuda a conseguir guías, intérpretes, hace construir sus canoas en las misiones y le informa sobre los indígenas del Pilcomayo. Nada de eso sirve, sin embargo, para evitar la masacre de los expedicionarios a pocos días de su salida de San Francisco (Combès, 2017a). En noviembre, Giannecchini acompaña finalmente la expedición terrestre dirigida por Andrés Rivas, que acaba en un desastre (250 animales robados por los tobas) y otra masacre, esta vez de soldados bolivianos y tobas en Teyú. Un año después, en 1883, Giannecchini encuentra al explorador Arthur Thouar, otro francés que se apresta a partir “tras los restos de la misión Crevaux” y que acompaña a Daniel Campos hasta Asunción. En 1887 finalmente, Giannecchini acompaña de nuevo a Thouar en un largo derrotero a través del Chaco, en vana búsqueda de un camino hasta Puerto Pacheco a orillas del Paraguay.

Exploración, etnografía y apostolado se confunden en una sola empresa, y cobran el mismo sentido. Al recibir la invitación para participar de la expedición Rivas, escribe :

Las aguas del Pilcomayo, su majestuosa soledad y curso, habían siempre excitado grandes pensamientos en mi alma : las notas que acababa de recibir me halagaron, me entusiasmaron, y por el momento creí que podía haber llegado finalmente la hora de resolver favorablemente el gran proyecto de la navegación y camino carretero al Paraguay ; y el día feliz de la cristiana civilización de tantas tribus que lo pueblan (2006 [1883] : 628).

Las exploraciones también despiertan la curiosidad del científico, el afán por aprender y descubrir :

No me correspondía la formación del diario de [la expedición] : sin embargo, amante desde niño de historias y relaciones de viajeros y exploradores, concebí la idea de ir describiendo día por día, hora por hora y a veces momento por momento en mi cartera lo que presenciaba, lo que oía y lo que acontecía de más importancia para redactarlo por la noche en mi libro de apuntes : añadiendo a todo eso las observaciones meteorológicas que podía, para mi propia curiosidad y recuerdo exclusivamente (2006 [1883] : 583).

Capellán, guía y cronista de las exploraciones, Giannecchini es también mucho más : es intérprete y, sobre todo, garante de la paz con los indígenas. Los misioneros no sólo rescatan el ganado robado sino que también obtienen el rescate de los “blancos” cautivos de los indígenas. Son los casos, por ejemplo, de Francisco Zeballos, único sobreviviente de la masacre de la expedición Crevaux en 1882 ; y de la criolla Cecilia Oviedo en 1884 : en ambas circunstancias, el directo encargado de las negociaciones con los indígenas es Doroteo Giannecchini (Combès, 2017a y 2017b) ; también es el artífice del tratado de paz firmado en 1884 con los indígenas del Pilcomayo (Tratado 1988 [1884]).

Dejando el cargo de Prefecto en 1885, Giannecchini vuelve por un tiempo a ejercer como conversor en San Francisco y luego en Chimeo. A partir de 1892 vuelve a Tarija y se ocupa de parroquias criollas de la región. Es entonces, en 1895, cuando se le ofrece una primera ocasión de volver a Italia tras recibir el nombramiento por el prefecto del Colegio de “colectador de misioneros en las provincias de Europa”. Entre ida y vuelta, Giannecchini pasa más de un año y medio en Europa, desde mayo de 1895 hasta noviembre de 1896, momento en que regresa a su Colegio junto con un sacerdote y dos coristas. Durante esta primera estadía publica dos obras en Quarrachi : el Breve diccionario ya mencionado, y el diario de su exploración al Chaco en 1887. Azares del destino, el que no abandonó jamás sus misiones por más de tres décadas recibe otro nombramiento en 1897, que le impone viajar de nuevo a Italia como “comisario general” para la exposición misional de Turín.

En el último tercio del siglo XIX la Iglesia católica, que había visto la reducción de los Estados Pontificios y su poder económico, social y político tras las reformas liberales implementadas en Europa y América Latina, ve la necesidad de presentarse como una institución modernizadora y útil a los estados-nación, al mismo tiempo que defender la compatibilidad de la religión católica con el progreso científico. Tales son los objetivos de la Exposición General y la Exposición de Arte Sagrada, de las Misiones y de las Obras Católicas, que se inaugura en Turín el 1 de mayo de 1898 (García Jordán, 2012 : 109-113). En 1897 el comisario general de los Colegios de Propaganda Fide en Bolivia, Sebastián Pifferi, encarga a Giannecchini la recolección de todo el material relativo a las misiones dependientes de los Colegios de Tarija y Potosí [16] (Calzavarini, 1996 : 51)

Giannecchini se dedica, a partir de sus notas previas, reelaboradas y completadas, a redactar un texto cercano a las 800 páginas, escrito en italiano, y que firma como “misionero colector exposicionario”. Se trata de la Collezione Sanfrancescanna di storia naturale, etnografía, geografía, lingüística dei Collegi di Propaganda Fide di Santa Maria degli Angeli di Tarija e di San Antonio di Padova di Potosí (Bolivia), America Meridionale, que, traducida al castellano, fue publicada por primera vez en 1996 por Lorenzo Calzavarini. Acompañan a estas notas muestras de “objetos antiguos y modernos y todo lo que pudimos recoger” [17].

Fig. 2
Doroteo Giannecchini y sus neófitos en Turín
Giannecchini y Mascio (1995 [1898] : 13

La Colección comprende 12 fichas enviadas al comité organizador del certamen misional, en las que Giannecchini responde a las peticiones de éste, en forma de cuestionario, sobre el territorio, la geografía y el hábitat, la cultura material y la etnografía de los chiriguanos. La primera parte, y la más reducida, es la dedicada a la “Historia natural” relativa a los fósiles, minerales, vegetales, y animales, completada con notas etnográficas sobre los objetos elaborados a partir de aquéllos y los usos dados por los indígenas a todos ellos ; sigue la segunda parte con las Colecciones etnográficas, históricas y geográficas que incluyen diversos tipos de tejidos y objetos hechos a partir de los mismos, además de escritos relativos a los Colegios de Potosí y Tarija y la historia de sus misiones ; a esta sección pertenecen las fotografías enviadas al certamen. Finalmente la tercera parte, y la más larga, es la referida a las “Condiciones físicas, etnográficas y culturales”, que aborda la etnografía y lingüística chiriguanas. Incluye también un apéndice sobre la etnografía de los noctenes.

Para él como para sus superiores, las colecciones reunidas tienen el objetivo de mostrar que, contrariamente a lo sostenido por los “irredentos modernos”, el misionero no es la “bestia” retratada en las “gacetas revolucionarias” sino un agente de la civilización, que de salvajes “sabe hacer hombres”, cristianos y artesanos, útiles a la nación. [18] De hecho, afirma, los chiriguanos son “gente bárbara y salvaje, que primero debe hacérsela racional para que luego se convierta en cristianos, artesanos y ciudadanos” (1996 [1898] : 230). Los vocablos “bárbaros” y “salvajes” salpican su texto, valorando la actividad misional de los franciscanos que, sostiene, realizan la “conquista” y “reducción” de estos “hombres de la selva” que salen “de sus matorrales”, “hordas salvajes” a quienes el misionero convierte en “hombres útiles a sí mismos, a la religión y a la patria” (1996 [1898] : 210, 224, 166). Las categorías y el relato del que éstas forman parte son compartidos por buena parte de la antropología y de las ciencias sociales de fines del siglo XIX. Uno de los ingredientes fundamentales del que participaba tanto la etnología laica como la religiosa asumía que las sociedades “primitivas” podían devenir sociedades “civilizadas” a partir del correspondiente “proceso civilizatorio” que, por otra parte, justificaba la expansión colonialista de los países europeos (García Jordán, 2015 : 87).

No puede negarse, pues, que para el antropólogo moderno, criado en el culto al respeto hacia el “Otro”, existe cierto malestar al leer la prosa de Giannecchini o la de sus contemporáneos. El mismo tinte se advierte en las fotografías que acompañan el texto, que parecen apuntar ante todo a demostrar éxito y necesidad de las misiones [19]. Sin embargo, más de un siglo después de su redacción, las notas del franciscano tienen otro interés, esta vez para el etnógrafo y el historiador.

Más allá del lado apologético de su obra, sus fotografías, sus leyendas y sus textos rebosan de información etnográfica de primera mano. Sus juicios de valor o sus prejuicios, productos tanto de la mentalidad de la época como de su condición de sacerdote, no le impidieron recabar un sinfín de datos de suma importancia para el conocimiento de la cultura de sus neófitos.

A título de ejemplo podemos citar la leyenda que acompaña la fotografía “Tipos chiriguanos. El rey o gran cacique de los Chiriguanos de Cuevo y su familia” :

El indio anciano con flechas en mano está vestido con pantalones de piel de corzo y es el Rey o Grande de su tribu. Está vestido para la caza y también como guerrero. Lleva la tembeta y la faja en la cabeza que son distintivos de su raza. Su esposa está vestida con el tiru que es una especie de toga que usan en los convites ; en su mano tiene el senene y en el pecho el pectoral de plata, que para ellos es de gran lujo, que se ponen en las fiestas cuando visten el tiru. Lleva la tembeta y su cara está pintada con el urucú ; la jovencita a los pies es la hermanita vestida con tipoi [camiseta] ordinario de tela india ; es neófita, conoce el catecismo, y trabajos femeninos y lee correctamente. Este Grande se llama Quirahesa [sic : Güiraesa], significa ojo de pájaro. Es valiente guerrero que combatió contra los insurrectos del tunpa en la guerra de 1892. Él y sus súbditos han sido muy fieles y acogedores del padre misionero [20].

Fig. 3
“El rey o gran cacique de los chiriguanos de Cuevo y su familia”
Giannecchini y Mascio (1995 [1898] : 157)

O bien, en la escena tomada en Cuevo y titulada “El baile solemne de los chiriguanos en sus fiestas bacanales”, sin descuidar la carga negativa del adjetivo “bacanales”, Giannecchini no deja pasar la ocasión sin explicar el contenido del baile :

Los hombres, puestos en círculo de dos en dos, tomados de una mano y en la otra tienen el mate donde reciben el cangüí de las mujeres que están en medio del círculo cerca de su yambüí. Llevan la aguá en forma de corona sobre su cabeza con flecos que caen sobre sus espaldas, al pecho agujones de plata pura, collares y el rostro pintado de rojo. Más atrás los cantores del ayarisse rodeados por otros indios curiosos [21].

¿Qué importa, en definitiva, que el misionero escriba que “en su estupidez, el chiriguano cree que [...] jamás debería morir” (1996 [1898] : 315), si luego nos da una detallada descripción de los ritos funerarios ? ¿Qué importa que los mitos estén tachados de “fantasías de abuela o de charlatanes” (1996 [1898] : 363), si el libro de Giannecchini es el único que nos ofrece estos relatos in extenso ?

Doroteo Giannecchini falleció el 9 de abril 1900 en Tolomosa, cerca de Tarija, fulminado por una congestión cerebral, sin haber logrado publicar su diccionario etimológico y etnográfico chiriguano, ni mucho menos sus fichas de Turín. Aparte de algunos apuntes lingüísticos, los únicos textos que el franciscano publicó en vida fueron sus diarios de viaje [22]. Lo hizo ante todo para defenderse (y defender a su Colegio) de las calumnias de los colonos criollos que encontraron en el fracaso de las expediciones al Pilcomayo un argumento más para acusar a los frailes de entorpecer el avance de la colonización (Combès, 2017a).

Fig. 4
El baile solemne de los chiriguanos en sus fiestas bacanales”
Giannecchini y Mascio (1995 [1898] : 158

Sin conocer los textos de Turín y teniendo solamente en mente el diccionario póstumo del franciscano de 1916, el historiador Thierry Saignes, poco sospechoso de simpatía hacia los franciscanos, consideraba a Doroteo Giannecchini como la excepción de la, en su opinión, pobrísima literatura etnográfica franciscana (2007 [1990]) : 280-281). Excepción, por cierto, pero de gran y muchísima consideración. O, mejor dicho, más que una excepción : la única obra verdaderamente etnográfica producida por los franciscanos de Tarija y Potosí (Combès, 2015). De hecho, sobre datos de Giannecchini se basó su correligionario Alejandro Corrado (1884) para describir a los chiriguanos ; los mismos datos utilizó Arthur Thouar al hacer la misma descripción en sus libros ; sobre los escritos de Giannecchini se basó el antropólogo italiano Doménico del Campana (1902) ; sobre los textos “de del Campana” y “de Thouar” se basaron finalmente Bernardino de Nino en su clásica Etnografía chiriguana (1912) y Arthur Chervin en su Anthropologie bolivienne (1908).

La publicación realizada en 1996 por Calzavarini devolvió su verdadera autoría a tantos datos repetidos y copiados por otros. Desde entonces, las notas etnográficas de Giannecchini se convirtieron en una suerte de Biblia para los estudiosos de los chiriguanos y de los indígenas chaqueños. Los investigadores modernos retomaron no pocas de sus observaciones, por ejemplo sobre el sistema político chiriguano (Combès y Villar, 2004). Sus agudas notas y reflexiones sobre la vida social, la condición de la mujer o la organización política, entre otros temas, colocan a Giannecchini en el panteón de los grandes misioneros etnógrafos.

Obras citadas

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Vázquez-Machicado, Humberto, 1988 [1936]. “La etnografía del Chaco y los estudios del P. Giannecchini”. Obras Completas, vol. V. La Paz : Don Bosco. 329-343.




[1Isabelle Combès es antropóloga, investigadora del Instituto Francés de Estudios Andinos (umifre 17 maedi/cnrs usr 3337 - América Latina) y del Centro de Investigaciones Históricas y Antropológicas (ciha). Pilar García Jordán es historiadora de la Universitat de Barcelona/Taller de Estudios e Investigaciones Andino-Amazónicas (teiaa). Ambas integran el proyecto La reinvención de América. Proyecciones y percepciones entre Europa y América Latina, 1840-1955 (I+D+i Ref. HAR2015-64891-P [MINECO/FEDER, UE]). Por su ayuda y comentarios, agradecemos al Centro Eclesial de Documentación de Tarija, Diego Villar, Máximo Farro del Archivo Histórico del Museo de La Plata (Argentina), Chiara Razzolini del Archivio Storico Provincia di San Francesco Stimmatizzato en Florencia (Italia), Monica Zavattaro y Gloria Roselli del Archivio Storico del Museo Nazionale di Storia Naturale, Sezione di Antropologia e Etnologia en Florencia (Italia).

[2Recabamos estos datos de Paoli, 2006 [1900] ; O’Connor, 1900 ; Vázquez-Machicado, 1988 [1936] y Calzavarini, 2000, 2001 y 2002.

[3Ubicado en el centro del continente sudamericano, el Gran Chaco es una inmensa llanura de sabanas y bosques secos que cubre parte de Bolivia, Paraguay y Argentina, como también una pequeña porción de Brasil. Convencionalmente, se divide en Chaco Boreal (al norte del río Pilcomayo), Central (entre Pilcomayo y Bermejo) y Austral (al sur del Bermejo). Viven en todo el Chaco algo como 250.000 indígenas que representan una veintena de grupos étnicos.

[4Campos, 1888 : 285, Sobre las relaciones entre misioneros y colonos en la “frontera chaqueña” del siglo XIX, remitimos a García Jordán, 2001 y Langer, 2009.

[5Carta de Giannecchini a su madre, 08.09.1889, San Francisco Solano, en Archivio Storico Provincia di San Francesco Stimmatizzato (ASPSFS), Florencia, Fondo Giannecchini (FG), Carteggio Familiare (CF) IV. Traducción propia del original en italiano.

[6Carta de Giannecchini a sus padres, sin fecha (¿1862 ?) ni lugar, ASPSFS-FG-CF II.

[7Carta de Giannecchini a sus padres, 12.04.1863 desde Tarairí, y 10.02.1866 desde San Francisco, ASPSFS-FG-CF II.

[8Carta de Giannecchini a sus padres, 11.12.1869, San Francisco, ASPSFS-FG-CF II.

[9Carta de Giannecchini a sus padres, 30.07.1877, Salta, ASPSFS-FG-CF III.

[10Se cuentan seis grupos lingüísticos en el Chaco : Mataco-maká (Wichí-Mataco, Chorote, Nivaclé-Chulupí, Maká), Guaycurú (Toba, Toba-Pilagá, Pilagá, Mocoví, Mbayá-Caduveo), Lule-Vilela (Chunupí), Lengua-Maskoi (Lengua, Sanapaná, Angaité, Enenlhet), Zamuco (Chamacoco-Ishir, Ayoreo) and Tupí-Guaraní (Ava-Chiriguano, Chané, Tapiete, Isoseño-Guaraní, and Guaraní Occidental). Los grupos de habla tupí-guaraní son ,os más numerosos con aproximativamente 100.000 personas, que viven en mayor número en Bolivia (Combès et al., 2009).

[11Carta de Giannecchini a sus padres, 10.10.1878, Aguairenda, ASPSFS-FG-CF III.

[12Giannecchini, 2006 [1883] : 640 ; Thouar, 1997 [1891] : 107-109.

[13Carta de Giannecchini a Samuel Lafone Quevedo, 17.06.1894, Tarija (Archivo histórico del Museo de La Plata, correspondencia de Samuel Lafone Quevedo, legajo n° 145).

[14Carta de Giannecchini a sus padres, 20.03.1878, Tarija, ASPSFS-FG-CF III.

[15Carta de Giannecchini a sus padres, 10.10.1878, Aguairenda, ASPSFS-FG-CF III.

[16A partir de 1876 el Colegio franciscano de Potosí también empezó a trabajar entre los indígenas chiriguanos.

[17Carta del 04.01.1898, San Antonio de Padua, en Giannecchini, 1996 [1898] : 77.

[18Carta de Giannecchini a su madre, 26.11.1897, Aguairenda, ASPSFS-FG-CF V.

[19Estas fotografías fueron publicadas en 1995 (Giannecchini y Mascio, 1995). Un análisis de las mismas en García Jordán, 2015 y 2016.

[20Giannecchini 1996 [1898] : 234-235.

[21Giannecchini 1996 [1898] : 236.

[22Giannecchini 1896b y 2006 [1883] (reedición).