Introducción
Con más de 50 años de existencia, el Instituto de Estudios Peruanos es hoy en día una institución de referencia en la arena académica peruana y latinoamericana en cuanto a estudios académicos (científicos en ciencias sociales) y a reflexiones sociales y políticas. Por su historia inscrita en un contexto institucional particular, por la trayectoria de los investigadores que fueron o son parte del IEP y por las actividades que desarrolla hoy en día, el Instituto de Estudios Peruanos representa lo que llamaremos una “zona de contacto”, siguiendo la definición de M. L. Pratt (1993). Es un espacio en el que los investigadores peruanos y extranjeros basados en el Perú entran en contacto e intercambian con colegas de otros continentes y con instituciones internacionales en la elaboración de conocimientos que luego circulan mundialmente. Las conexiones institucionales con organismos peruanos y extranjeros, así como la multiplicidad de sus actividades que ponen en diálogo la academia, la investigación aplicada y las esferas político-públicas, dieron al IEP una importante legitimidad en los debates sociales, económicos y políticos no solo peruanos sino latinoamericanos en general.
Fundación del IEP
El IEP fue fundado en 1964 por un grupo pluridisciplinario de intelectuales peruanos y un extranjero : entre los peruanos tenemos el antropólogo José Matos Mar, el historiador, antropólogo y gran figura del movimiento indigenista peruano Luis E. Valcárcel, el antropólogo y escritor José María Arguedas, la etnohistoriadora María Rostworowski, el lingüista Alberto Escobar, el filósofo Augusto Salazar Bondy, el literato Sebastián Salazar Bondy y el ingeniero economista Jorge Bravo Bresani [1], y como único investigador extranjero el etnohistoriador John Murra. A decir de G. Rochabrún (2011 : 90), encontramos a la corriente del “social progresismo” en los orígenes del IEP. Como lo señala el portal del IEP [2], el propósito de este grupo de intelectuales era reflexionar desde las ciencias sociales sobre la sociedad peruana a partir de una institución “independiente”.
Abiertas a la literatura o a la política, las reflexiones del IEP levantaron discrepancias en varias ocasiones. Estas discrepancias, que evocaremos más adelante como “nudos de tensión” por las dimensiones institucionales, sociales y políticas que concentran, quizás pusieron en evidencia la gran complejidad de reflexionar sobre una sociedad como la peruana desde enfoques múltiples (la literatura y la política, además de la academia, por ejemplo). No solamente nos parecen inevitables en el ámbito institucional : marcan una diferenciación de ideas entre actores y pensadores de una sociedad compleja, por un lado, y demuestran también las disputas aún vigentes acerca de una historia que no se deja relegar en el pasado. En resumen, lo que hemos llamado nudos de tensión, –y que, en un caso, se expresó a través de una mesa redonda y en el otro a través de la participación de algunos de sus miembros en una instancia sociopolítica nacional– muestra que los temas abordados por este instituto han trascendido los aspectos meramente científicos o académicos para abordar problemas sociopolíticos fundamentales de la agenda nacional, problemas del pasado que resuenan fuertemente en el presente : la definición y concepción de la categoría de indio, la modernización, la categoría de cholo y el proceso de “cholificación”, la concepción de “sociedad en transición”, los procesos de cambios sociales, la violencia política –con sus protagonistas, actores, causas y consecuencias– , la situación post-conflicto, o los procesos de reconciliación y reparación, entre otros. Tantos temas y problemáticas abordados científicamente, pero también vividos por la institución y por sus miembros, hicieron que el IEP ocupara un lugar fundamental no solo en el debate científico, académico, social y político de las sociedades latinoamericanas sino en la reflexión sobre la actualidad y el devenir de dichas sociedades. Las temáticas abordadas que suscitaron, en algunos casos, “nudos de tensión”, no sólo muestran “zonas de conflicto o de debate” sino también el carácter innovador y pionero del IEP al abordar desde sus inicios, a mediados de la década de 1960, problemáticas que siguen estando en el corazón de la actualidad peruana y latinoamericana en general.
La fundación del IEP se enmarca en una época de importantes transformaciones tanto en el plano social como académico [3]. En el plano social, los años 1950 y 1960 fueron marcados en el Perú por intensas transformaciones demográficas y sociopolíticas. Luego de importantes migraciones urbanas, un contexto de ebullición social en las zonas rurales desembocó en un intento de reforma agraria (1964) para concretarse años después (1969) bajo el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado (1968-1975).
Según uno de sus miembros, el antropólogo Carlos Iván Degregori, en los años 1960 se dejó sentir en las ciencias sociales peruanas la influencia de la teoría de la dependencia, “primera corriente teórica surgida en América latina o en el hemisferio sur (…)” (Degregori, 2000 : 44). Este autor sostiene que “su influencia se advierte por ejemplo en los estudios que la Universidad de San Marcos, la Universidad de Cornell y el IEP desarrollaron en el valle de Chancay entre 1964 y 1969” (ibid). Más adelante, afirma que “la teoría de la dependencia introdujo temáticas hasta entonces descuidadas por la disciplina (la antropología) como el conflicto, la dominación y el poder” (ibid). A título de ejemplo, Degregori menciona las “interpretaciones teóricas sobre las comunidades campesinas de Enrique Mayer y especialmente Fernando Fuenzalida (ambos antropólogos), las interpretaciones sobre el poder local tradicional de Julio Cotlear, (miembro del IEP), visualizada en la figura del ‘triángulo sin base’ y el momento más antropológico de Aníbal Quijano con sus reflexiones sobre el proceso de cholificación en el Perú” (ibid).
Fruto de las primeras investigaciones nacieron dos colecciones de libros : una primera “Perú problema” que, como su nombre lo indica, estuvo focalizada en la publicación de estudios sobre la sociedad peruana ; una segunda “América Problema”, que publicó trabajos de reflexión sobre la evolución social y el devenir de Latinoamérica. Su envergadura internacional se refleja también en el hecho que el IEP fue el principal organizador del XXXIX Congreso Internacional de Americanistas en 1970 [4].
Prueba que los estudios de los investigadores del IEP reflejan las transformaciones de la sociedad peruana es que, en los años 1970, se interesan en la implementación y efectos de la reforma agraria, así como en la emergencia de nuevos grupos sociales y los procesos de modernización de las comunidades campesinas de la sierra. Sin embargo, las investigaciones no dejan de preocuparse por los aspectos históricos y desarrollan estudios en profundidad sobre el pasado prehispánico y colonial.
En esta dinámica, diversos libros publicados por el IEP han marcado el debate en ciencias sociales y en historia. Entre los libros que han sido best sellers y que han circulado mundialmente hasta los años 2000 podemos citar : Formaciones económicas y políticas del mundo andino (1975) de John Murra, también Sociedad e ideología. Ensayos de historia y antropología andinas (1973) de Nathan Wachtel ; Clases, Estado y Nación en el Perú (1978) de Julio Cotlear, La Independencia en el Perú (1972) de Heraclio Bonilla, Desborde Popular y crisis del Estado (1984) de José Matos Mar, Historia del Tahuantinsuyo (1988) de María Rostworowski, o No hay país más diverso. Compendio de antropología peruana (2000) editado por Carlos Iván Degregori.
Durante los años 1980, el IEP extiende su preocupación hacia el área de la economía, interesando así a sus investigadores por los problemas sobre las relaciones entre democracia y crecimiento económico, empleo, agricultura, fiscalidad y regionalización.
Los turbulentos años 1990, marcados por la hiperinflación y sobre todo por el conflicto armado (entre la sociedad civil, Sendero Luminoso y el Estado), se verán reflejados en los trabajos de antropólogos y sociólogos sobre la violencia y sobre el sistema de partidos políticos. Desde los años 2000, los estudios se enfocaron en una reflexión antropológica y sociológica sobre la problemática de la descentralización y sobre el Estado, sus relaciones con la sociedad, así como también sobre la pobreza y la exclusión social, o sobre las cuestiones de identidad y etnicidad.
Dos momentos importantes : “encuentros” entre el IEP y las ciencias sociales
Como en toda zona de contacto, han existido en el IEP momentos o “nudos” de tensión. A título de ejemplo, mencionaremos dos.
Debates fundadores. La sociedad peruana entre realidades literarias y socio-antropológicas
El primero de estos “nudos” de tensión ocurrió en 1965 durante la segunda mesa redonda sobre Literatura Peruana y Sociología, organizada por Jorge Bravo Bresani en torno al libro de José María Arguedas : Todas las Sangres. En ella participaron Alberto Escobar, José Miguel Oviedo, Sebastián Salazar Bondy, José María Arguedas, Henri Favre, Jorge Bravo Bresani, y José Matos Mar, bajo la presidencia de Luis E. Valcárcel. Aníbal Quijano, presente en el público, fue invitado por Jorge Bravo para que forme parte de la discusión (Rochabrún, 1985 : 8).
En palabras de A. Escobar (2011 : 19), la idea detrás de esta mesa redonda era crear un espacio de reflexión y diálogo “para discutir, y no siempre con acuerdo, puntos de contacto que fueran enriquecedores” entre “tanto los estudiosos ligados a la literatura creativa y a la crítica como los estudiosos de ciencia social, que al mismo tiempo se interesaban por la visión que los creadores y los críticos aportaban”. Como lo expresa G. Rochabrún, las mesas redondas del IEP eran concebidas más como “reuniones entre contertulios” (Rochabrún, 1985 : 2) que como simples intervenciones científicas y literarias.
Bravo Bresani estaba convencido que era necesario crear un diálogo entre literatura y sociología. Para este investigador y, en general, para el IEP, las preocupaciones centrales en ese momento eran “el estudio de la realidad nacional y el planteamiento de una prospectiva para la acción nacional” (Bravo Bresiani, 1966, citado por Rochabrún, 2011 : 92). En ese sentido la “literatura construía interpretaciones de la realidad social” y “proponía símbolos y mitos como motores del esfuerzo del desarrollo” (Rochabrún, 2011 : 92) [5].
En esta mesa redonda, literatos y científicos sociales hicieron una serie de comentarios críticos a José María Arguedas. Para dar cuenta de estas críticas, nos basamos en los comentarios y análisis que Guillermo Rochabrún hace en la segunda edición del libro sobre la mesa redonda (2011). Desde el punto de vista de los literatos, Sebastián Salazar Bondy afirmó lo siguiente : “Soy un admirador de la novela, pero no creo que es un testimonio válido para la sociología” (Rochabrún, 2011 : 30). Es más, argüía una dualidad de concepciones en Arguedas que invalidaba la novela “como visión de la realidad” (Rochabrún, 1985 : 9) : por una parte se incorporaba un discurso mítico y, por otra, había omisiones de actores considerados como importantes tales como el ejército y la Iglesia. Por el lado de los científicos sociales, cabe rescatar las críticas de H. Favre, que señalaba que la novela estaba basada a nivel explicativo sobre un sistema de castas (indios, mistis, mestizos, cholos) “que ya no tenía vigencia en la sierra peruana” (Rochabrún, 1985 : 37). El investigador francés hacía estas críticas a partir de su experiencia de campo en la sierra de Huancavelica. Otra de sus críticas fue la mezcla de distintos tiempos históricos en una novela que decía desarrollarse en el presente, que había una simplificación de los mecanismos económicos descritos pero, sobre todo, que Arguedas “asumía una posición absolutamente indigenista” (Rochabrún, 1985 : 38) idealizando a los indios y su “instinto biológico” para dirigirse siempre hacia el bien, en desmedro de blancos y mestizos y del comportamiento lógico y racional. Finalmente, Favre concluye en base a estos argumentos que el impacto de la novela podría ser, desde su punto de vista, negativo (Rochabrún, 2011 : 95). En cuanto a las críticas de Bravo Bresiani, podemos decir que coincidieron con las de Favre en cuanto a los desfases temporales del texto. Luego se centró en una discusión sobre la categoría de indio, que consideraba como ambigua por “derivar de una situación colonial” y, por lo tanto, descartaba que el socialismo pudiese basarse en supuestos valores indios “no existentes” y “ya superados” (Rochabrún, 2011 : 96). Invitado a intervenir, A. Quijano, por su parte, reiteró las críticas de H. Favre sobre el desfase temporal entre el sistema de castas y la realidad actual de ese momento. Como Favre, comparó lo dicho en la novela con sus investigaciones de campo y sostuvo que en la novela existían dos teorías sobre “el cambio” que no estaban integradas entre sí” y que lo indio “aparec[ía] en términos excesivamente diferenciados de lo que sería la ‘versión criolla de la cultura occidental’” (Idem : 58). Por lo tanto, la novela no rescataba el proceso de transición, “el proceso de conflicto de integración cultural al cual está, al mismo tiempo, sujeta la población campesina por un sistema de mestizamiento” (Idem : 59). Sin tildar de indigenista la postura de Arguedas, Quijano percibía en este autor “una solución indigenizante del problema” (Rochabrún, 2011 : 96).
Cuál es el contexto nacional de esta mesa redonda desde el punto de vista de la literatura y de las ciencias sociales ? Por un lado la literatura ganaba una gran vitalidad pero asimismo “las ciencias sociales despuntaban al interior de la intelligentsia capitalina” (2000 : 90). Rochabrún (2011 : 94) afirma que “las preocupaciones sociales que desde siempre, pero muy en especial desde los años 40 y 50 habían tenido los literatos, asumían ahora la forma y el ropaje de preguntas y nociones sociológicas ; así el discurso sociológico “iba ganando terreno”. Paralelamente, como lo señala el autor citando un estudio de Jorge Cornejo Polar, en el caso emblemático del literato Sebastián Salazar Bondy “se percibe un desplazamiento de criterios estéticos hacia criterios sociales e ideológicos”. Los literatos que participaron en la mesa redonda pertenecían a lo que se llamó la “generación de los 50” (Rochabrún, 2011 : 89), es decir narradores que buscaron representar, analizar e interpretar las transformaciones sociales del país en páginas de ficción. En cuanto a las ciencias sociales, Rochabrún (2011 : 98) afirma que éstas estaban concentradas en la problemática de la “modernización” y, según ésta, “una sociedad como la peruana estaba en proceso de modernización ; es decir, en tránsito de una sociedad tradicional a una sociedad moderna” [6]. Desde esta perspectiva –incluso con las reservas de Quijano– en la novela de Arguedas aparecían “procesos, valores, personajes y comportamientos que no se adecuaban a tal o cual patrón de transición supuesto y/o deseado por ellos” (ídem).
En el marco del contexto nacional, vale la pena mencionar dos hechos : el primero concierne la obra de A. Quijano. Como lo señala Rochabrún (2011 : 104), simultáneamente al lanzamiento de Todas las sangres, Quijano publica su trabajo Lo cholo. Analiza así la emergencia de un nuevo sector “procedente del mundo indígena pero que perdía progresivamente ese carácter al asumir pautas culturales y patrones de comportamiento del mundo urbano y occidental. Como sector, se encuentra en una situación intermedia : va abandonando paulatinamente lo indígena pero no está aún integrado al mundo urbano, costeño, occidental, y en tal condición puede permanecer indefinidamente” (ídem). El otro acontecimiento del contexto nacional es que, entre 1958 y 1964, ocurren las mayores movilizaciones campesinas de recuperación de tierras que golpean fuertemente a la gran propiedad terrateniente de la Sierra peruana (Degregori, 2000 : 38) y que fortalecen el sentido comunal de las comunidades campesinas (Rochabrún, 2011 : 105).
Sobre protagonismos cuestionados de miembros del IEP en la escritura de una “historia oficial”
Un segundo momento o nudo de tensión histórico afectó de manera más indirecta al IEP ; este se cristalizó en torno al Informe Final, y podemos decir a la visión, en general, de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) [7]. Esta comisión fue creada por el gobierno de transición de Valentín Paniagua y fue encargada de elaborar un informe sobre los hechos ocurridos durante el conflicto armado interno en el Perú (1980-2000) ; se pedía un extenso informe que respondiera a un “fuerte reclamo por la transparencia y contra la impunidad” (Degregori, 2015 : 34) y que dejara una huella para reflexionar sobre las causas y las consecuencias de la violencia.
Parte de las críticas hacia la CVR apuntaban a su centralismo limeño, así como a la ausencia marcada de mujeres en su elaboración. A pesar de ello, la CVR sacó a la luz varias realidades invisibles o invisibilizadas de los años de violencia armada, como el numero “real” de víctimas mortales (unas 70.000) –incluyendo a decenas de miles de víctimas principalmente rurales que “no existían” en los conteos precedentes– y sus identidades : la gran mayoría rurales, pobres, indígenas, quechua hablantes (Degregori, 2015). Otro elemento que mostró una sociedad peruana “dividida” fue la percepción, por la población urbana y sobre todo limeña, de un conflicto geográficamente lejano y pasado, cuando aún era actual en las zonas rurales del país (Starn, 2020).
Uno de los miembros del IEP, el antropólogo Carlos Iván Degregori desempeñó un rol central en este proceso, y fue el principal redactor del informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación junto con otros representantes y científicos sociales [8]. A pesar de que se reconoce en general el rol importante que ha tenido dicha Comisión en el periodo post conflicto y de regreso a la democracia, ésta también fue sujeto de críticas provenientes de diferentes sectores sociales. Según el antropólogo peruano, Jefrey Gamarra, profesor de la Universidad San Cristóbal de Huamanga en el departamento de Ayacucho :
“El trabajo de la CVR estuvo signado por las ambivalencias. Primero, porque en un primer momento se buscaba establecer las responsabilidades legales de los perpetradores de los abusos y violaciones de los derechos humanos, pero se optó por establecer una comprensión desde las ciencias sociales y la Historia sobre las causas de la violencia. Segundo, porque como su nombre lo indica, difícilmente puede haber una sola memoria e interpretación de la violencia en un país culturalmente tan diverso sin el riesgo de arribar a una sola ‘Historia Oficial’. Esa diversidad explica también el modo cómo el relato y la narrativa de la violencia construida por especialistas principalmente de las ciencias sociales, no corresponde necesariamente con las memorias locales del conflicto. Finalmente, las memorias de un conflicto en medio de la diversidad no permitieron establecer con claridad quiénes eran víctimas, victimarios o ambas cosas” [9].
Siguiendo a Degregori, quien cita la introducción de la CVR, podríamos decir también que “la CVR decidió adoptar el punto de vista de las víctimas y, consciente de sus limitaciones, definió la verdad como algo sumamente complejo y “perfectible”, pues sabía que era imposible abarcarla toda” (Degregori, 2015 : 37).
La emergencia de Sendero Luminoso también abrió fuertes debates en la antropología.
De forma temprana, varios investigadores propusieron interpretaciones poco concluyentes de la emergencia de la violencia armada (Robin Azevedo, 2019). Fuertes críticas fueron dirigidas hacia los antropólogos, entre otras las de Orin Starn en 1991, quien lamentaba que los antropólogos andinistas, tanto peruanos como extranjeros, se hayan quedado “ciegos” frente al surgimiento de un movimiento armado en el ámbito rural, y habrían brindado demasiado importancia a los estudios culturales, simbólicos y ecológicos en vez observar los fenómenos socio-políticos y la subversión social encaminada (Starn, 2020).
Las interpretaciones tempranas de varios investigadores al respecto de la emergencia de Sendero Luminoso dieron lugar a posteriores críticas y autocríticas (Robin Azevedo, 2019 ; Degregori, 2010). Por cierto, la crítica de Starn hacia los antropólogos también encontró una respuesta rápida y contundente un año después (1992) con la publicación del número 39 de la revista Allpanchis Phuturinqa, con respuestas de autores como Deborah Poole, Gerardo Renique, Frank Salomon y Mark Thurner.
Al ser oficialmente presentado en 2003, el “informe final” de la CVR ha puesto a la luz numerosas realidades sociales desconocidas en ese entonces y, de cierta forma, “enterradas” por el impacto humano y por el sensacionalismo mediático centrado en la capital. Hacemos referencia, justamente, a las víctimas físicas del conflicto armado, a sus características sociales, culturales y políticas, lo que terminó dibujando el retrato de una sociedad peruana profundamente desigual y discriminante hacia su población campesina e indígena. Más allá de las críticas posibles que se pudo hacer a la CVR y a Carlos Iván Degregori como uno de sus principales representantes, ésta puso en adelante, por un lado, la importancia de desenterrar la historia de los territorios relegados por el Estado central. Por otro lado, el protagonismo de este antropólogo en dicha Comisión también permitió una suerte de reconciliación institucional con la antropología cuyo protagonismo en la “comisión Vargas Llosa” [10] a inicios de los años 1980 había mostrado los límites de un culturalismo profundamente arraigado en la sociedad peruana (Mayer, 2014 ; Robin Azevedo, 2019).
La forma en que la CVR logró dibujar al Perú, profundamente complejo pero sin criollismos ni miserabilismo, marcó una ruptura con la forma en que los discursos oficiales precedentes estudiaron al Perú y a sus poblaciones rurales.
Las conexiones institucionales
Sin duda, una prueba de la intensidad de conexiones del IEP con instituciones académicas o con organizaciones sociales o financieras, es la cantidad y la diversidad de entidades nacionales e internacionales que colaboran con él, y que lo financian. Asociaciones, fundaciones, centros de investigación [11] e importantes entidades mundiales (BID, IFC, OIT, FAO, PNUD, UNICEF) han tenido protagonismo en el desempeño del Instituto [12].
Cabe destacar, además, las estrechas relaciones que han ligado al IEP con la vida política y pública. Varios de sus investigadores principales han ocupado cargos ministeriales e importantes funciones en diversos organismos institucionales públicos y privados, como Luis Valcárcel, etnólogo implicado en la fundación del IEP y director del Instituto Indigenista Peruano (órgano dependiente del Ministerio de Justicia y Trabajo creado en 1946), quien también fue ministro de Educación Pública de 1945 a 1947. Bajo su gestión se creó en 1946 el Instituto de Etnología y Arqueología de la Universidad Mayor de San Marcos [13], como lo evocamos anteriormente. Otro caso es el de José Matos Mar, antiguo director del IEP, quien también fue director del Instituto Indigenista Interamericano (México 1989-1995).
Más recientemente, Carolina Trivelli, investigadora principal del IEP fue Ministra de Desarrollo e Inclusión Social entre 2011 y 2013. Como lo indica la página institucional del IEP, también está implicada en el Comité consultivo de la iniciativa ID4D [14] del Banco Mundial –un importante medio de comunicación sobre el desarrollo sustentable que promueve la inclusión social–, y es presidenta del comité asesor internacional de RIMISP –el Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.
Miembros del IEP participan de diversas organizaciones promotoras de ética, de democracia y de lucha contra la corrupción (Transparencia, Proética) ; igualmente forman parte de la Comisión Consultiva para la Estimación de la Pobreza del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
Ricardo Cuenca, investigador principal del IEP, también ha sido ministro de Educación del Perú en un gobierno de transición reciente (de noviembre de 2020 a julio de 2021). Además, ha sido consejero del Consejo Nacional de Educación del Perú (CNE) –órgano especializado, consultivo y autónomo del Ministerio de Educación (MED)– y es referente de diferentes programas de cooperación para la educación, entre otros para la cooperación alemana y para el Programa Regional de Políticas para la Profesión Docente de la Oficina Regional de Educación de la UNESCO para América Latina y el Caribe. En los últimos años ha asesorado a los Ministerios de Educación de Colombia, Ecuador, Guatemala, Honduras y Panamá y ha sido consultor del BID, CAF, OECD, OEI, OREALC-UNESCO, USAID [15] entre otros.
La lista no pretende ser exhaustiva, pero es importante evocar a Carlos Iván Degregori, antropólogo peruano reconocido, entre otros, por su trabajo sobre la evolución y el desarrollo de la antropología en el Perú (No hay país más diverso. Compendio de antropología peruana, 2000, y Saberes periféricos. Ensayos sobre la antropología en América latina, 2008), y sobre el conflicto armado interno (Qué difícil es ser Dios. El Partido Comunista del Perú- Sendero Luminoso y el conflicto armado interno en el Perú : 1980-1999).
Como lo señala el portal del IEP, Degregori fue uno de los miembros más influyentes del mundo académico peruano. Su conocimiento de la sociedad peruana y sus investigaciones sobre el conflicto armado han permitido entender la complejidad de este largo episodio de violencia. Como ya hemos mencionado, este investigador tuvo un papel preponderante en la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Fue también invitado a través de la cátedra Simón Bolívar en el Instituto de Altos Estudios de América latina (IHEAL) de París, así como en otras instituciones académicas europeas y americanas como por ejemplo a la Universidad de Cambridge [16].
A propósito, la trayectoria académica de los investigadores principales actuales traduce a nuestro parecer la amplitud geográfica e institucional de las conexiones del IEP [17] y, a la vez, la importante atracción de los dos polos que acabamos de mencionar. Y es que un 80% de los investigadores principales hicieron un doctorado o una maestría en los Estados Unidos o en algún país de Europa.
Por otra parte, podemos subrayar el reciente nombramiento de Roxana Barrantes, economista e investigadora principal del IEP, al directorio del Banco Central de Reserva del Perú (octubre de 2021). El protagonismo del instituto es múltiple y abarca tanto los medios privados, políticos, pero también las altas esferas del mundo académico internacional.
Asimismo, varias figuras centrales de la antropología han sido o son miembros del IEP como Marisol de la Cadena, antropóloga peruana profesora de la universidad de Wisconsin Madison, y autora del célebre libro Indígenas mestizos. Raza y cultura en el Cuzco (2004) o del más reciente Earth Beings. Ecology of practice across andeans worlds (2015) que han tenido una influencia esencial en la antropología como disciplina [18]. Citemos también al antropólogo e historiador alemán Jürgen Golte quien ha desarrollado tanto temas que tienen que ver con la historia de las sociedades precoloniales (iconografía de las culturas del intermedio temprano en los Andes centrales), como con una antropología económica de los pueblos andinos : la migración campo-ciudad en el Perú, la antropología urbana y la globalización, por ejemplo. Basta citar : Moche, cosmología y sociedad : una interpretación iconográfica. Fuentes e investigaciones para la historia del Perú (2009), o Los caballos de Troya de los invasores : estrategias campesinas en la conquista del gran Lima. Urbanización, migraciones y cambio en la sociedad peruana (1990) escrito en colaboración con Norma Adams.
A través de algunas de sus figuras y de la importante red de conexiones académicas y de cooperación que tiene el IEP, se percibe la relevancia de esta institución tanto en las esferas académicas como en la política y lo social.
Como ya hemos señalado, desde su fundación el IEP implicó a académicos internacionales, como John Murra, y las diferentes publicaciones testimonian de las diversas colaboraciones científicas internacionales y son una prueba más del carácter de zona de contacto de este instituto : citemos brevemente antropólogos, historiadores, lingüistas y sociólogos europeos o norteamericanos como François Bourricaud, Pierre Duviols, Gerald Taylor, Nathan Wachtel cuyos trabajos han sido fundadores y, más recientemente, destacadas investigadoras como Nuria Sala i Vila o Irène Favier. En lo que se refiere a los lazos con instituciones francesas, merece la pena citar la colaboración estrecha, sobre todo a nivel editorial, entre el IEP y el Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA).
Más allá de las conexiones internacionales del IEP, las redes y consorcios a los cuales pertenece el Instituto dan cuenta de una fuerte implicación institucional “local”, ya sea en Latinoamérica o en Perú. De esta manera, el IEP se ve implicado en consorcios relacionados a políticas públicas, al trabajo de las mujeres, a la investigación agraria, a la investigación educativa y a la información, entre otros.
Las actividades institucionales ; entre academia y sociedad
Al igual que sus conexiones institucionales, las actividades del IEP reflejan la multiplicidad de los espacios de trabajo en los que se desempeñan sus miembros. Es el caso de los “documentos de trabajo” creados en 1985, para que los investigadores puedan presentar los avances de sus reflexiones e investigaciones. La necesidad para los investigadores de publicar sus “obras incompletas” ha tomado una gran importancia en diferentes países en los últimos años, y varios de los documentos de trabajo, desde hace varias décadas, han quedado plasmados como publicaciones per se, como lo muestra el trabajo de Cecilia Méndez (profesora peruana en la Universidad de California Santa Barbara) “Incas sí, indios no” (2000) [19].
En esta nutrida vida académica, el IEP contribuye también al debate científico desde hace algunos años con su revista electrónica Argumentos, cuyos números temáticos abordan problemas preponderantes en historia, antropología, política, sociología, etc. La reciente evolución de la organización editorial de esta revista (evaluación doble ciega) muestra una voluntad institucional de fortalecer su imagen en el paisaje académico. En términos editoriales, el Fondo editorial del IEP es una referencia en ciencias sociales con obras distribuidas en 32 series temáticas a través del continente.
Los principales ejes de investigación traducen la misión doble del IEP : por un lado, crear conocimiento académico para entender la complejidad social y política y, por otro lado, formular estrategias pragmáticas de transformación social y política. Buscan descifrar los diferentes tipos de exclusión social, étnica y territorial del país (“Desigualdades y cambio social”) ; buscan también entender los mecanismos de poder en diferentes contextos políticos, así como las crisis sociales que surgen como brechas de poder (“Poder, democracia y ciudadanía”). Parte de las reflexiones a la vez teóricas y prácticas son las que se refieren a las “Reformas y políticas públicas”. La evolución de las políticas públicas, y las resonancias sociales, políticas y económicas de su aplicación son estudiadas en este tercer eje. Finalmente, el eje “Historia y cultura” abre la puerta a las reflexiones sobre la multiplicidad cultural e identitaria del Perú y sobre los procesos históricos de construcción de identidades y de ciudadanías en el país.
Un ámbito privilegiado de discusión está constituido por “las mesas verdes” [20]. Estas son espacios académicos y reflexivos que proponen a menudo formatos de intervenciones más flexibles que los seminarios o conferencias y permiten discutir de temas académicos, sociales, culturales o políticos contemporáneos. El formato de las mesas verdes consiste en la presentación por un expositor de un trabajo en curso, seguido de los comentarios de uno o varios comentaristas y del debate con el público.
Al proponer espacios intermedios entre el debate académico, literario y político, el IEP mantuvo una posición particular en las reflexiones sobre la sociedad peruana y en la producción de conocimiento. Patricia Zárate [21] nos explicó el proceso que dio un nuevo protagonismo al IEP en la esfera pública a partir de 2018, cuando el Instituto integró el proyecto BUILD [22] de la Fundación Ford. Como indica la socióloga, como parte de este proyecto, el IEP se propuso contribuir con la agenda pública mediante la difusión de encuestas sobre temas de coyuntura política y social. En ese mismo año, el contexto político era bastante agitado [23]. Además de ello, se dio la posibilidad de que una persona experimentada en este campo –Hernán Chaparro, psicólogo social, quien salía de GfK [24]– asumiera la jefatura de la nueva área de Estudios de Opinión del IEP [25], formada con el apoyo del consejo directivo del Instituto. GfK ya había realizado encuestas de opinión publicadas en el diario peruano La República y, a pesar de la salida de Hernán Chaparro, entabló un trabajo de colaboración con el IEP y fue su primer cliente.
Patricia Zarate explico también que el inicio de la pandemia del Covid-19 en 2020 movió las líneas del área de estudios de opinión. Luego de la renuncia de Hernán Chaparro a la jefatura de esta área, fue ella misma quien ya era miembro del núcleo consultivo y una de las principales promotoras de la creación de un área de estudios de opinión en el IEP, quien asumió la conducción [26]. La crisis sanitaria también impulsaría el diseño de una nueva metodología para encuestas telefónicas a partir de abril de 2020, después de haber sido puestas a prueba. Ya empleada en otros países, esta metodología permitió adaptar los objetivos del área a las condiciones del confinamiento dándole, además, una mayor dispersión geográfica que en las encuestas presenciales, como lo presenta Patricia Zárate :
“La originalidad del enfoque del IEP resaltó sobre todo en la coyuntura electoral. Las preguntas del IEP eran diferentes a las de otros estudios, se recogió respuestas más cualitativas, y se presentó la información de intención de voto con intervalos de confianza. Estas pequeñas innovaciones diferenciaron al IEP de otras encuestadoras y le permitieron una aproximación bastante fiel a la complejidad social de las elecciones presidenciales de 2021. En la primera vuelta, en la última semana que dejaron publicar encuestas de intención de voto, la encuesta del IEP fue la única que puso a Keiko Fujimori en segunda vuelta y en términos comparativos fue la que se acercó más a los resultados oficiales.
El rigor de los estudios y sin duda, la sensibilidad académica del IEP hizo que otras instituciones lo solicitaran para realizar encuestas para sus proyectos de investigación. Hasta la actualidad se mantuvieron las encuestas telefónicas, pero desde noviembre de 2021 se reanudarán las encuestas presenciales en Lima Metropolitana [27]”.
Vista “desde afuera”, la creación del área de estudios de opinión aparece como una ilustración pragmática de las intenciones del IEP para con la sociedad peruana : tratar de comprenderla en todas sus complejidades movilizando todas las herramientas de las ciencias sociales.
A modo de conclusión
Hoy en día, como institución, el IEP es más visibilizado que otras instituciones peruanas por su historia, su vocación para la promoción de políticas públicas, pero también, sin duda, sus investigadores, su vocación editorial, como también su centralismo. Su protagonismo traduce también una tendencia relativamente generalizada que consiste en la articulación de la investigación científica con la aplicación social y política, por un lado, y por la independencia, por otro lado, que da lugar a las numerosas conexiones y colaboraciones con entidades científicas y no científicas, nacionales y extranjeras.
De cierta forma, la evolución del perfil y de las actividades del Instituto traduce una evolución de la mirada académica sobre la sociedad peruana. Esta se ha complejizado. Las herramientas de análisis son mucho más diversas, los estudios son más sistemáticamente interdisciplinarios, y el conocimiento de ciertos sectores de la sociedad peruana son puestos en relación con los de la sociedad en conjunto, y con los de otros contextos geográficos.
De este modo, las numerosas monografías realizadas a partir de los años 1960 propusieron la mirada de una generación sobre los fenómenos de transformación que se vivían en esa época en las zonas rurales del país (Pajuelo, 2001).
Luego se desarrollaron nuevas perspectivas con los estudios orientados sobre la ciudad. Después de décadas percibiéndolos bajo una oposición, lo urbano y lo rural se fueron dibujando luego a través de sus continuidades sociales y espaciales.
En resumen, es en vista de su trayectoria institucional, como centro de estudios pero también como plataforma de producción de conocimientos sociales, culturales y políticos, que el IEP representa una zona de contacto. Además de su papel fundamental en el desarrollo de la antropología y de las ciencias sociales en el Perú y en América latina, sus actividades ligadas a las agendas públicas ilustran también su importancia en el paisaje social.
Bibliografía
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