En el ámbito científico de inicios del siglo XX, predominantemente masculino, la imagen en que unas manos miden un cráneo prehispánico revela una blusa con puntillas de la figura casi invisible de quien fuera la primera mujer que obtuvo un doctorado con un tema de antropología física a nivel americano : la doctora Juliane Antonia Dillenius. El propio hecho de que sólo se haya publicado una imagen suya dentro del grupo de expositores del XVII° Congreso Internacional de Americanistas (utilizada en Arenas [1991 : 83], Nastri [2010 : 27] y Ramundo [2019]), da cuenta de la invisibilización de una científica pionera.
Sus orígenes y educación
Juliane Antonia Dillenius nació en Buenos Aires en 1884, en el seno de una familia alemana que había migrado a la Argentina hacia mediados del siglo XIX. Este factor hizo que la joven Juliane dominara tanto el alemán como el castellano, habilidad que le abriría puertas académicas en ambas orillas del Atlántico.
Su dedicación al estudio se observa desde muy temprana edad, dado que obtuvo muy buenas calificaciones durante su educación media, desarrollada entre 1900 y 1905 en la Escuela Normal de Profesoras de la capital de la República Argentina (Ramundo 2018). Al finalizar esa etapa de su escolarización Juliane decidió realizar estudios universitarios en la carrera de Ciencias Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, cuyo plan docente (reformulado en 1899 por el Consejo Superior de la Facultad), establecía que para obtener el título de doctor en Filosofía y Letras se debían cursar cinco años de estudios. Los cuatro primeros años conformaban la licenciatura mientras que el quinto año constituía el doctorado, título que se obtenía mediante la aprobación de los exámenes generales y la presentación de una tesis (Buchbinder 1997).
Juliane fue parte de un contexto en el que las mujeres comenzaron muy lentamente a ganar su espacio en el mundo universitario. A finales del siglo XIX las ciencias de la salud fueron las disciplinas inicialmente elegidas por las primeras estudiantes, pero durante la primera década del siglo XX el número de universitarias creció sensiblemente en otras carreras y facultades. Nombres como Cecilia Grierson (1859-1934), Élida Passo (1867-1893), Ernestina A. López (1879-1965), Elina González Acha (1861-1942) y Juliane Antonia Dillenius, entre otras, refieren la historia de esas pioneras en los campos de la medicina, la farmacia, la educación, la geografía y la antropología respectivamente.
El cuerpo docente universitario con el que Juliane se formó estaba conformado por destacados arqueólogos y antropólogos de la época. Así, por ejemplo, encontramos a diferentes actores y gestores de la historia de la antropología local como Samuel Lafone Quevedo (1835-1920) o Juan Bautista Ambrosetti (1865-1917), quienes se desempeñaron como sus profesores en la asignatura “Arqueología Americana”, mientras Robert Lehmann-Nitsche (1872-1938) y Félix Outes (1878-1939) tuvieron a su cargo la materia “Antropología”. Juliane también estudió con Ernesto Quesada (1858-1934), una autoridad en el campo de la sociología y la historia argentina de comienzos del siglo pasado. Con cada una de estas figuras Juliane se relacionó en calidad de estudiante y posteriormente como profesional, realizando consultas e intercambiando opiniones sobre el desarrollo de la investigación antropológica. Este vínculo se plasmó a través de un fluido intercambio de cartas, que se conservan en el Instituto Ibero-Americano de Berlín y forman parte de su legado personal.
Bajo la supervisión de Juan B. Ambrosetti, que dirigía el Museo Etnográfico de Buenos Aires desde 1904, su temprano interés por la antropología física la condujo a trabajar como asistente en la sección de antropología de dicha institución, dependiente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Allí, junto a Tomasa Manuela de Basaldúa (1881-1965) colaboró en el ordenamiento de material osteológico del museo, y también asistió a Lehmann-Nitsche en la realización de láminas para las presentaciones de curso que este especialista dictaba en la Facultad de Filosofía y Letras, o bien tomando apuntes que posteriormente serían publicados por el Centro de Estudiantes de esa misma institución (Ballestero y Sardi 2016).
Su investigación
Juliane comienza su investigación mientras aún era estudiante en el ámbito de la historia del arte (Dillenius 1909a), pero también en el campo de la arqueología, a través de un análisis sobre la cerámica funeraria calchaquí procedente de una colección de La Poma, en la provincia norteña de Salta (Dillenius 1909b). Posteriormente sus estudios doctorales y postdoctorales se enfocan hacia la antropología física y, en particular, la craneometría. Con este último tema publica textos (Dillenius 1910), participa en eventos científicos internacionales (Dillenius 1912), redacta su tesis doctoral (Dillenius 1913a) y finalmente expande sus investigaciones postdoctorales más allá de Argentina (Dillenius 1913b).
En su primera publicación arqueológica, Dillenius (1909b) estudia los objetos cerámicos de una colección de La Poma adquirida por el Estado, que pasa a formar parte del acervo patrimonial del Museo Etnográfico de Buenos Aires. Para concretar ese trabajo recurrió a la comparación con otra colección arqueológica procedente de Incahuasi (en la misma provincia de Salta), debido a las semejanzas encontradas en ambas muestras. Propuso que estos objetos se habrían usado en una segunda vida para satisfacer necesidades, así como también pudieron ser un sacrificio de los deudos (como homenaje o bien para implorar benevolencia a los dioses para el alma del difunto o sus sobrevivientes). Analizó además la factura, la decoración y la simbología de las piezas, clasificándolas en distintos tipos y creando diversas nomenclaturas para las variantes. Esta necesidad de ordenar la variabilidad evidencia un pensamiento propio de finales del siglo XIX y comienzos del XX, época en la que se utilizaban principios evolucionistas unilineales, direccionales y progresivos, que se aprecian en el texto de Juliane cuando habla de “alfarería primitiva”, u “originaria de otras”, de ciertas formas que serían “derivación de las anteriores”, o bien cuando propone observar la “evolución de las estilizaciones”. El texto concluye afirmando que existe una estrecha semejanza entre la cerámica de La Poma y la de Incahuasi, y finalmente propone que esta información ofrece pistas sobre la distribución geográfica de la alfarería calchaquí. Con esta afirmación el trabajo ofrece un aporte a una de las problemáticas centrales del americanismo de esa etapa : la cuestión calchaquí (i.e. la extensión e influencia de dichas poblaciones en Argentina).
En su siguiente trabajo (Dillenius 1910), Juliane aborda nuevamente el problema calchaquí a través del estudio del hueso parietal. Dicha investigación fue realizada sobre cien cráneos calchaquíes con deformación fronto-occipital que procedían de La Poma, Fuerte Alto y La Paya, en los Valles Calchaquíes (provincia de Salta, Argentina). A partir de este trabajo, contribuye sustancialmente al estudio somático de los antiguos calchaquíes afirmando que el parietal – a pesar de la deformación sufrida –, presenta elementos dolicocéfalos, al mismo tiempo que los valores comparativos comprueban que por su forma perteneció al tipo paleoamericano.
Posteriormente, Juliane participa del XVII° Congreso Internacional de Americanistas (celebrado en Buenos Aires en 1910, con motivo del primer Centenario de la Revolución de Mayo). Allí presenta su investigación sobre la deformación craneana de los calchaquíes (Dillenius 1912). En esta oportunidad, profundiza la problemática aludida al abordar la “verdadera” forma del cráneo deformado de los calchaquíes de manera sintética, puesto que el trabajo completo se encontraba por entonces en prensa. Afirma que el tipo de deformación de los calchaquíes es la fronto-occipital, la cual presenta todas sus variedades, y que los calchaquíes son por tanto ultrabraquicéfalos o suprabraquicéfalos. Sin embargo, a pesar de la deformación sufrida, poseen asimismo muchos elementos dolicocéfalos y, por lo tanto, debido a su forma, pertenecen al tipo paleoamericano. Con esta afirmación se introduce en uno de los tópicos centrales de la historia de la arqueología argentina de principios del siglo XX : la antigüedad del hombre americano. Dicho tema había sido planteado inicialmente por Florentino Ameghino (1854-1911), quien propuso el origen del hombre en América –puntualmente en las pampas argentinas– y avalaba la tesis de la antigüedad del hombre precolombino, negada por especialistas locales y extranjeros (como, por ejemplo, el investigador del National Museum of Natural History Aleš Hdrlička [1869-1943]).
La presentación de Juliane durante el congreso recibió el apoyo del propio Ameghino, que enfatizó que la dolicocefalía era prueba de la antigüedad de los calchaquíes porque los cráneos de los primitivos habitantes de América son siempre dolicocéfalos. Pero luego se desencadenó la discusión cuando intervino Hdrlička diciendo que no todos los calchaquíes son dolicocéfalos y que podrían representar dos razas, una braquicéfala y otra dolicocéfala. Dillenius insistió, respondiendo que el hueso parietal braquicéfalo del calchaquí no presentaría elementos dolicocéfalos si no hubiera representado antes a ese tipo ; así como también que no puede tratarse de caracteres adquiridos ni negarse que haya habido algún calchaquí no dolicocéfalo más allá de la tendencia general. La particularidad de esta reunión científica radicó también en que Dillenius fue una de las cuatro únicas mujeres que presentó una ponencia junto con Elina Acha de Correa Morales (1961-1942), María Clotilde Bertolozzi (1880-fallecimiento desconocido) y Adele Breton (1849-1923) [1].
Juliane se doctoró el 11 de septiembre de 1911, transformándose en la primera mujer en América en acceder a dicho título con un tema de antropología física. El tribunal docente que evaluó la tesis dirigida por Robert Lehmann-Nitsche consideró que la misma merecía la calificación de “Suficiente”, y la investigación fue publicada posteriormente por la misma Universidad de Buenos Aires (Dillenius 1913a). Allí se abordó el estudio craneométrico y comparativo de los habitantes de dos sitios arqueológicos de la Quebrada de Humahuaca (provincia de Jujuy, Argentina) : la Isla de Tilcara y el Pukara de Tilcara. Dicho material procedía de una expedición realizada en 1908 por la Facultad de Filosofía y Letras a la Quebrada de Humahuaca bajo la dirección de Debenedetti y Ambrosetti.
Dillenius afirmó con respecto al Pukara : “El tipo de su cultura asemeja al calchaquí […] es el último peldaño septentrional de la gran región Diaguito-Calchaquí y la Isla, el extremo sur de la región de los Humahuacas” (Dillenius 1913a : 16). De este modo, apoyaba la idea de Ambrosetti con respecto a la dispersión de los pueblos calchaquíes, y aportó a esta problemática americana con datos procedentes de los estudios antropofísicos. Tomó asimismo como base el hecho de que Debenedetti, a través de los hallazgos del sitio La Isla y unas pocas piezas sueltas de las poblaciones del norte, había propuesto la independencia completa de la cultura de los vecinos meridionales. Por eso destaca que al mismo tiempo nace la problemática de los restos humanos que acompañan el ajuar analizado, a fin de estudiar sus semejanzas o diferencias así como su eventual conexión física. El texto pretende contribuir al conocimiento de la región de Humahuaca y diaguito-calchaquí a través del estudio de los caracteres somáticos de los ex-habitantes de ambos sitios arqueológicos.
Con respecto a los cráneos de La Isla de Tilcara, Juliane aclara que en determinados caracteres difieren de los del Pukara, dado que son más pequeños, lo cual habla en favor de la tesis de una talla más reducida. En La Isla surge un tipo facial más estrecho (si bien las divergencias son pequeñas), mientras que el pucareño generalmente es más grande y ancho. Destaca, además, que la mayor dificultad radica en determinar las causas de esas divergencias debido a que se trata de dos tipos que se aproximan bastante, y postula que – como consecuencia del arrinconamiento y la eventual consanguinidad – tal vez se hayan generado nuevos caracteres somáticos. Otra diferencia radica en el hábito de la deformación entre los habitantes de La Isla, donde dicha práctica permite suponer cierta afinidad de estos últimos pobladores con los grupos que poblaron el norte de la región Humahuaca, mientras que los habitantes del Pukara estaban deformados a la usanza calchaquí. Finalmente, concluye que las diferencias somáticas no son muy grandes entre ambos tipos, pero revelan no obstante cierta divergencia entre los antiguos habitantes de los dos sitios.
Esta investigación es uno de los primeros estudios arqueológicos realizados sobre los sitios de la Quebrada de Humahuaca, y claramente es el primero realizado por una mujer, aunque es importante recalcar que se trató de un estudio efectuado en el laboratorio y sobre una colección aportada por investigadores masculinos. Esto se debe a que el trabajo de campo seguía siendo considerado una tarea de hombres : las mujeres tendrían que esperar varios años todavía para entrar en escena.
Una vez que obtiene su doctorado, Juliane viaja por Alemania con sus padres portando una recomendación de Robert Lehmann-Nitsche para trabajar allí. Gracias a la misma se desempeña como auxiliar científica del Anthropologisches Institut München entre 1911 y 1913, bajo la dirección del doctor Ranke, el antropólogo que a su vez había formado al propio Lehmann-Nitsche. En ese espacio Juliane centra nuevamente sus estudios en cuestiones craneométricas aunque con materiales osteológicos procedentes de Alemania, lo que dio lugar a su última publicación (Dillenius 1913b). Posteriormente, durante un brevísimo lapso comprendido entre el 25 de febrero de 1913 y el 3 de marzo de 1913, trabajó en el Museum für Völkerkunde Hamburg bajo la dirección del doctor Thilenius, otro destacado antropólogo germano. Su labor en dicha institución concluye cuando Juliane contrae matrimonio.
La repercusión de su labor científica
La producción científica de Juliane Dillenius fue breve debido a que pasó poco tiempo desde que publicó sus investigaciones por primera vez, hasta que contrajo matrimonio y cesa su producción. Sin embargo, su obra fue reseñada y discutida en distintos espacios académicos, tanto a nivel nacional como internacional.
En lo que respecta a las repercusiones de su primer trabajo arqueo-antropológico (Dillenius 1909b), es importante destacar que, en las actas del XVII° Congreso Internacional de Americanistas publicadas en 1912, Juan B. Ambrosetti presenta su investigación sobre las exploraciones del Pukara de Tilcara resaltando que la ornamentación alfarera muestra un sensible parecido e identidad con la cerámica del norte del Valle Calchaquí (La Poma) estudiada por Dillenius, afirmando de esta forma la dispersión de la cultura calchaquí. Además, el mismo trabajo fue reseñado por dos revistas argentinas : el Boletín de Instrucción Pública (del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública de Argentina) y la revista Renacimiento (revista no académica que trataba temas de historia). La primera reseña destaca elogiosamente la figura y la labor de la investigadora más que discutir el trabajo en sí mismo. La segunda, en cambio, dedica mayor detalle a las particularidades de la investigación (estudio de decoración, restauración y continuación de análisis previos), así como el aporte que brinda a la arqueología americana, y resaltando asimismo su figura y capacidad.
Por su parte, el trabajo titulado “El hueso parietal bajo la influencia de la deformación fronto-occipital : contribución al estudio somático de los antiguos Calchaquíes” (Dillenius 1910), fue referenciado en tres revistas nacionales : el Boletín de la Instrucción Pública (1910), Revista Argentina de Ciencias Políticas (1910) y Renacimiento (1911), en reseñas que destacan tanto las aptitudes de la autora para la investigación como el aporte del texto y la importancia del estudio sobre los calchaquíes para la antropología americanista.
Pero no todas las referencias a su obra fueron elogiosas. Fuera de la esfera nacional, el texto fue reseñado por Herman ten Kate (1911) en American Anthropologist con una fuerte crítica a la percepción de Dillenius, que consideraba a los calchaquíes como dolicocéfalos y, por ende, paleoamericanos. Por el contrario, esos mismos cráneos habían sido estudiados por Kate en el Museo de La Plata, donde el investigador había establecido que no se trataba de ejemplares paleoamericanos.
Por otra parte, el texto “La verdadera forma del cráneo calchaquí deformado” (Dillenius 1912) fue reseñado en el Journal de la Société des Américanistes de París (1913), que se encargó de destacar su conclusión respecto de la filiación paleoamericana de los calchaquíes, considerando dicha afirmación como importante y valedera al ser confirmada por investigaciones ulteriores. La importancia, aclara el reseñista, radica en que el trabajo demuestra que el tipo paleoamericano habría tenido en la región andina una extensión más considerable de la conocida hasta ese momento.
Finalmente, su tesis doctoral (Dillenius 1913a) fue considerada y discutida por la Rivista di Antropología (1913) de Roma. La misma destacó su análisis comparativo y el estudio de las causas de las diferencias (por ejemplo, el aislamiento y la consecuente consanguinidad) entre tipos físicos tan similares. La segunda reseña del texto fue publicada por el Archivo per l´Antropologia (1913) de Roma, y resalta su conclusión respecto a la similitud entre ambas poblaciones, por más que se distingan determinadas diferencias entre ambas debidas a nuevas características somáticas que aparecen en una de ellas mientras que en la otra desaparecen. Se hace alusión, de esta forma, a los diferentes tipos de deformación craneana en ambos grupos (deformación circular en La Isla y fronto-occipital en el Pukara de Tilcara), así como también a que las diferencias somáticas parecen mostrar cierta divergencia entre ambas poblaciones. Por último, Paul Rivet realiza una última reseña de la tesis en el Journal de la Société des Américanistes (1913), mencionando el trabajo pionero de Debenedetti en la Isla y de Ambrosetti en el Pukara, y sin dejar de destacar el detallado estudio efectuado por Dillenius. Rivet, además, remarca que lo que distingue a ambos tipos de cráneos es la naturaleza misma de la deformación [2].
Sus redes de sociabilidad
Otro aspecto destacado de la vida de Dillenius fue su amplia red de interacción académica. Esta información, obtenida por medio del estudio de su epistolario [3], ha permitido comprender de qué manera y con quiénes nuestra protagonista interactuó entre 1911 y 1923 (período en el que están fechadas las cartas), así como sus intercambios de publicaciones y apreciaciones sobre el desarrollo de la antropología de la época.
La cantidad de correspondencia que recibió de los más destacados investigadores de la especialidad simplemente deslumbra. No podemos dejar de mencionar, de esta forma, las cartas que intercambia con Salvador Debenedetti (arqueólogo argentino y colega en el Museo Etnográfico de Buenos Aires), con Félix Outes (su profesor de Antropología en Buenos Aires y el lazo entre Dillenius y Paul Rivet para el intercambio bibliográfico, por el cual este último reseña su trabajo en el Journal de la Société des Américanistes), Samuel Lafone Quevedo (su profesor de Arqueología Americana en la Facultad de Filosofía y Letras), Ernesto Quesada (su docente de Sociología), Elina González Acha de Correa Morales (geógrafa argentina y una de las pocas mujeres que expone en el Congreso Internacional de Americanistas de 1910, quien en 1922 invita a Juliane a organizar la futura Sociedad Geográfica Argentina, de la cual finalmente será presidenta).
Establece asimismo otro lazo importante con Ángel Gallardo, director del Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires, quien en 1914 la convoca para uniformar criterios y procedimientos en antropología y arqueología. La correspondencia que intercambia con Acha de Correa Morales y Gallardo, evidencia que – con posterioridad a su matrimonio –, Juliane seguía siendo referente de la antropología local y participaba de actividades académicas.
Sus vínculos se extendieron más allá de las fronteras nacionales, relacionándose con especialistas como el arqueólogo suizo Eric Boman, al arqueólogo austríaco Arthur Posnansky (miembro de la Sociedad Geográfica de La Paz en Bolivia), Hermann von Ihering (zoólogo y paleontólogo, director del Museo Paulista de Brasil), Rudolf Lenz (lingüista, folklorista y miembro de la Sociedad de Folklore Chileno), Max Uhle (director del Museo Histórico de Lima entre 1906 y 1911 y asimismo del Museo de Etnología y Antropología de Chile entre 1912 y 1919) o su esposa Charlotte Uhle (los Uhle, de hecho, eran una pareja con la cual Juliane intercambia correspondencia antes y durante su propio matrimonio).
A este círculo se suman Aleš Hdrlička (investigador del National Museum of Natural History de Estados Unidos), Nicolás León Calderón (médico, antropólogo y naturalista del Museo Nacional de México), Franz Boas (antropólogo y profesor de la Universidad de Columbia), Roland Dixon (antropólogo y profesor de la Universidad de Harvard), Manuel Ricardo Palma (escritor, periodista, político y director de la Biblioteca Nacional de Perú) y Eduardo Moore (médico, antropólogo, botánico y director del Museo Nacional de Chile).
Destacan asimismo los vínculos con Telésforo de Aranzadi Unamuno (decano de la Facultad de Farmacia en Barcelona), el naturalista Antimio Boscá y Saytre, Herman ten Kate (viajero, intérprete y antropólogo de los Países Bajos), Eduard Seler (antropólogo de la Real Academia Prusiana de Ciencias de Berlín) y su esposa Caecilie Seler-Sachs, Johannes Ranke (antropólogo y director de Juliane en el Anthropologisches Institut München, con quien intercambia cartas durante varios años luego de 1913, cuando deja de trabajar en la institución), O. Reche (investigador del Museum für Völkerkunde Hamburg), Gregor Thilenius (médico, etnólogo y director del Museum für Völkerkunde Hamburg), Ferdinand Birkner (antropólogo relacionado con Lehmann-Nitsche), Theodoror Mollison (antropólogo del Instituto Antropológico de Universidad de Zúrich), Walter Lehmann (etnólogo, lingüista y arqueólogo del Museo Real Etnográfico de Múnich), Rudolf Martin (medico suizo e investigador de la Universidad de Zúrich con el que mantiene un vínculo luego de 1913), H. Field (director del Concilio Bibliográfico de Zúrich, que incorpora textos de Juliane al fondo documental de dicha institución), Vasillief (profesor de la Universidad de Dorpat), Georges Papillaut (director del Laboratoire d’anthropologie de París) o el célebre etnógrafo sueco Erland Nordenskiöld entre otras personalidades.
Esta larga lista revela la capacidad de elaborar una gran red de sociabilidad a lo largo y a lo ancho del globo, que Juliane se encargó de cultivar y cuidar, y que supo aprovechar para difundir su obra e intercambiar ideas sobre el desarrollo disciplinar [4].
Una científica invisibilizada
El 3 de marzo de 1913, Juliane Antonia Dillenius contrae matrimonio con Robert Lehmann-Nitsche en Breslau (Alemania), quien fuera su profesor y director de tesis doctoral en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Desde ese acontecimiento es notorio que Juliane no vuelve a publicar trabajo científico.
Seguramente su carrera queda “silenciada” por las ocupaciones que implicaba la numerosa familia que conformaron ambos antropólogos luego de regresar a Argentina. Robert continúa sus investigaciones en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y el matrimonio tiene cinco hijos. Los cuatro primeros nacen en Argentina entre 1914 y 1919 : Hiltrud (1914), Götz (1915), Gudrun (1917) y Helga (1919), mientras Gisela (1923) es la única que nace en Alemania y fallece en 1948 en Buenos Aires [5], un año antes que su madre y mucho tiempo antes que sus hermanos mayores. Cuando en 1930 Robert se jubila, la familia se radica en Berlín hasta su muerte en 1938. Juliane decide entonces regresar a la Argentina con sus dos hijas menores justo antes de que estalle la Segunda Guerra Mundial. Resuelve, además, utilizar la ruta del oriente, lo que la lleva a regresar al continente americano a través del Océano Pacífico.
Si bien no existen datos con respecto a que Juliane volviera a publicar científicamente con su propia firma, sabemos que continuó colaborando con su esposo en sus investigaciones y, posiblemente, en la elaboración de sus trabajos científicos. Por otro lado, el epistolario revela que con posterioridad a 1913, y al menos hasta 1923, ella siguió intercambiando correspondencia con otros especialistas a escala mundial (Correa Morales, Gallardo, Ihering, Uhle, Kate, Ranke, Martin y Field entre otros), e incluso en algunos casos es posible observar la forma en que colaboró en las investigaciones de su esposo (Ramundo 2018).
En el recuerdo de varios especialistas que hemos recogido durante nuestra investigación biográfica, se repite una sentencia lacónica : “Dillenius fue la mujer de Lehmann-Nitsche”. Sin embargo, a partir del recorrido biográfico hemos podido determinar que algunas investigaciones reflexionaron brevemente sobre su figura (p. ej. Arenas 1991, Ballestero y Sardi 2016, Barrancos 2000, García 2006). Pero, por sobre todo, un estudio detallado de su vida nos permite evidenciar que Juliane no sólo cumplió su papel de esposa sino que fue una mujer que vivió la ciencia en los albores de arqueología nacional, en un escenario en el que los varones controlaban el saber y su construcción (Ramundo 2016, 2017a, 2017b, 2018, 2019). En este contexto Juliane discutió las complejas problemáticas de la antropología del momento, se relacionó con algunos de los más destacados especialistas antropológicos de la época y su obra fue difundida, discutida y reseñada mundialmente.
A pesar de la “invisibilización” que su figura padeció por décadas debido a su condición de mujer y además de esposa de un reconocido antropólogo como Robert Lehmann-Nitsche, este breve itinerario a través de su vida (que se apaga en Buenos Aires en 1949), nos permite conocer y valorar el significativo aporte de Juliane Antonia Dillenius a la ciencia argentina, americana y mundial.
Bibliografía citada
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Arenas, Patricia (1991). Antropología en la Argentina. El aporte de los científicos de habla alemana. Buenos Aires : Institución Cultural Argentino-Germana y Universidad de Buenos Aires.
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Barrancos, Dora (2000). “Itinerarios científicos femeninos a principios del siglo XX : solas, pero no resignadas”. En : Monserrat, M. (comp.) : La ciencia en la Argentina entre siglos. Buenos Aires : Manantial, pp. 124-144.
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